Conexión

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Siempre he estado acostumbrada a ser la que da las órdenes. Desde niña nadie me puso límites. Jamás me acostumbré a treguas, o rendirme a las peticiones de otros y con el recuerdo de la voz de Demian en mi mente y mi presa a poca distancia... entendí que si no frenaba mis actitudes, ellas se convertirían en mi perdición.

Es complejo saber qué es lo correcto y que tu instinto te ordene algo contrario. Cuando estuve sobre su cuerpo y su olor invadió mis fosas nasales, me concentré en sus ojos color avellana. Mi propósito era conseguir una razón para no asesinarla y su mirada era cálida. Su esencia, al tenerla tan cerca, no me hacía odiarla sino que me inspiraba protección.

Quise saber por qué teniendo descontrol de mi ser cuando me convertía en lobo, con ella llegaba la calma. Ni siquiera con Grace o con Cayden.

Siendo un lobo desconocía la cordura, pero Olivia Stone me miraba y las tormentas internas se desvanecían como si nunca hubiesen existido.

Te pedí que no la mataras y caíste en su encanto. Los depredadores más peligrosos como nosotros dos, sucumben ante su presencia y los engaños que su seducción avala, son inmunes a las fuerzas de nuestros pensamientos. Ten cuidado —Demian Page volvió a mi mente para advertirme.

—Mi alma escogió a Grace, es imposible que caiga en ningún tipo de seducción. Ya tengo a mi mate.

Olivia Stone supera las elecciones de tu alma y debo decirte que ahora sí, estás en peligro —Demian me miró con tristeza y antes de desaparecer de mis pensamientos añadió—: Una vez que la amas, no puedes dejarla de amar. Es un sentimiento que regresa. El amor hacia Olivia siempre vuelve a ti —fue lo último que dijo, y me concentré en verla.

Olivia no parecía tan mala. Su rostro era frágil, su piel parecía la de una muñeca de porcelana. Lideraba un castillo y su propósito era incorrecto, pero, ¿todos nos hemos equivocado alguna vez no? Sus labios de color carmesí no eran los más lindos. Su belleza no era como la que a todos les gusta. No era común y mientras me perdía tratando de descifrarla, el tiempo se paró.

Volví a mi forma humana y a nuestro alrededor había calma. Ningún disparo, nadie peleando. Mi manada obedecía a las señales que yo, de forma inconsciente, les estaba enviando. Olivia al parecer también podía comunicarse con los suyos porque lo que iba a ser un día de guerra, se transformó en silencio.

Mi cuerpo humano estaba encima del suyo y el letargo de su mirada no me pedía una retirada. Tuve que exigirme obedecer, pero era como si un imán me atrajera a ella. Su mirada me detallaba, había luz en sus ojos, una luz que nació de mi contacto. Ella tampoco quería que me apartara. Respiraba con dificultad, no tenía miedo, sentía curiosidad y deseo, pero también una energía de duda. Parecía tan confundida como yo.

Sin dejar de mirarla me levanté poco a poco y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba desnuda.

Su gente se apresuró a socorrerla, pero ella se los impidió. Se puso de pie y una vez arriba extendió su mano hacia el guardia de seguridad. Segundos más tarde le entregaron un saco blanco idéntico al que ella llevaba puesto, con la diferencia de que el suyo era negro. La vi acortar la distancia para estar a escasos centímetros de mí y dejé de pensar. No entendía qué me estaba pasando, cómo pasé de odiarla a sentirme de un modo tan extraño.

Extendió el saco hacia mí y me puse de espalda dejando que me cubriera con él.

—Candace vivirá si es tan importante para ti.

—August también vivirá.

—August también si es lo que quieres, pero el nuevo orden mundial no es benevolente. Es necesario que la debilidad no forme parte de nosotros si queremos vencer en la gran guerra.

Siempre vuelvo a ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora