—No. Aunque no me vendría mal una, porque perdí la vieja hace mucho tiempo... No, miren...–metió la mano con la que no sujetaba con firmeza a Trevor en su mochila y, tras hurgar un rato, sacó una cosa que parecía un pequeño cactus gris en un tiesto, aunque estaba cubierto de forúnculos en lugar de espinas.

—Una Mimbulus mimbletonia —dijo con orgullo—. Es muy, muy rara —afirmó Neville, radiante—. No sé si hay alguna en el invernadero de Hogwarts. Me muero de ganas de enseñársela a la profesora Sprout. Mi tío abuelo Algie me la trajo de Asiria. Voy a ver si puedo conseguir más ejemplares a partir de éste.

—¿Hace... algo? —preguntó Harry.

– No sé qué decir al respecto –Cassie frunció el ceño mirando con detenimiento la planta.

—¡Hace un montón de cosas! —exclamó Neville con orgullo—. Tiene un mecanismo de defensa asombroso. Mira, sujétame a Trevor...

Entonces puso el sapo en el regazo de Harry y sacó una pluma de su mochila. Los saltones ojos de Luna Lovegood volvieron a asomar por el borde de su revista para ver qué hacía Neville. Éste, con la lengua entre los dientes, colocó la Mimbulus mimbletonia a la altura de sus ojos, eligió un punto y le dio un pinchazo con la punta de su pluma. Inmediatamente empezó a salir líquido por todos los forúnculos de la planta, unos chorros densos y pegajosos de color verde oscuro. El líquido salpicó el techo y las ventanas y manchó la revista de Luna Lovegood; Ginny y Cassie que se habían tapado la cara con los brazos justo a tiempo, quedaron como si llevara un viscoso sombrero verde, y Harry, que tenía las manos ocupadas impidiendo que Trevor escapara, recibió un chorro en toda la cara.

Neville, que también se había manchado la cara y el pecho, sacudió la cabeza para quitarse el líquido de los ojos.

—Lo..., lo siento —dijo entrecortadamente—. Todavía no lo había probado... No me imaginaba que pudiera ser tan... Pero no os preocupéis, su jugo fétido no es venenoso —añadió, nervioso, al ver que Harry escupía un trago en el suelo.

– Eso es reconfortante, creo –la castaña arrugó la nariz.

En ese preciso instante se abrió la puerta de su compartimento.

– ¡Oh..., hola, Harry! –lo saludó una voz– Hum..., ¿te pillo en mal momento?

Harry limpió los cristales de sus gafas con la mano con la que no sujetaba a Trevor. Era Cho Chang, la buscadora del equipo de quidditch de Ravenclaw. Cassie fulminó con la mirada a la asiática, las miradas que se dedicaban le
causaban revoltijos en el estómago.

—¡Ah, hola...! —respondió Harry, desconcertado.

—Humm... —dijo Cho—. Bueno... Sólo venía a decirte hola... Hasta luego.

Y con las mejillas muy coloradas cerró la puerta y se marchó.

– No tenía idea que Cho y tú eran amigos –repuso Cassie con indiferencia, intentando no mirar a Harry.

– Ni yo.

Ron y Hermione llegaron luego, al cabo de una hora. Los ahora prefectos, comenzaron a relatar su experiencia. La puerta del compartimiento se abrió, era Draco Malfoy sonriendo con suficiencia, junto a Crabbe y Goyle

– ¿Qué? –le espetó Harry agresivamente antes de que Malfoy pudiera abrir la boca.

– Cuida tus modales, Potter, o tendré que castigarte —dijo Malfoy arrastrando las palabras; su lacio y rubio cabello y su puntiaguda barbilla eran iguales que los de su padre. Lucía mucho más maduro que el año anterior.– Mira, a mí me han nombrado prefecto y a ti no, lo cual significa que yo tengo el derecho de imponer castigos y tú no.

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 ✓Where stories live. Discover now