Epílogo: El retrato de un joven lúcido

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Es curioso, pero hace un par de días volví a encontrarme con Joshua

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Es curioso, pero hace un par de días volví a encontrarme con Joshua. Luego de que pasó más de año y medio sin que nos viéramos o tuviéramos noticias del otro.

Yo fui como siempre por mis wafles veganos a la hora a la que salía del trabajo en la galería. Esperaba a Maxi, él prometió que me llevaría a ver Wicked en Broadway como regalo de seis meses. No deseo entretenerme mucho contándoles esa historia, solo diré que me apoyó a mitad de una crisis creativa y me hizo darme cuenta de que lo quería de ese modo.

Volviendo a lo que pasó esa tarde; yo me encontraba bebiendo café cuando vi a Joshua en las mesas de atrás junto a una hermosa mujer que no pasaba de los cincuenta. Observé a ambos de soslayo y no pude evitar emocionarme al verlo comerse una pizza con queso de soja y vegetales en lugar de embutidos.

Lo considero uno de mis mayores triunfos personales junto con haber logrado que se volviera fan de Bojack Horseman.

Él no tardó en notar mi presencia. Como yo deseaba comprobarme que en serio estaba engullendo la pizza que tanto decía le daba asco, me levanté del asiento y fui a saludar. El tiempo pasó sobre nosotros y somos ya demasiado maduros como para empezar una pelea en ese restaurante por algo que pasó hace tiempo. Aunque, admito que hubiera sido épico que nos gritáramos a la cara rencores ya oxidados.

La mujer con la que se encontraba es su madre y ambos me contaron que viajaron hasta acá para pasar las fiestas de fin de año, y que estaban a días de volver. Joshua bromeó con ella, diciendo que se siente orgulloso de haber logrado convencerla de tomar un avión e ir a una ciudad repleta de los estadounidenses que tanto dice odiar.

No sé cómo sucedió, pero quedamos de vernos al día siguiente.

Salí del trabajo en la galería y Joshua me esperaba en la otra calle. Anduvimos en metro mientras conversábamos sobre lo que ha pasado en nuestras vidas en ese tiempo. Joshua continua en su trabajo en ese despacho en Inglaterra y está cuidando más lo que come desde que cayó en cama por pretender que desayunar sopa instantánea a diario no es dañino para su intestino. Tocó el tema de su padre y dice que es ahora él quien los busca, pero que prefieren mantenerse a distancia.

Él intenta vivir su vida allá sin cagarla tanto y eso es lo que yo también estoy haciendo. Para mí, es emocionante salir de la universidad con mi portafolio de láminas y oliendo aguarrás, pero a veces, cuando veo los excelentes trabajos de otros, no puedo evitar sentirme como lo que vomitaría un perro después de tragarse su mierda.

Aunque deben reconocerme que cada vez me pasa menos.

Le presumí que mi Instagram casi llega a más de treinta mil seguidores desde que me animé a subir las fotos que me toman los fotógrafos maníacos. También que dentro de un mes estaré presentando un retrato en la galería de Lisa. Es algo a lo que todavía no le he puesto título, pero que, como es costumbre mía, es surrealista, lleno de pretensiones y falta de lucidez.

Él hizo una mala broma sobre la fama, a lo que yo le respondí riendo, para después comentarle que olía a té. No obstante, Joshua cortó nuestro momento de estupidez y me sugirió el nombre de la obra. Aunque me gustó, todavía estoy dudando si me vería muy engreído poniéndole de título «El retrato de un joven lúcido».

Fuimos al museo de Arte moderno —al mismo sitio con el que bromeé la primera vez que bebimos juntos—, y nos paramos delante de La noche estrellada de Vang Gogh. En total silencio, embelesándonos con las pinceladas, los colores y composición. Agradecí no haber ido antes, no hubiera sabido cómo apreciar tal pieza de arte sin todo lo que llevaba aprendido.

Después de un largo recorrido por el museo, fuimos al muelle de Brooklyn. Hacía un frío que te cagabas —incluso todavía siento los testículos congelados—, pero ambos somos unos locos y creímos que era una buena idea. Caminamos por ahí con un café en manos y continuamos recordando los viejos tiempos. Después de eso se nos hizo tarde y nos tuvimos que despedir.

Admito que fue genial ver de nuevo a Joshua. Me di cuenta de que, a pesar de las tribulaciones, con él me divierto a niveles ridículos y que no me arrepiento de haberlo conocido.

Al menos no mucho.

Creo que así fue como se cerró el ciclo, nuestro ciclo. Allí, en ese helado muelle en Brooklyn, mientras los copos de nieve caían sobre mi rostro y veía a su figura enfundada en una gabardina marrón alejarse y hacerse cada vez más pequeña, difuminándose con la acelerada y espesa masa humana de Nueva York.

Y yo no podría encontrarme mejor con ese último día, porque hice las cosas bien.

Creo.

Más bien, creo que estoy y estaré bien.

Más bien, creo que estoy y estaré bien

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Fin

El retrato de un joven lúcido | ✅ |Where stories live. Discover now