Capítulo 27.

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p.o.v Jack.

Sabía que nada bueno podía salir de aquella reunión yo solo quería llevar a Lucy a ver las luces de navidad y sin embargo aquí estoy, subiendo las escaleras de esta mansión, a su lado, mientras  me espero lo peor de lo que haya en el piso de arriba.

-Si no quieres entrar todavía podemos escapar. –notaba que Lucy estaba aún más nerviosa que yo. Sabía que esto la iba a afectar más a ella que a mí. Era inevitable el daño hacía ella. Para ellos, yo era uno de los intocables, los “inmortales” por así decirlo. Si me hacían daño a mí o a cualquiera de mi familia, mi padre quitaría todas sus acciones dejando su empresa básicamente en la quiebra. El problema era que si le hacían daño a Lucy, yo lo sentía como si me lo hubiesen hecho a mí multiplicado por 1000. La puerta estaba enfrente de nosotros y con dos suaves golpes llamamos la atención de los que estaban dentro. Un adelante sonó desde dentro e hicimos caso a esa voz.

-Hola Lucy. –saludó Kenneth. En mis tripas se empezó a revolver algo, ese mal presentimiento surgió de nuevo. Quería escapar. Quería que la tierra nos tragase lejos de ellos, de quién nos podía hacer daño.

-Hola señor Smith. –contestó Lucy antes de que me pusiese a devolver allí mismo. Desde fuera podía parecer que estaba bien y hasta puede que pareciese que me sintiese conforme respecto a la situación pero todos sabíamos que me sentía de todo menos eso.

-Soy Jack Harries. –dije con todo el valor que tenía estrechando las manos de ambos empresarios.

-Encantados. Ambos. Soy Conor Brooks, el padre de Lucy. Y supongo que sabrás que esté es Kenneth Smith. Mi socio. –como para no saberlo. Tenía que inventar una excusa para que Lucy no sospechase sobre quién es mi familia.

-Sí, recuerdo haberlos visto en alguna revista en la que nombraban sus grandes aptitudes para los negocios. –esperaba que funcionase y que ninguno de los dos hombres le dijeran a Lucy la verdad. No al menos todavía.

-Espero que Lucy, te haya contado nuestro pequeño secreto; no queremos equivocaciones. –sentía otra vez algo removerse en mi interior, pero esta vez no era miedo, era ira.

-Sí, señor Smith, estoy al corriente de todo. –dije lo más calmado que pude.

-¿De nuestras pequeñas fiestas? –sinceramente yo no llamaría una fiesta a un “acontecimiento” en el que te dedicas a violar a chicas, aunque sea porque lo hacen por profesión. Sé que su hijo conoce esto, pero me pregunto qué haría su mujer si lo supiese. Si supiese que el hombre con el que está casada violó a una niña, a la cual podía afirmar que la tenía algo de cariño desde la lejanía, niña la cual solo tenía 6 años en ese momento.

-Lo sé. Lucy ha sido totalmente sincera conmigo. –cerré mis maños en dos puños, impotente, intentando no dejar que la ira se apoderase de mí.

-Entonces, -Kenneth se acercó a ella. Todos los presentes sabíamos que era capaz de cualquier cosa -¿no te importará que haga esto? –cogió su pelo a la altura de la nuca para que levantase la cabeza y la besó. La ira se estaba apoderando de mí y no puede evitar gruñir. Kenneth lo notó y sonrió. –Puedo hacer literalmente lo que quiera con ella. –se separó de ella. Pero sus palabras estaban dando el efecto que él quería. Estaba enfureciéndome y sí yo daba un paso en falso arruinaría todo. –Puedo tirármela delante de ti sin que puedas hacer absolutamente nada.

Vi miedo en los ojos de Lucy. Quería correr a ayudarla. Pero podía. Sabía que iba a salir herida y por eso no me acercaba tan siquiera. Lo que en parte más me sorprendía era la posición de Conor. Estaban violando a su hija delante de él y no hacía nada por evitarlo. Quizá él también estaba asustado, tan asustado que no sabía lo que hacer, y quizá a lo mejor también se sentía impotente. Pero es una idiotez lo que estoy diciendo. Él mismo la condenó a esto. Iba a moverme. Iba a ir hacía ella para ayudarla, había conseguido reunir todo el valor que necesitaba para hacerlo.

-No le pegues. –leí sobre sus labios. ¿Qué podía hacer entonces? ¿Esperar a que un milagro cayese del cielo? La acaba de hacer daño contra el escritorio y vi una lágrima de dolor recorrer su mejilla. Iba a ir. Ya nada me pararía.

-¡BASTA! –el tiempo se detuvo en ese momento sabía quién era el dueño de ese grito, y este era el milagro que habíamos estado esperando. El refuerzo que necesitaba. Miré a Brad, el cuál asintió encontrando su mirada con la mía y comenzamos a ir hacía ellos.

-Siempre has querido que sea como tú, que caiga en los mismos errores, que te deje continuar haciéndole daño a la gente. Pero ya no papá, ya no. –esas palabras me alegraron más de lo que deberían. ¿Por qué? Porque no iba a ser como su padre. Pero había un doble fondo. El cual deja a Lucy sola en la empresa teniendo que lidiar con Kenneth y Conor.

Brad comenzó a pelear con su padre, quien se negaba con todas sus fuerzas a separase de Lucy. Cogí a Lucy cómo podía. Sabía de sobra que la estábamos haciendo daño, pero no veía cómo hacerlo de otra manera. Veía como Kenneth daba golpes a Lucy con tal de que nos separásemos de ellos dos y eso solo hacía que utilizase más fuerza para conseguir separarlos. Y de repente se paró el tiempo. Lucy se dobló en dos y Kenneth con una sonrisa de suficiencia se alejó de ella. Vi como empezaba a formarse un charco de sangre en el suelo. Brad reaccionó más rápido que yo llamando a una ambulancia. Lucy iba a caerse al suelo y la cogí antes de que los daños pudiesen ser peores.

-No llaméis. –escuché mientras estaba en mis brazos.

-Lucy no podemos dejarte aquí, por favor. –Mis ojos se nublaron, estaba sintiendo el dolor que me causaba el simple pensamiento de perderla–Estás perdiendo mucha sangre.

-Por favor, estaré bien. –dijo en lo que parecía su último suspiro antes de desmayarse.

-Vamos. –dijo Brad arrebatándome a Lucy de las manos y dándome el teléfono.

Evenings in London | Jack HarriesWhere stories live. Discover now