Capítulo 37: El punto de nuestra fuga

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 Tragué saliva e hice un ejercicio rápido de respiración; tenía que tomar aire y sacarlo mientras cerraba los ojos, debía también concentrarme en el ahora y ser consciente de mis propias emociones

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 Tragué saliva e hice un ejercicio rápido de respiración; tenía que tomar aire y sacarlo mientras cerraba los ojos, debía también concentrarme en el ahora y ser consciente de mis propias emociones. Miré a la puerta, se encontraba abierta, de ser un día normal estaría cerrada con seguro, pero mi padre fue tan cauto que se lo quitó antes de mi llegada.

Abrí el correo, tensé la mandíbula y leí la única línea. Suspiré largo cuando terminé. El director solo quería hablar conmigo porque deseaba ver qué sería de los exámenes y calificaciones pendientes. Imaginé que se trataba de un pretexto para hablar de otro asunto, y aquello sería Joshua.

Aventé el móvil a la cama y fui a la ventana, necesitaba abrirla para refrescarme. Me asomé hacia abajo y vi junto al coche de mi padre el de la abuela.

En el pueblo en el que vivía había solo dos preparatorias: una —la más decente—, era a la que asistía, y la otra —la de menos presupuesto—, donde Harry seguro se matriculó una vez pudo volver a estudiar.

¿Aguantaría a Harry hasta graduarme, soportaría el acoso hasta graduarme o aguantaría a Joshua hasta graduarme?

Un par de días antes de darme de alta, me recetaron otro medicamento, servía para trabajar en la disociación y, como efecto secundario, me causaba un mal nacido sueño. El cansancio que me provocaba era tan profundo que mis fantasías oníricas lúcidas habían desaparecido por completo, pero así me gustaba, porque al menos mi cabeza podía descansar por diez horas o más.

De modo que aquel día los efectos colaterales se combinaron con los de mi agotamiento, y me la pasé el resto de la tarde durmiendo. 

—¿A dónde vas? —me preguntó mi padre en cuanto me vio arribar al comedor

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—¿A dónde vas? —me preguntó mi padre en cuanto me vio arribar al comedor. Él bajó el móvil y acomodó sus gafas de marco delgado.

—A la escuela —musité.

Alice solo me sonrió con timidez y continuó cargando a Heather, quien yacía en sus brazos.

—Chris, puede ser duro —resopló mi progenitor, se levantó de la silla—, después de estar internado debes hacer las cosas con calma. —Caminó hasta el mueble que teníamos detrás del comedor y abrió uno de los cajones—. Acostumbrarse de nuevo es difícil y ya te dije que yo solucionaría todo.

El retrato de un joven lúcido | ✅ |Where stories live. Discover now