Verdades

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Sería fácil decirles que cuando probé sus labios no fue especial, pero estaría mintiéndoles. Quisiera ser una buena mentirosa y hablarles sobre aquella noche donde se cumplió un sueño, pero no resultó siendo lo que soñaba. Porque intenté controlarme y me ganó el deseo, y cuando el deseo te gana caes en el egoísmo de quienes piensan más en sus propios intereses que en los de la persona que amas. Pero no pude frenarme y sentirla tan cerca implorándome que continuara, me hizo creer que era así, que realmente era lo que Grace quería. Confundimos nuestros sentimientos para justificarnos, pero ella estaba drogada y así no debió ser.

La mañana siguiente la incomodidad era palpable. Cuando me desperté Grace no estaba en la cama. Justin había sido despedido de la agencia y al parecer, solo me estaban esperando para irnos.

Me subí en el carro con la sensación de querer retroceder el tiempo, pero no se puede. La imagen de nosotras, de mis dedos sobre su cuerpo, de la sensualidad desbordante de la niña que había cuidado durante mi vida, sus besos y la manera en la que mordí su cuello, lograban torturarme. Mi mente no paraba de repetirnos y yo me sentía una imbécil por haberle hecho eso. Le quité la virginidad de una manera tosca, y a pesar de haber sido así, se sentía lo contrario. Se sentía como si fuese ella quien me la hubiese quitado a mí.

Grace tenía una bufanda y sus auriculares puestos. El frío la estaba matando y en Londres había comenzado a nevar. Tenía la cabeza recostada de la ventana y sabía que estaba huyendo de mí. Incluso aunque eso significara congelarse. La vi morderse el labio cuando Gia me pidió sentarme de copiloto y supe que se contuvo de decir algo cuando empuñó su mano. Lo más oportuno era que le diera su espacio. Así que acepté.

Tuve razón. Durante el camino no me dirigió la palabra, mientras Gia, se mostró amable y me dijo que había sido muy valiente porque no todas las mujeres se enfrentan a los hombres. Pude haberle dicho que pasé años dejando que una persona forzara mi cuerpo. Que no era tan valiente y que todavía no sabía cuidar de mí misma, solo de Grace. No dije nada y continuamos el viaje.  Durante el trayecto casi nadie habló.

Al llegar, Grace pidió que le dejaran en casa de Brandon. No supe por qué tanta gente estaba alrededor de su patio. Tampoco invité a Gia a que se quedara. No pude pensar cuando Brandon la recibió abriéndole la puerta como un caballero, y ella se lanzó a sus brazos dándole el mejor beso de la historia. Me imaginé que quería borrarse mi sabor y por un segundo dejé de razonar. Quise irme encima de él como si fuera el culpable de unos sentimientos confundidos que necesitaban descargarse con alguien, para no odiarse a sí mismos.

—Cada quien decide sus pasos... —comentó Gia, apretándome el brazo y haciéndome permanecer en el carro—: Ayer decidiste que ella es lo que amas, y hoy, ella decide que lo ama a él. Cada quien es libre de equivocarse como quiera —soltó mi agarre y sin despedirme bajé del carro.

El beso de Grace y Brandon seguía firme. Se estaban comiendo la boca y hasta se veían sus lenguas lo que me parecía asqueroso. Iba a empujarlo para que dejara de besarla guiándome por un impulso que podía más que mi cordura.

—De eso nada —me abrazó Candace en medio camino y fue como si estuviese enterada de mis sentimientos. No necesité decirle que me sentía utilizada. Que nos habíamos usado mutuamente, que había perdido la virginidad conmigo y que para ella "No había sucedido nada"—. ¡Recuerda nuestra regla de no llorar en público! Sigue abrazándome y te diré cuando dejen de besarse. Lo más seguro es que Brandon venga a saludarte, así que lo saludarás amablemente y le dirás que te estás cagando —No pude evitar reírme y sirvió para controlar mis lágrimas—. ¡Tu hermana quiere tragárselo! —Comentario que no ayudó, pero sin duda, era el beso más largo de la historia—. ¡Listo! Finge normalidad —fue su última sugerencia y me soltó.

Siempre vuelvo a ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora