Siempre voy a rescatarte

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Por más que intente explicarles por qué terminé enamorándome de todo lo que no podía amar... es imposible. Es imposible hasta nombrarlo, hasta decirles por qué comencé a sentir lo que sentía o cómo cada día que pasaba la amaba más. Intentaba marcar distancia, pero Grace la rompía en pedazos. Quería protegerla desde afuera, sin entrar en su mundo, sin perpetrar en su vida, sin que fuera más difícil irme, pero Grace... ella lo hacía más complicado.

—Charter, móntate en el carro —puntualizó.

—No voy a ir —respondí, desconcertada cuando abrí la puerta de la casa gracias al escándalo que tenían.

Las cornetas de la camioneta no cesaban. Mi mejor amiga Candace estaba en el puesto del piloto y Ashley en el copiloto.

—¡Móntate en el carro Kathe! No sé para que te esfuerzas si siempre haces lo que digo —soltó Grace, guiñándome el ojo con toda la intención de sacarme de quicio.

—¡Charter mueve el culo y móntate que nos esperan horas de viaje! —gritó Candace.

—Te dije que no quería celebrar mi cumpleaños.

—¿Y desde cuándo me importa lo que tú digas, Charter? —volvió Grace tratando de acabar con mi paciencia y guindándose de mi cuello en un abrazo de los suyos.

—¡No voy a ir! Ni siquiera me preguntas si quería —le dije, en vano, porque al final no sé si fue su mirada o si lo hice para que dejara de abrazarme, pero de cualquier modo terminé en el carro.

—¡Ashley siéntate atrás! —ordené y mi amiga enseguida iba a bajarse, pero Grace no lo permitió.

—¡Ashley se queda adelante y tú vas a sentarte conmigo atrás! ¡Vamos a celebrar tu cumpleaños Charter, pero tienes que dejar de ser tan mandona! —me empujó al interior de la Rolls-Royce Cullinan y se lanzó sobre mí dejándome completamente pegada a la puerta.
—¿Qué se supone que haces? ¿Puedes respetar mi espacio personal? ¿Qué parte de que odio celebrar mi cumpleaños no entendiste? —le dije indignada y sentí como Candace piso el acelerador alejándonos de mi casa y pegando su cuerpo al mío. Aceleró tan fuerte que Grace cayó sobre mí.

Nuestras caras quedaron más juntas de lo que me hubiese permitido. Ashley le dio play a una canción sin saber que Grace comenzaría a cantarla acercándose a mi rostro. Y allí estamos, extendidas en el asiento trasero de una camioneta rumbo a un cumpleaños que confundiría más mi vida. Con "Living Proof - Camila Cabello" de fondo y con el amor de mi vida que nunca podría vivir.

Una canción que nombró un instante. A Grace tan cerca y a mí tan atontada. A ella cantándome como si fuera gracioso y a mí tratando de conseguir la manera correcta de respirar.

Y se sentía así.
Como un puto coro cantando "Aleluya"
y ella como la reina de los ángeles.
Y se sentía así...
como si pudiera darle un color a cada sentimiento. Y de pronto me gustaron los colores claros solamente por verlos en sus ojos.
Y quería decirle "apártate", pero me enamoré de un momento que iba a acabarse.
Así como me enamoré de alguien
que nunca me iba a amar.

Ya no tenía manera de devolverme y yo que siempre he querido huir, por primera vez quería la seguridad de mi cuarto. O cualquier pared que me separara de la cercanía de Grace.

Escuchar su voz y sentirla siendo feliz era bastante nuevo. Grace vivía en su propio mundo. Ella jamás nos acompañaba a fiestas. Prefería el jardín y andar en bicicleta, prefería caminar por la playa o simplemente quedarse toda la noche viendo la chimenea de la casa. Era extramente atractiva, pero no de esas que lo utilizan a su favor. Al contrario, su problema era que se sentía fea. Grace tenía algo diferente y podía ser cualquier cosa siempre que lo quisiera como en ese cumpleaños que era la niña que me cantaba. La niña que me miraba con esos ojos grises y tomaba mis manos para extenderlas por el aire y luego decirme...

Siempre vuelvo a ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora