Capítulo 39

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No pude controlar el tiempo que llevábamos en el coche, ya que a mitad de camino me quedé dormida, pero notaba que los rayos de sol no tocaban mi cuerpo y comenzaba a sentir frío. La música relajante contribuyó bastante a este proceso.

-Lucy, despierta. –sentí una presión sobre mi brazo.

-¿Qué pasa? –contesté algo desorientada.

-Hemos llegado. –la voz de Jack entraba dulcemente por mis oídos.

-¿Puedo quitarme la venda?

-No, quiero que escuches antes de que veas nada, que sientas más intensamente. –su voz era lenta y con varios matices sensuales. Si quería llevarme a la locura, lo estaba consiguiendo.

Al principio no escuchaba nada, por lo que deduje que estábamos en un lugar cerrado o lejano a los ruidos de la cuidad, pero me concentré algo más en mi sentido auditivo y percibí el sonido del agua.

-¿Estamos cerca del agua?

-Caliente. –contestó Jack con una ligera risa.

Me concentré algo más, si estábamos cerca del agua había dos opciones, que fuese una playa y en el suelo hubiese arena o que estuviésemos en un lago y en el suelo hubiese vegetación típica del bosque. Me agaché con mucho cuidado y palpé el suelo. Estaba húmedo lo cual confirmaba mi teoría de que estábamos cerca del mar, también sentía pequeños filamentos que me hacían cosquillas en la palma de la mano.

-¿Estamos en un lago? –me levanté mientras hacía la pregunta.

-Ardiendo. –sentí su mano sobre mi cintura. Estaba loca de ganas por besarle y quitarme esta estúpida venda que él había decidido ponerme. Su mano subió a mi vientre y yo llevé la mía hacía ese sitio para encontrarme con la suya y entrelazarlas. Se sentía tan jodidamente bien, su piel contra la mía aunque solo sea el tacto de su mano. Sentir el aire rozándonos, levantando levemente el vuelo de mi falda, haciendo que todo esto pareciese una película de comedia romántica en la cual nadie sufría y todo el mundo era de color rosa. La otra mano libre que Jack tenía fue directamente hacía mi mejilla, bajando a mi cuello haciéndome caricias en toda esa zona, subiendo y bajando.

-Me estas torturando. –me quejé mientras reprimía un gemido.

-No lo hago, simplemente me aseguro de que recuerdes este momento.

-Lo haría mejor si pudiese mirarte.

-Todo a su debido tiempo señorita Brooks. –susurró contra mi oído.

-Ese tiempo debería ser ahora. –repliqué. No me gustaba la situación, me ponía de los nervios el no poder controlar absolutamente nada.

-Hemos pasado tanto tiempo, 21 años para ser exactos, pensando en lo que debíamos y no debíamos hacer.

-Jack. –protesté nuevamente.

-Te estás comportando como una niña pequeña. –sentía que ahora quitaba sus manos de encima de mí y por el sonido de sus pasos que estaba dando vueltas a mi alrededor.

-Tengo mis razones.

-¿Cuáles? –preguntó con su aliento chocando sobre mi oído.

-Porque estamos solos y no somos controlados por nadie, somos libre. Jack, tenemos la libertad en nuestras manos, no podemos desaprovecharla. Podemos hacer lo que queramos, darnos la mano, abrazarnos y besarnos sin miedo a que nadie no vea. Sin miedo, ¿te das cuenta de lo que eso significa?

-No me has convencido del todo. –dijo con tono de burla.

-¿No? Creo que los gestos son más convincentes que las palabras pero debido a que tengo los ojos vendados no puedo hacer nada.

-Un ciego también puede demostrar su amor mediante gestos. –con esa frase me dejo helada en mi sitio. No sabía cómo responder. Busqué su mano en el aire, inútilmente ya que no encontré nada. La impotencia que sentía era gigante. Era como pez fuera del agua. Seguí buscando, no me atrevía a dar un paso adelante por miedo a caerme. Un dedo rozó mi mejilla y rápidamente lo cogí. Seguí con mi mano, acariciando su brazo, llegando a su hombro. Di un paso hacia adelante para estar más cerca de él. Mi pecho chocó contra el suyo y creo qué notó mi respiración agitada ya que una pequeña risa ronca estalló contra mi oído. Con mi mano libre palpé su cara y fui en busca de sus labios, labios que adoraba sentir sobre los míos. Y finalmente después de tanta espera, colisioné sus labios contra los míos.

Dios, sentía una estampida de elefantes en mi estómago. ¿Cómo era posible que con tan poco pudiese hacerme sentir tanto? Sus manos viajaron por mi cadera la cual estaba cubierta por mi abrigo, ya que la temporada del año lo pedía.

-Lucy, me has convencido, pero antes de quitarte la venda necesito hacer algo. No te muevas. –sentí como se separó de mí y yo volví a mi soledad. La oscuridad no me gustaba. No me gustaba si no estaba Jack junto a mí. Sentía esto como una broma de mal gusto, sabía que no lo era, pero no podía evitar sentirme así. El agujero negro al que entré cuando tenía seis años del que más o menos conseguí salir cuando mis padres se divorciaron y él se vino a vivir a Londres, pero en el que volví a sumirme cuando decidí venir a Londres para cumplir mi sueño. Seguiría ahí sino hubiese sido por aquel mensaje directo que me mandó Zoella, sino hubiera sido porque Jack decidió pasarse esa mañana de verano en la cual lo vi por primera vez.

Unas manos se posicionaron detrás de mi cabeza, desatando el nudo de pañuelo. Cuando abrí los ojos vi una manta de picnic tirada en el césped, con velas alrededor y una cesta con lo que suponía que dentro había comida.

-Jack, esto es increíble. –dije casi en un susurro por la sorpresa.

-Solo quería crear nuestro rincón donde pudiésemos escaparnos por unos minutos aunque fuese.

-Te quiero. –con mis manos acuné su cara y volví a besarlo, esta vez dulcemente, dejando que su sabor perdurase en mi boca, queriendo mantener ese momento para siempre. Inmortalizarnos antes de que todo volviese a ir mal.

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LO SIENTO, DE VERDAD, PERDÓN POR TARDAR TANTO. TENGO UNA EXPLICACIÓN. Después de volver de Londres me centré en sacar las mejores notas que podía y me centré tanto que pasaban los días y no me daba cuenta de que no escribía y hasta hace dos semnas no volví a escribir, pero con tan mala suerte que ha tenido los finales y no he podido hacer nada para sacar tiempo e inspiración.

En serio, espero que me perdonéis y espero tener el próximo capítulo para el miercóles o el jueves.

Os quiere.

Trishexx.

Evenings in London | Jack HarriesWhere stories live. Discover now