Capítulo 33: Gracias, pero adiós

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Mi cabeza se llenó de un montón de interrogantes, no podía dejar de hacerme preguntas

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Mi cabeza se llenó de un montón de interrogantes, no podía dejar de hacerme preguntas. Mis manos comenzaron a temblar, mi frente sudaba y me costaba respirar.

—Josh, explícale a Lisa que solo estabas confundido —insistió.

—Aprovecharé este fin de semana para buscarla en Nueva York —resopló—, y sí, le diré que lo que hice solo fue un impulso.

—Porque nada más fue eso —recalcó su padre—, como la historia esa con tu amigo Charly.

Mordí mi labio inferior, todo comenzó a llenarse de neblina, me encontraba obnubilado, nada tenía coherencia, ni siquiera era capaz de sentir que donde estaba era real y no una película de mi propia vida.

—Así es —bufó él—. Solo fue un simple juego.

Todo encajó en un rompecabezas que no deseaba comprender. La advertencia de Lisa, la de Michelle y hasta la de Miranda. Joshua jugó conmigo y me engañó de una manera magistral, prefería seguir aparentando, ahorrarse problemas y mintiendo para satisfacerse a mi costa.

Lo odié y me detesté por creerle y bajar la guardia. Me sentía asqueroso, más que siempre; la desesperación se había apoderado de mí. Miré a mí alrededor, todo seguía viéndose como en una película decadente. Hice el intento de vestirme, ni siquiera supe si no fracasé. Pasé frente al espejo y ahí estaba de nuevo el extraño, me contemplé por un buen rato para tratar de reconocerme, pero nada cambió.

Me había convertido en un completo desconocido.

Ahogué mi grito de terror y corrí hasta la ventana, miré hacia abajo, la caída no me mataría, pero mi intención no era esa, solo quería escapar. Había unas escaleras de metal por las que podía llegar si saltaba. Mis ganas de largarme eran tantas que perdí el miedo. Abrí la ventana y saqué una pierna, después me estiré lo suficiente como para sostenerme del barrote que se encontraba más cerca, de ahí, solo tuve que impulsar el resto de mi cuerpo y que este quedase colgado.

 Abrí la ventana y saqué una pierna, después me estiré lo suficiente como para sostenerme del barrote que se encontraba más cerca, de ahí, solo tuve que impulsar el resto de mi cuerpo y que este quedase colgado

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Era como si estuviese en piloto automático y mi ser fuese conducido por un macabro titiritero invisible

Estiré la mano y tomé la botella de Vodka que Karen había dejado junto a su cama. Ella se encontraba tirada en el suelo, con una almohada en la cara y una lata de cerveza al lado mientras, yo me desparramaba sobre un sillón rosado cubierto de felpa. Hannah parecería la más centrada, de no ser por sus ojos enrojecidos e hinchados por el llanto y también por la botella de tequila que tenía en la mano.

El retrato de un joven lúcido | ✅ |Where stories live. Discover now