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Stanley Uris.

Fue el primero en notarlo, y al igual que con Mike, él se quedó en Derry a pesar de que tuvo que irse de ahí cierto tiempo y regresar después por su luna de miel con su esposa Patty. Entonces hicieron su vida dentro de Derry, ambos presenciaron los asesinatos, las desapariciones incrementar, hasta que en cierto tiempo todo se volvió a detener.

Solía escribir todo lo que sucedía en Derry, a veces visitaba a Mike en la biblioteca, le daba informes y él se encargaba de ponerlos en el periódico. Cuando pasaba tiempo con Patty se dedicaba a su labor de contador en la comodidad de su casa, viendo hacia la ventana en un completo día lluvioso, siendo su cuerpo rodeado por la chica de sus sueños que se acomodaba cerca de su regazo.

—Debes volver a la cama —dijo Patty—. Ya es muy tarde Stan...

—Lo siento, cariño... Solo no he dejado de trabajar desde todo lo que sucedió hace años.

Removió sus lentes cansado, checa la hora, ya casi se hacía de madrugada y aún seguían despiertos. Se preguntó si Mike también lo estaba, era un hombre de trabajo pesado y pcoas veces descansaba los fines de semana.

Dejó los papeles en el cajón. "Bill Denbrough" decía uno de ellos, tratando de expresar cada opinión suya desde la noche de graduación hasta sus días, Stanley sintió que esa confesión le marcó toda su vida, y de cierta manera le confundió en sus principios, solo esperaba que la vida de Bill sea tan próspera como la suya.

Desde ahí todo volvió a ser distinto para Stanley. No había tenido alguna señal de que Bowers estuviera vivo o muerto, todo parecía estar relajado desde que encontraron al culpable de los asesinatos en Derry, pero no parecía existir respuesta alguna de donde se encontraría Henry, su padre que era policía murió antes de saberlo.

El judío se levantó de donde estaba y miró a su esposa para dejar un pequeño beso en sus labios. La acompañó a la cama quedándose unidos como la pareja que eran. Admitía que su matrimonio con Patty fue una de las mejores decisiones de su vida, esa mujer le ayudó a superar sus miedos y aprender de los errores, su empatía y gracia le cautivaron, sólo esperaban tener una linda familia pronto, y muy lejos de ahí.

Justo cuando ambos se acostaron el teléfono de casa empezó a sonar. Stanley detuvo los besos, hizo que Patty esperase sobre las sábanas. Él se acercó a contestar la llamada casi inmediatamente.

—Disculpe, ¿quién habla?

—Stanley, ¿eres tú?

La voz detrás de la llamada sonaba rasposa y grave.

—Claro que lo soy, ¿y tú... ?

—Soy Ben Hanscom.

—Oh Ben, tantos años sin hablarnos...—dijo Stan.

—Me alegra volver a hacerlo, pensé que habías cambiado tu número, ¿acaso sigues en Derry?

—Sí, bueno... En unos años me iré de aquí de ser posible—respondió observando de reojo hacia una de las ventanas de su habitación—. Me gustaría saber la razón de tu llamada.

Me encontré a Beverly Marsh en... Un evento—dice Ben, su amigo estaba seguro que estaba rojo de solo mencionar el nombre de su enamorada y sus pequeños recuerdos de la infancia—. Está con Richie y Eddie, en Boston...  Traté de llamar a Mike, no parece responder.

—Bueno, es un hombre ocupado—contesta Stanley honesto—, pero puedo dejarle un recado de tu parte. Si es que planeas una reunión de amigos...

—Si el viaje no te parece largo y caro para ti o Mike, o Bill... 

Bill.

Su silencio lo decía todo. Bill Denbrough... ¿Volverlo a ver? ¿Tan incómodo sería decirle que estaba feliz con su vida amorosa y nunca pudo decirle exactamente cómo se sintió en ese momento? Tal vez todos sus amigos tenían parejas, en sí mencionar a Richie y Eddie le hizo recordar todas las tonterías que pasaba al lado de esos dos chicos los cuales la mayoría de ocasiones se faltaban el respeto, le había mandado una postal de su boda al bocazas pero nunca recibió respuesta. Tenía la idea de que Bill era alguien famoso desde hace años cuando empeñó un par de libros suyos con el nombre del joven autor en ellos, tenía una esposa... Él también hizo sus sueños al lado de la persona que amaba.

 —Stanley, ¿me escuchas?

Volvió a la realidad, sus manos temblaron aferrándose al cuello del teléfono, al judío le invadió ese hermoso aire de nostalgia, tan necesitado que, de un momento a otro, la sola idea de volver a ver a sus amigos le animó demasiado.

Alguien golpeó la ventana.

—Te llamo en un rato, nos vemos Ben.

Stanley colgó la llamada en cuanto se escucha de nuevo el golpeteo del cristal, alarmando también a Patty Uris quien apenas estaba consiliando el sueño.

Pensaron que se trataba de pájaros picoteando por ahí, o algún otro sonido de los vecinos nuevos que eran una pareja de ancianos y hacían bastantes ruidosos, no obstante Stanley se acercó a la ventana, buscando de donde provenía el sonido molesto.

—Iré abajo, ya vuelvo —dijo Stanley amarrando el nudo de su bata que cubría su pecho desnudo.

—Ten cuidado—pidió Patty—. Cualquier cosa aquí estaré.

El rizado salió de la habitación sintiendo cómo se le comprimía el pecho de lo sensible que era a cualquier ruido, jamás dejó de ser tan miedoso a su manera, siempre se consideró el más débil en todos los sentidos.

Fue hasta la entrada trasera de su casa y los ruidos cesaron. Tomó una linterna y alumbró hacia distintos lados del tejado esperando que se tratara de algún roedor por la anterior plaga que tuvieron de regreso. Tardó unos minutos en estar seguro de que fue pura superstición suya.

Se dio la vuelta y notó que la entrada del jardín estaba atrancada, trató de mover la cerradura sin éxito, confundido el ambiente se tornó pesado, miró a su alrededor, y alguien lo jaló hacia él.

Apenas y reaccionó cuando una punzante cuchilla le rozó el pecho, lentamente clavandose dentro suyo siendo imposible gritar.

—Dime dónde están.

La garganta se le cerró, la presión se volvió su primer detonante del cual dejó vencerse por el miedo de morir.

—No entiendo a lo que te refieres...—murmuró, gimiendo de dolor.

Su cuerpo giró lentamente y a la poca luz sus facciones fueron reconocidas, tenía el pelo sucio, sus rasgos físicos cambiados pero seguía dándole miedo. Su sangre se empañó en su ropa y trató de moverse, pero seguía siendo más alto que él.

—Henry Bowers...

—Si me lo dices Stanley —pasó el Filo por su mentón—. Prometo que tu muerte no será tan dolorosa a cómo lo tengo planeado.

pink shirt.➸ reddie;Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin