Capítulo 7: Luna rosada y agua fluorescente

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Antes de llegar a la casa de Max, estuvimos charlando mientras dábamos vueltas por Central Park

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Antes de llegar a la casa de Max, estuvimos charlando mientras dábamos vueltas por Central Park. Tenía que admitir que el tipo era interesante y mucho menos borde que Joshua. Me dijo de todo y yo solo me limité a escucharlo. Me contó la historia de cómo dejó la facultad de ingeniería para convertirse en fotógrafo, también que lo echaron de su hogar y acabó durmiendo en una banca durante días hasta que un amigo le ofreció su morada.

Lo más curioso de toda la historia fue la parte en la que consiguió comprar una casa junto con unos amigos. Una anciana se había muerto hace poco y cómo nadie quería vivir ahí, bajaron el precio. Él la describió igual a una ganga. Yo solo imaginé que el fantasma de esa mujer andaría flotando, observando lo que hacían unos veinteañeros con lo que una vez fue su hogar.

Pensé que quizá Max se dedicó a mostrarme cuán simpático era para relajarme y hacerme olvidar la posibilidad de que fuese el líder de una secta. Algo así como lo que le pasa al ganado antes de sacrificarlo; deben asegurarse de que no sufran estrés en el previo a entrar al matadero para que su carne no salga mal. Lo había visto en un documental y de solo acordarme me daban arcadas.

En su jardín trasero encontramos un montón de personas, botellas, botana y un pastel que en grande tenía el número veintiuno. La expresión de emoción de Max fue un auténtico poema, daban ganas de tomar su cámara, fotografiarlo y ponerle de pie: «Euforia del chiflado».

Consideraba un absurdo celebrar los cumpleaños, porque solo te acercabas un poco más a un inminente final. De ahí que haya elegido mantener la fecha del mío en secreto para mis nuevos amigos. Cumplí dieciocho la semana pasada y nadie lo supo, lo único que deseaba era que la celebración se mantuviera en el baúl de los pensamientos y situaciones irrelevantes.

Como no conocía a nadie, me quedé en un recoveco bebiendo cerveza. Había casi cincuenta personas, pero no podía evitar sentirme como un punto en la nada. Saqué el móvil de mi bolsillo y decidí encenderlo para distraerme leyendo peleas en Twitter, sin embargo, al ver la bandeja de notificaciones me di cuenta de que había cerca de unos sesenta mensajes y diez llamadas perdidas de mi padre.

Tenía también recados de Hannah, creí que no eran relevantes, hasta que abrí el chat y leí todo el hilo que dejó:

[HannahD: ¿En qué estás metido? Tu papá me acaba de llamar para preguntarme a qué hora nos vamos a Nueva York. No sé seguir con la mentira. ¿Y cómo carajo supo mi número?]

Tragué saliva y empecé a sudar frío. No esperaba que fuera a averiguar lo que en realidad quería hacer o que se empeñara en buscar el número de Hannah en algún lado de la habitación.

[HannahD: Creo que ya te descubrió. Me dijo que quería hablar contigo, le inventé que estabas en el baño y no ha vuelto a preguntar.]

[HannahD: ¿De verdad estás en Nueva York? ¡Chris, responde! Vas a acabar en deudas conmigo.]

El retrato de un joven lúcido | ✅ |Where stories live. Discover now