Capítulo 27: El sollozo que apaga el fuego

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Tenía que pintar algo que representara el paso de la adolescencia a la vida adulta, a la juventud de la escuela y también sus logros como institución

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Tenía que pintar algo que representara el paso de la adolescencia a la vida adulta, a la juventud de la escuela y también sus logros como institución. Lo único que se me ocurrió con esas propiedades era dibujar una pareja metiéndose las manos en los pantalones detrás de las canchas, y a un par de jugadores de fútbol fumando porros en el estacionamiento mientras, en otro cuadro, el director expulsaba a un estudiante homosexual.

Sin embargo, solo le dije a Sawyer que haría algunas pruebas y le mostraría las propuestas. Él me dio como fecha límite dos meses, Joshua intentó rebatirlo, pero lo silenciaron. Supuse así era su relación familiar: Él se oponía a algo, lo callaban y lo ignoraban. Aun así, jamás lo reconocería como su hijo.

Miré el gran lienzo en blanco, nunca había tenido tanto espacio para dibujar y el Chris de hace un año habría saltado de felicidad. En cambio, el Chris de ese momento, solo pensó en lo tedioso que sería.

—Está jodido —murmuré, recargué la espalda en la pared y me resbalé hasta poner el culo en el pasto—, ¿me ayudarás?

—Qué remedio —gruñó Joshua. Apoyó la espalda en la pared y cruzó los brazos—. Juro que te dará una recomendación que hará que los de la universidad se caguen.

Reí con sarcasmo.

—Pensé que querías lo contrario —me enfoqué en su esbelta silueta, deseaba lanzarme a sus brazos y besarlo.

—¿Estás bien? —preguntó, noté la angustia en su tono.

—Claro —resoplé—, eso fue hace dos días. Y no es como si me pasara siempre.

—Deberías decirle a tu papá, es psiquiatra.

—¿Para qué? —expresé, fastidiado—. Si le digo, seguro me dará ansiolíticos y otras cosas que no necesito.

—Quizá te haga falta —vaciló—, así dejarías de estar con tus delirios de persecución.

—Es parte de mi encanto.

Joshua me miró, estupefacto, pero no dijo nada más.

Alice me recomendó lo mismo, no obstante, yo le insistí y le quise demostrar que solo fue algo que no se repetiría. A decir verdad, me sentía extraño, más nervioso e inquieto que siempre, con el llanto quemándome la garganta, pero sin poder salir. Pensé que se pasaría con el tiempo, que volvería al estado de ansiedad tolerable y que creía me hacía carismático.

Mi móvil comenzó a vibrar, lo saqué del bolsillo de mi mochila y revisé los mensajes, eran de Max.

[Maxi: Es tiempo de pagar tu deuda por lo del boleto.]

Hice la cabeza para atrás y miré de refilón a Joshua, estaba absorto en su móvil y mordiendo su labio inferior. Un mechón de cabello rizado se le había desprendido del peinado y caía sobre su frente.

El retrato de un joven lúcido | ✅ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora