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—¿Estás seguro que Eddie no recuerda nada?

Beverly Rogan Marsh estaba ahí, a pesar de que su esposo Tom Rogan no estuvo dispuesto a dejarla ir a Boston, la pelirroja logró arreglarse sus problemas para ir a ayudar a uno de sus mejores amigos de la infancia.

Ahora estaban en la cafetería del aeropuerto cuando Richie fue a recoger a Beverly para llevarla al hotel donde ambos estarían hospedados durante estos días. 

—En serio, solo recuerda que tu, yo y los demás fuimos grandes amigos, ni siquiera ha visto esto...

Richie le mostró su muñeca a la pelirroja, entonces Beverly recordó alguna vez en su vida de joven reconocer la tela que, a pesar de los años, Richie protaba con orgullo, era una manera de recordar parte de su vida a la persona que amó con locura.

—Dios... Le enseñé a Eddie a coser porque estaba entusiasmado de dártela —dijo Beverly.

—Sabes lo mucho que me duele pensar que los recuerdos se esfumaron rápidamente —responde el de anteojos —. Por eso necesito tu ayuda, porque Eddie no me quiere hablar desde lo que ocurrió.

—Es que en serio Richie, solo a ti se te ocurre hacer bromas de su madre delante de Eddie—repuso Beverly—. Es... Extraño.

—¿Extraño? —cuestiona—. ¿Porqué lo dices?

—Si Eddie tuvo ese accidente, de alguna manera no hubiera recordado en absoluto lo que hemos pasado en nuestras infancias.

—No entiendo cual es tu punto Beverly—Richie tomó su taza de café y le dio un sorbo.

—El punto es Richie, que no estoy segura si Eddie olvidó lo suficiente como para no saber que ustedes dos fueron pareja de niños, la amnesia suele ser temporal, pero si de verdad afectó ni siquiera te hubiera reconocido.

Beverly tenía razón, pero tampoco sabía si por el tiempo en el cual estaban separados olvidó esa parte de su infancia, o si su propio cerebro lo reprimió porque en los años que vivía ser homosexual estaba mal, hasta tal punto que, cuando Richie se declaró homosexual en los noventas frente a sus padres, trataron de cambiar ese pensamiento suyo, claramente no lo lograron, pero al final aceptaron a su hijo tal cual era. Eddie Kaspbrak es un caso distinto.

Eddie estaba casado, o bueno, estaría divorciado en un futuro no tan lejano, pudo haber formado una hermosa familia junto a la chica de sus sueños —o cómo Richie decía, una completa pesadilla— y dejaría de entrometerse en su vida amorosa. 

—No soy médico pero, se veía muy seguro de no recordarme—comentó desilusionado—. Esto es una tontería, debería volver a Nueva York...

—El Richie Tozier que yo conocía no se daba por vencido. 

Pero no podía pensar competitivamente si Eddie no parecía tener intención alguna de querer algo más con Richie, ya no eran niños jugando a las parejas felices, solo adultos con responsabilidades y deberes por cubrir, el problema es que Richie no ha madurado lo suficiente a pesar de la edad que tenía.

Quería responderle a Beverly cualquier basura sarcástica sobre nunca darse por vencido, estaba entre quedarse en Boston o despedirse de Eddie para volver a Nueva York y terminar lo que le resta de vida entre malas bromas y la soledad.

—Perdón Beverly, se me hacía un poco tarde per- Oh...¿Qué mierda hace Richie aquí?


Ambos voltearon a verse. Eddie estaba ahí de nuevo frente a ellos, Richie soltó un pequeño suspiro de la sorpresa y después miró a Beverly queriendo regañarla por no decirle que Eddie vendría a juntarse con ellos. La chica quería reírse, sin embargo se controló delante de ambos chicos ante la extraña situación de citarlos al mismo tiempo.

—Eddie, precioso, no haz cambiado eres igual de pequeño a cómo te recuerdo—dijo Beverly cariñosa—. Se me hacía una buena idea que ustedes dos me acompañaran al hotel.

—Lo siento Beverly pero no confío en alguien que se ahogó con una alita en público.

—¡Solo fue una maldita alita Eddie supéralo!—exclamó Richie.

La mujer los escuchó discutir por una tontería, ¿cómo los soportará a ambos? No tenía ni la maldita idea, Eddie y Richie eran un caos cuando los juntabas, no podían congeniar al menos sin que terminaran en peleas tontas, si esto incluía quejarse sobre una mala cena claro.

—¿¡Pueden callarse?! Mierda, no puedo disfrutar de mi café—Beverly se levantó de su asiento y tomó su bolso—. Vámonos chicos, ayúdenme con mis maletas por favor.

Conservaba ese espíritu seductor, los dos adultos no podían quejarse por ello, sabía que Beverly lo hacía para que dejasen de discutir y se enfocaran en sí mismo, aunque no parecía funcionar, Eddie no podía con todas las maletas que cargaba Beverly, mucho menos Richie y su incesante dolor de espalda.

—Esto es tu culpa Eddie, sino hubieras sacado el tema de la alita estaría cargando solo mis cosas.

—¿¡Porqué es mi culpa?! Al menos yo no me atraganto cómo un animal al comer—contra atacó el asmático.

—Quizá hubiéramos ido directo al postre y nada de esto estuviera pasando—fue lo último que dijo, no quería dar explicaciones.


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Ayudaron a desempacar las cosas de Beverly en su habitación, justo al lado del cuarto de Richie;  Beverly aprovechó a aceptar un par de ofertas de moda en Boston, era la primera vez que viajaba hasta ahí, a comparación de Richie que al principio suponía quedarse unos días que terminaron en semanas, Beverly en realidad iría por mérito a su amigo y a su trabajo, en unos días se iría de vuelta con su esposo.

Al final de la noche ambos chicos terminaron de organizar el nuevo cuarto de Beverly por petición de su amiga, quien por mientras fue a la sala del hotel por asuntos importantes respecto a su estadía y pago. Eddie y Richie no hablaron casi todo el día hasta que uno de los dos tuvo que colmar el silencio.

—Me gustó cenar contigo la otra vez.

Fue Eddie quien habló, Richie solo lo miró, no quería decir algo estúpido que rompiera el momento, el castaño prosiguió al no escuchar palabra que saliera de los labios de Richie.

—Hace tiempo que no sentía el miedo de perder a un ser amado, suena tonto pero, en verdad me preocupé, me volví muy histérico en ese aspecto.

—Con tu permiso, creo que siempre lo fuiste Kaspbrak—admitió Richie—. Aun así... Me dio la nostalgia de volver a pelearme contigo, sabes que no lo hago para joderte, bueno si, pero no cómo tu piensas.

—¿Entonces estamos bien? Quiero decir... ignoraremos el tema de lo sucedido en el restaurante—bajó la mirada.

—Mejor que sea una anécdota graciosa—dijo Richie acercándose a Eddie—. Pero... Eds-

—Eddie—le corrigió.

—Eddie—carraspeó su nombre—. Necesito que me seas sincero, por favor, esto es muy importante para mí.

Richie se subió la manga de su suéter, Eddie baja la mirada hacia donde él señalaba. Una pulsera rosa de tela, una pulsera que significó el olvido de muchos pero el anhelo de otros, él lo guardó con toda la necesidad y nunca se lo quitó, lo limpió por encima, lo cosió un poco más para que quede a su medida. Richie sintió un nudo en la garganta.

Eddie no sabía qué decir, sus manos temblaron al acercarlas a la muñeca de Richie, pasando suavemente sus dedos a la fina tela de ropa, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.

—¿Lo recuerdas?

pink shirt.➸ reddie;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora