18. El espectáculo

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"Están cerca" anunció Jun.

Los párpados de Ryuu se alzaron y sus ojos se clavaron como dagas en la puerta. Tenía el pelo revuelto y la respiración ligeramente agitada. Yuna le había preparado una infusión para aliviar el dolor que resultó tener efectos somníferos y hasta ese momento ni siquiera se había movido.

Con un gruñido se sentó derecho, recuperó su espada y de inmediato examinó la habitación, tratando de romper la inercia propia del sueño.

"Dónde está?" preguntó.

Jun se recostó contra el marco de la ventana para recuperar el aliento que había perdido dejando atrás a los soldados. Por si fuera poco, ya llevaba más de cinco horas corriendo de una casa a otra, haciendo recados para el nuevo emperador. Le dolían las piernas, los brazos, la cabeza. Usualmente dormía de día y trabajaba de noche, pero esa vez en ninguno de los dos horarios podría darse el lujo de descansar.

"Yuna salió a atender a sus animales" contestó. "Haiden la siguió mientras repasaba por enésima vez su maravilloso plan. La pobre mujer intentó quitárselo de encima, pero no tuvo éxito. La compadezco."

Ryuu se acomodó la ropa. Su kimono continuaba abierto, dejando al descubierto las vendas que recién le habían cambiado. Se puso de pie con dificultad y trató de recuperar la movilidad de la pierna herida. Estaba rígida como un tronco y por lo visto le dolía apoyarla. Ajustó las vendas para que no le molestaran y se dispuso a salir de la vivienda.

Jun carraspeó.

"Ningún soldado va a reconocer a Haiden, demonio. Mucho menos con la pinta de vagabundo que tiene en este momento. Sin embargo, en tu caso no creo que les cueste tanto esfuerzo hacer la asociación correcta. Estás en busca y captura desde el día que cortaste la sagrada piel de ese cobarde."

Ryuu se detuvo antes de abrir.

"Quedarme aquí tampoco es una opción."

"Por supuesto que no. Ya llevan un rato tocando puertas. Está zona es la siguiente y como dije antes, están a puntos de llegar. Tenemos que irnos de inmediato si no quieres que se repita el evento del sendero."

Ryuu negó. Sus rizos se sacudieron y él los aprisionó detrás de sus orejas.

"No lo voy a dejar solo" dijo.

"Eso ya lo sé, demonio, pero una cosa es irte del pueblo y otra muy distinta es quedarte aguantándole la mano para evitar que se meta en problemas. Haiden ya no es un niño y esta idea le pertenece" Jun se separó de la ventana y se estiró para aliviar los dolores. "Vamos a estar cerca. En algún lugar desde donde podamos intervenir si el plan del príncipe falla y los soldados empiezan a cortar gargantas."

"Qué lugar sería esa?"

"Un techo, una casa cerca del sitio donde los están reuniendo, ya veremos. Pero tiene que ser ahora. Si seguimos charlando vamos a ser las primeras caras que verán esos cretinos al echar abajo la puerta"

Ryuu no se movió, debatiéndose entre las dos opciones.

Ver a ese hombre indeciso ponía a Jun de mal humor. Era como ver a un maestro equivocarse durante una lección, o a un general esconderse en pleno campo de batalla. Los demonios no debían actuar así. Sin embargo, para su propio asombro, Jun también encontró cierta ternura en su actitud sobreprotectora.

"Ryuu" señaló hacia la ventana. "Con esa pierna te va a costar seguirme el ritmo y no vamos sobrados de tiempo."

Ryuu apretó la espada y finalmente tomó una decisión. Colocó la espada en su fajín y caminó hasta Jun.

El emperadorWhere stories live. Discover now