Capítulo 14

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El cuerpo de Kageyama reposaba en la cama, estaba inmóvil, su pecho se movía lentamente con el ritmo de su respiración,  su torso cubierto por una venda, y su rostro... su rostro hizo que su llanto se intensificara, estaba pálido, tenía unas enormes ojeras bajo sus ojos y su frente estaba perlada en sudor, su boca estaba entreabierta facilitando un poco el flujo del aire.

Miró la habitación buscando algo en lo que pudiera sentarse, pudo ver una silla que estaba cerca de un escritorio, tomó la silla y la colocó a un lado de la cama, se sentó en ella apoyando su rostro en sus manos mientras soltaba más lágrimas.

Takeda había salido de la habitación pensando en el error que había cometido. Demonios, le había dado una misión a un chico de 16 años contra uno de los grupos criminales más grandes y problemáticos, siquiera le había dejado apoyo. Cuando levantó la vista pudo ver al hombre que Tobio le había dicho que los había ayudado, se acercó y el hombre se levantó de su asiento.

—Gracias por haber ayudado al chico, será recompensado por su acción—dijo sacando un dispositivo de su uniforme, que ahora tenía unas cuantas manchas de sangre. El hombre le dió su información de cuenta y en poco tiempo una gran cantidad de dinero había sido depositado en su cuenta bancaria. Takeda le agradeció nuevamente y lo dejó ir.

Debía llamar a los padres del chico, debía ser él quién les diera la noticia del ataque que acababan de recibir, no sería profesional si se dieran cuenta ellos mismos llegando a su hogar. sacó su teléfono de uno de los bolsillos de su traje y marcó el número del padre del chico.

—Señor Hinata, soy Ittetsu Takeda...

Hinata quién no había parado de llorar hablaba con voz baja y luchaba por hablar claro entre hipidos.

—Yo... lo siento... sé que es mi culpa... pero...—su voz se quebró y lloró más fuerte —no quiero que me odies... quiero ser tu amigo... quiero... que confíes en mí.

Se quedó ahí un buen rato en silencio, no podía decir nada más, sí habría la boca estaba seguro que nada saldría más que jadeos y sollozos ahogados.

Cuando Kenjiro había recibido la llamada de Takeda se sintió nervioso, se encontraba junto a su esposa resolviendo unos cuantos problemas, Chinami vió como su esposo se tensaba y colgaba rápidamente el teléfono, supo que algo iba mal, no necesitaba que se lo dijera, ambos salieron corriendo directo al auto, no podían detenerse, debían llegar lo más rápido que pudieran.

Cuando habían llegado al edificio la angustia en ellos se había intensificado aún más, el edificio estaba rodeado por personas con trajes militar color negro, sus rifles colgaban de sus hombros, nada bueno podía salir de todo eso.

Al principio los soldados se habían negado a dejarlos pasar, pero luego de aclarar algunas cosas habían conseguido adentrarse al lugar, cuando entraron al ascensor pudieron ver una mancha de sangre que había en el piso. Los horribles pensamientos asaltaron sus mentes, temían por su hijo, querían mantener la esperanza, pero todo lo que habían visto hasta ahora no era muy alentador.

Llegaron al piso seis, apartamento 34, el que Kenjiro pudo identificar como el apartamento de Kageyama. El lugar también estaba cubierto por soldados resguardando la entrada de cualquier curioso. pero ésta vez los dejaron pasar sin ningún problema.

En la sala lograron ver a un hombre que los esperaba sentado en unos de los sillones. Ambos se acercaron rápidamente al hombre que estaba cubierto por un poco de sangre, eso alertó a ambos, Chinami fue la primera en hablar.

—¿Dónde está mi hijo?—dijo con desesperación, no le importaba nada más que saber si estaba bien.

Takeda se levantó de su asiento lo más calmado posible lo que alteró aún más a la mujer y antes de que ella pudiera decir algo Takeda comenzó a hablar.

Guardaespaldas (Kagehina)Where stories live. Discover now