Ella es tu mate

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9 AÑOS
ANTES

La noche había sido de gritos intensos. La visita del padre de Grace determinaba peleas y para nosotras, siendo niñas, representaba un trauma. Mi madre siempre me decía que era necesario, hasta que le pedí que no me facilitara excusas, que al final nada de lo que dijera cambiaría el desprecio que iba y venía hacia ella. Era verdad, a pesar de saberla culpable de mis desgracias, de algún modo inexplicable, seguía amándola. Dicen que del odio al amor hay un solo paso, yo creo que a veces amas lo que odias y viceversa. Eso sentía por Andrea, odio y amor.

—Me gusta cuando me dejas dormir contigo —Grace se recostó en mi pecho sabiendo que pondría música. La misma estrategia para dispersarla de la realidad, aunque no pudiera tener música para calmar sus pesadillas.
—No te acostumbres.
—Tonta.
—Tú más.
—Perdóname por lo de mi papá y por todo lo que le hace a Andrea —se estaba disculpando de algo que no había hecho mientras dejaba cosquillas por mi brazo. Los gritos seguían adornando nuestra atmósfera y necesitaba que parara.
—No escogiste tener un padre tan malo, al parecer lo único bueno que hizo fue tenerte a ti.
—Y casarse con Andrea sino no tendría una almohada tan rica como tú —contestó Grace, pegándose más a mí hombro en un intento por conseguir el punto exacto de confortabilidad—. Escoge la música que quieras, cuando duermo contigo siempre duermo bien —anunció y enseguida le di play.

Quería que se apagaran los gritos. Que la voz de Andrea no me atormentara. Era su decisión, ella quería eso. Ella lo había elegido. Podíamos irnos y pedir la custodia de Grace demostrando su maltrato. Solo entonces yo hablaría sobre lo mucho que me violó. Mi madre rechazaba ir a la policía y no debía dolerme sentir su dolor. Que injusto no poder controlar lo mucho que amamos. Me dolía que sufriera a pesar de que hubiese sido ella la que lo prefería así.

Acaricié la frente de Grace y no tardó nada en caer rendida. Mi primera opción fue levantarme, pero me apretaba con fuerza como si supiera que apenas la viera dormida me iría al sofá.

Intenté que su personalidad no fuera tan hermosa ante mis ojos. Que sus deseos no fueran todo lo que yo quisiera cumplir. Tenía once años y a pesar de la fuerte convicción de cuidarla, todavía luchaba contra el amor. No quería amarla, no quería herirla, no quería traicionar su confianza y quererla en secreto me parecía traición.

No podía dormir. Saberte aislado de lo que lastima no evita que siga lastimado. Dejar de escuchar los gritos no eliminaba su existencia. Los pensamientos se acumulaban. Tenía una ira creciendo como una semilla fértil y yo era el campo. Yo era ese lugar donde se iba gestando la flor de la venganza, pero ni siquiera era consciente de eso.

Las horas pasaron lento hasta que por fin me levanté.

— ¿Te vas? —me preguntó Grace, apenas intenté pararme de la cama sobre las tres de la mañana.

—Tengo que hacer algo —le dije, sintiendo como me jalaba de la mano para llevarme de nuevo a la cama.

Tengo que tener paciencia, pensé, acostándome a su lado.

—Necesito que me dejes ir —me levanté sin pensarlo poniéndome de pie.

—Tienes una cita con ella y esa cita es para hablar de mí, ¿vas a llevarme? —Grace bajó de la cama para pararse frente a mí—. Déjame ir contigo, Katherine. Siento que tengo que verla personalmente.

—Eres una niña y yo estoy a cargo.

—Ya sé que estás a cargo, pero quiero ir contigo, por favor. Además, solo me llevas dos años y unos meses, esa actitud de mandona ¡es fea! —se quejó.

—Casi tres años y la respuesta es no —la aparté hacia un lado y abrí la puerta de su cuarto. Había dormido con ropa, literalmente ni había dormido. Estaba ansiosa por esa reunión y lo que significaba.

Siempre vuelvo a ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora