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—¡Beverly cuéntame! ¿Qué te ha dicho Ben? ¿Qué tan gordo está? Oh me acuerdo que era una gran bola de grasa, hasta- hey, tierra llamando a Beverly, ¿me escuchas?

La pelirroja movía sus manos de un lado a otro recargándose en la cama de Richie. Lo invitó a su habitación luego de decirle que se encontró con Ben Hanscom, su amigo de la infancia, al ser presentado cómo uno de los más grandes empresarios desde su viaje.

A Beverly se le volvió imposible no pensar en Ben, la gran sorpresa que fue volverse a reencontrar en un lugar bastante casual, se mordió el labio de solo pensarlo porque siempre le pareció un chico dulce de niño y de buen corazón cuando se conocieron en el instituto de niños.

—Es... Más guapo, tiene un físico increíble—respondió Beverly en un tono dulce.

—Oh qué mierda, Bev, ¿no me dijiste algo sobre olvidar a tus amores de la niñez?

—Lo sé, no me malentiendas, jamás mencioné estar interesada en Ben, tengo esposo.

—Eddie antes me decía lo mismo—dijo Richie —. Ahora lo beso a espaldas de su gorda esposa.

—Ustedes dos son un caso perdido —rió con pesadez—. Pero esto funciona así, yo estoy... Feliz en mi actual vida matrimonial.

Lo hizo ver tan falso que, aún siendo Richie soltero, la sonrisa de Beverly se oscurecía al mencionar a su esposo Tom, su preocupación incrementaba a sabiendas de que casi todas sus propias decisiones fueron parte de su rebeldía.

Richie sabía que Beverly tenía marcas en sus muñecas púrpuras, visibles por su característica piel blanquecina; El día que llegó la pelirroja tenía el labio partido, al final Beverly se llenaba de mil y un excusas para cubrir el hecho de que su matrimonio se derrumbaba junto a su autoestima.

—Si, claro, y yo soy el rey de Inglaterra Marsh—tomó las manos de Beverly, ella las apartó de inmediato—. Cómo sea compañera, tengo planes para hoy y usted bella dama debería pensarlo bien sobre nuestro querido compañero bola de grasa Hanscom.

—Beep beep Richie—suelta Beverly —. Lo tomaré en cuenta, ve que de seguro Eddie estará esperándote.

—Ni siquiera tengo idea de las horas que son, ¿traes reloj?—le preguntó Richie sin importancia, total el tiempo para él puede detenerse a su antojo, ser tan lento y a la vez rápido. 

—Son las seis diecio-

—¡Mierda! Llegaré tarde—interrumpió agarrando su chaqueta rápidamente—. Lo siento Bevs, Eddie me va a colgar del techo sino llego a tiempo.

—Me imagino—rió la pelirroja—. Suerte en tu cita bocazas.

—Gracias Beverly—se despidió de la mujer besando su mejilla y salió del hotel lo más pronto posible.


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Richie Tozier llegó en taxi hasta el Bar De Hunstom & Ladies, le dio su paga a su respectivo conductor incluyendo una pequeña propina. Bajó del vehículo y fue hasta las escaleras del lugar, empujando la puerta delante suyo.

No tuvo el tiempo suficiente para peinarse, solo se colocó un poco de perfume y se lavó la boca con pasta dental porque Eddie se quejaba de su mal aliento por las mañanas. Quería ahorrarle las quejas a causa de su gran falta de importancia a su higiene personal.

Dentro del bar las luces le cegaron un par de ocasiones. No tan acostumbrado a este tipo de espacios donde el movimiento es abrumador, las personas solían chocarse contra él de forma accidental, pero ninguno de ellos era Eddie, a quien de verdad quería tenerlo sobre su pecho tocando su cuerpo.

Eddie estaba sentado en la barra con una copa media llena mirando impaciente su reloj. Richie al notar su presencia fue hacia Kaspbrak con lentitud, aprovechando lo distraído que estaba.

—¡EDS!

—¡PUTA MADRE RICHIE!

En un acto impulsivo Eddie golpeó la nariz de Richie al pasar su codo hacia atrás cómo primer instinto. El bocazas retrocedió al recibir esa doloroza golpiza que casi le rompe un hueso.

—Dios mio... ¿Estás bien? No fue mi intención, en serio, no quise... ¡Es que tu me asustaste! Y entonces te golpee...

—Hey, estoy perfecto —dijo Richie tomando un pañuelo y removiéndose la sangre de la nariz—. ¿Ves? No hay de qué preocuparse.

—Pero te acabo de sacar sangre sin querer...

—Eddie yo hice que te internaran en un hospital cuando éramos niños, no veo porqué preocuparte en algo tan simple cómo mi nariz—agarró la copa de Eddie y le dio un gran sorbo en lo que le quedaba de bebida.

—Te dije que era alérgico a las nueces, supongo que estamos a mano—contestó quitándole el vaso y frunciendo levemente el ceño al inclinarse hacia el bocazas, besando sus labios de manera repentina.

El pelinegro pasa sus manos sobre la nuca de Eddie e intensifica el beso; había una diferencia del Eddie Kaspbrak de su infancia al de ahora, y es que los labios de Eddie fueron cambiando de sabores cómo suaves turrones de caramelo y medicinas a exquisito vino, sus labios cada día se volvían su más grande tentación, y sus toscas manos anhelaban de buscarlo. Cortaron el beso al sentir que les faltaba la respiración.

—Eddie... —pronunció Richie, pasando su mano sobre el cabello de su amado y apartando uno de sus mechones—. ¿Quieres bailar?

—No sé hacerlo Richie.

—Qué coincidencia, yo tampoco.

Agarró su mano forzándolo a ir con él a bailar aunque no tuviera mucha idea de la música disco a comparación de Richie, quien en su juventud solía ir a bailes en las fiestas de la ciudad solo. Ahora que Eddie lo acompañaba trató de quitar cualquier desconfianza que podría llegar a sentir el asmático, bailando junto a él de un modo para nada esperado, Eddie trataba de mantenerse estático. 

—¡Anda Eddie! No me hagas quedar en ridículo yo solo—dijo Richie moviendo los hombros del castaño quien se oponía a siquiera verlo a los ojos.

—Todos nos están viendo Richie, detente—soltó una carcajada al sentir que lo tomaba se la cintura obligándolo a seguirle los pasos, cedió a sus órdenes moviendo como pudo  sus pies.

Sus rostros se tornaba de mil y un colores a causa de las luces led que era imposible no ver lo rojo de vergüenza que estaba al principio. Se sonrieron enamorados y disfrutaron de la música, no les importó pisarse los talones, tropezarse en varias ocasiones y terminar riendo cómo un par de adultos sacando esa parte inmadura de ellos. 

—¡Te amo Eddie Kaspbrak!—exclamó lo más que pudo por la fuerte melodía retumbándole en los oídos. Eddie logró escucharlo.

—¡Y yo a ti Richie Tozier!—le respondió, besando sus labios incontables veces en lo que resta de la música. 

pink shirt.➸ reddie;Where stories live. Discover now