11. Un plan

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"Otra vez"

Yoshio se alejó y levantó la espada. Haiden estaba inclinado hacia delante, con las manos en los muslos, jadeando como una bestia herida y goteando sudor a chorros. Si las miradas hubiesen llegado a matar, la cabeza del viejo habría reventado desde que comenzaron a practicar juntos. Pero como no era el caso, Haiden no tuvo de otra que recoger su espada y volver a intentar el movimiento que el viejo le estaba enseñando.

Habían pasado diez días de esas dos semanas que Ryuu tenía que esperar para poder ponerse en marcha. Durante cada uno, desde que salía el sol hasta que se perdía en el horizonte, los combates en el patio mantenían a todos entretenidos. La residencia de Yoshio era más bien un refugio. Sirvientes, espías y sus respectivas familias, vivían con ellos en la enorme villa. Trabajaban para él gustosos de poder mantenerse alejados de la guerra, evitando así seguir el mismo destino que los otros miembros del clan habían seguido. Los adultos se mantenían ocupados la mayor parte del tiempo, pero los niños no tenían nada mejor que hacer que ver al general de sesenta y tantos años pisotear el orgullo de ese joven aprendiz. Por eso, cuando Haiden volvió a equivocarse y fue empujado contra la tierra, las risas de los chiquillos llenaron de alegría el patio.

"Otra vez"

Daba la impresión de que eso era todo lo que Yoshio sabía decir. Lo repetía constantemente y ya para el tercer día, su público se había aprendido el lema. No más lo veían apuntar la espada hacia Haiden, gritaban a coro con el general. A Haiden, obviamente, no le sentaba bien ser el hazmerreír de la casa. Sus mejillas se sonrojaban cada vez que lo ponían en ridículo y una maldición abandonaba sus labios al estallar las risas de los niños. Cuando eso pasaba, sus ojos volaban sobre Ryuu y por unos segundos, se podía leer perfectamente el pensamiento que daba vueltas en su cabeza: todo esto es culpa tuya.

Lo era y para nada le molestaba ese hecho. Conociendo a Haiden, si Ryuu no hubiera puesto esa condición y se hubiera tomado la molestia de repetírsela todos los días, habría dejado de practicar con el viejo desde la primera discusión que sostuvieron. La primera de muchas, cabe destacar. Haiden era consciente de que Yoshio le estaba haciendo un favor, era consciente de que para aprender tenía que escuchar, era consciente de que ya no era un niño de nueve años, pero nada de eso importaba cuando el viejo comenzaba a gritarle barbaridades.

Tanto Hiroko como Yoshio sabían que se trataba del hijo del emperador, Haiden se había dado cuenta y había dejado de disimular enfrente de ellos, pero para los demás en la residencia, tenía que mantener las apariencias. Y quizás por eso no se medía lo más mínimo a la hora de responder a esas barbaridades con otras que jamás deberían haber salido de la boca de un emperador.

"No aguantó más" gritó. "No soy un jodido militar, me canso y mira" le mostró las manos a Yoshio. "Ves esto? Callos. Jamás en mi vida había tenido yo callos en las manos"

Los niños comenzaron a reír de nuevo. Yoshio no. Miró las manos de Haiden y negó.

"Si sigues quejándote como un mocoso malcriado voy a dejar de enseñarte y cuando Ryuu te deje amarrado a una de mis malditas columnas, voy a asegurarme de que nadie te desate hasta que el sol te haya convertido en un pedazo de carbón" lo amenazó.

"Eso no va a pasar" posó sus ojos sobre Ryuu. "Ya he mejorado bastante, no puedes dejarme con este viejo insoportable"

"Te quedan cuatro días, no pierdas tiempo gritando y haz lo que dice Yoshio" le dijo.

"Eso intento, pero no es fácil concentrarse con todos esos chiquillos mirando" dichos chiquillos volvieron a reír. Haiden los fulminó con la mirada y continuó. "Tú tampoco estás ayudando. Me pones de los nervios ahí sentado. No deberías estar haciendo reposo?"

El emperadorWhere stories live. Discover now