Capítulo 40

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Hinata se despertó en la celda encadenado. Se sentía desorientado, no sabía que había pasado cuando se desmayó. Miró a su lado, hacia el lugar en donde debería estar Kageyama, pero él no lo estaba ahí.

—Vaya, por fin despiertas, creí que nunca lo harías—dijo una voz. Pudo ver como uno de los guardias lo miraba desde afuera de la celda apoyado en los barrotes.

—¿Kageyama?—fue lo que dijo con su voz rasposa, el hombre lo miró y negó con la cabeza. Hinata se dio cuenta que solo había uno de ellos, el que lo había llevado a aquella habitación, pero el que había llevado a Kageyama no estaba en su lugar.

—No sé a qué lugar lo llevaron—dijo encogiéndose de hombros, abrió la puerta y de algún lugar sacó una pequeña botella de agua, Hinata no sabía lo sediento que estaba hasta que vio el agua moverse dentro de la botella—Bebe cuanto puedas, estuviste dormido al menos tres horas.

Hinata tragó con desesperación cada gota de agua, incluso llegó a ahogarse un par de veces. Cuando el contenido de la botella había desaparecido por completo el hombre guardó la botella y salió de la celda para volver a apoyarse en los barrotes.

Lo único que Hinata lograba ver de la cara de ese hombre eran sus ojos, que eran de un color verde musgo, y al lado de sus ojos tenía ligeras arrugas que delataban un poco su edad.

—Gracias—dijo mirando al hombre, este asintió y ambos quedaron en silencio. Algo comenzó a incomodar al pelinaranja—¿Puedes repetirme cuánto tiempo estuvo inconsciente?

—Casi tres horas—dijo mirando un poco extrañado al chico encadenado.

Si llevo dormido tres horas y Kageyama no ha regresado... ¿Qué están haciendo contigo Tobio?

Pequeñas lágrimas comenzaron a bajar por sus ojos. Estás a diferencia de las que había soltado anteriormente, eran silenciosas, no hizo ningún ruido. Quería ver a sus padres, quería no haberse quejado tanto de la escuela, quería salir de ahí, quería ver a Kageyama sonriendo en su dirección y sentir sus brazos alrededor de su cuerpo cuando hacía frío, o cuando tenía alguna pesadilla.

Unas pisadas comenzaron a escucharse por el pasillo, el ruido de las cadenas hacía eco. Hinata levantó su mirada y esperó ver a Kageyama siendo tironeado por las cadenas, pero eso no fue lo que vio. Sus ojos se abrieron y las lágrimas salieron con más ferocidad, de su boca no salió nada más que un jadeo.

El guardia llevaba a cuestas a Kageyama, no podía ver su rostro, pero sus brazos y lo que quedaba a la vista de su espalda, al igual que su costado, estaba totalmente cubierto de golpes que aún tomaban color.

—Abre la puerta—dijo con voz ahogada el hombre que cargaba a Kageyama, el otro guardia hizo lo que dijo, el soldado entró y soltó al azabache como si fuera un costal de papas lo que hizo que Hinata intentara abalanzarse sobre él. Haciendo caso omiso a Hinata encadenó al ojiazul, su rostro estaba del lado contrario, por lo que no podía verlo, el guardia seguía dentro de la celda cuando comenzó a quejarse—Dios, tuve que cargarlo todo el camino, se desmayó saliendo de esa habitación.

—¿Qué le hicieron allí?—dijo Hinata con lágrimas en sus ojos, el hombre sonrió de manera maliciosa y habló con un tono cargado de burla.

Perro loco le dio una paliza a tu amigo—dijo, el pelinaranja estaba confundido, observó la mirada del otro guardia y por su expresión supo que algo estaba mal.

—¿A qué te refieres con eso?—preguntó mirando a ambas personas con el ceño fruncido.

—Solo te diré que si ese chico sigue vivo después de ver a Perro loco es porque Oikawa no quiso que lo matara, cualquiera que ve a ese chico no vive para contarlo—dijo haciendo que la respiración de Hinata se detuviera por un momento.

Guardaespaldas (Kagehina)Kde žijí příběhy. Začni objevovat