Grace Baker

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Tuve un mal presentimiento desde que abrí los ojos. Grace se había ido al instituto sin despedirse. Pensé en ir a buscarla y arreglar las cosas, pero un carro aguardaba fuera de mi casa con la música a todo volumen. Ivanova y Eva cantaban desde el asiento trasero, mientras que una chica de piel canela, ojos marrones, y cabello castaño oscuro con reflejos claros, conducía el auto. Supuse que era una modelo nueva y me monté en el asiento de copiloto sin hacer preguntas.

—Gia —me extendió la mano, dejando un beso en cada una de mis mejillas—. Espero hacer que tu trabajo sea más placentero —se puso sus gafas de sol y aceleró el carro, su perfume se impregnó en mí. El olor era esquicito, pero se había puesto demasiado.

Pensé en la posibilidad de que me gustara otra mujer, pero excepto mi enamoramiento imprudente hacia Grace, prefería a los hombres.

Saludé a las otras chicas tratando de contagiarme de su felicidad. Vivir el sueño, ser jóvenes y tener fama. Sentirnos "plenas" por ser el objetivo principal de la prensa y recorrer el mundo viendo nuestra cara en todos lados. Las modelos con las que había trabajado amaban lo que hacían y yo, que siempre estuve a la delantera con los mejores contratos, tenía la sensación de no estar en el lugar adecuado.

Lo único bueno de mis viajes era la condición que había puesto de niña. "Yo modelo si mi hermana va conmigo a cada lugar". "Ustedes quieren mi cara y yo exijo que Grace viaje a mi lado, lo aceptan o me dejan ir". Era pequeña, pero el autoritarismo estuvo allí siempre, claro, con una sola excepción que ya todos conocemos. Con Grace me volvía estúpida y torpe, por eso la tenía tan malcriada.

Respiré profundo tratando de sacarla de mi cabeza, pero cada vez que nos alejábamos quería devolverme. Una excusa para decirle que no se fuera con Brandon, que viajara conmigo. La conocía, Grace molesta era lo más testarudo del universo. De ningún modo vendría conmigo, ¿entonces, por qué no podía alejarme en paz? Codependencia, la llamarían los psicólogos. ¿Tóxica? Quizás me había vuelto tóxica o asesina, porque cada vez que pensaba que Brandon iba a follársela... inventaba nuevas formas de hacerlo desparecer.

Me concentré en mi realidad: Dos mujeres que eran más ego que personas y Gia, atractiva y empoderada, de esas que saben cómo jugar con su poder.

Intenté relajarme recostándome del asiento, pero sentir su mirada atravesarme, me resultó incómodo. 

—¿Te gusta?

—¿Qué cosa?

—Tu vista... porque me miras más a mí que al camino —expresé.

— ¿Estás insinuando que estoy interesada en ti? —Gia se estaba haciendo la tonta.

—No pensé que fueras de las que se avergüenzan de comerse al pez después de lanzar el anzuelo.

—Muy bien... —volvió a su actitud desafiante, quitándose los lentes y aprovechando el semáforo para concentrar su vista en mí—: Soy de las que adquiere cualquier cosa que le guste y en este caso, estás de suerte, al menos por este viaje, ¡te quiero a ti! —afirmó con mucho énfasis y por unos segundos nos desafiamos con la mirada.

—Siento cierta tensión sexual entre ustedes, mi profesor de consciencia espiritual dice que tenemos que liberarla. ¡Dejen salir el deseo y no se frenen! —exclamó Eva, al tiempo en que las otras chica atendía una llamada.

—Deberíamos hacerle caso a como sea que se llame.

—Se llama Eva —le respondí a la insoportable.

—No te lo pregunté y me pareces hermosa , pero... trata de hablar solo lo necesario, me gustan más mujeres calladas —aseguró Gia, sin dejar de conducir.

Siempre vuelvo a ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora