Capítulo 47: Solo en el arte

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Resoplé y observé la habitación. No era una decoración armoniosa, pero me anidaba comodidad. Me vi a mí mismo tomando café antes de irme al trabajo en la galería, también alimentando al ajolote y bromeando con ellos como si fuese uno más de la secta.

—¿Cuándo te vienes para acá? —me preguntó Noah. Bajó su taza de café y cruzó los brazos.

—Lisa me dijo que podría empezar el siguiente lunes —respondió Max por mí.

Una semana. En siete días comenzaría una vida en Nueva York si es que decidía quedarme.

—¿Puedes? —me interrogó Max—. Sabes que, aunque rompas ventanas, acá tienes donde dormir, es cuestión de que te instales con tus cosas.

Mi móvil empezó a vibrar, eran mensajes del grupo que tenía con mis amigos, por nervios los miré y sonreí con amargura. Ellos estaban planeando que fuéramos a la playa en un par de días. A Hannah le prestarían el coche y podría conducir para llevarnos hasta allá.

Cuando bloqueé el aparato, mi fondo de pantalla me recordó a mi familia el día que conseguí graduarme. Mi padre, Alice cargando a Heather, la abuela, y yo, usando una toga y mostrando mi certificado.

¿En serio nada me ataba al continente?

—¿Desayunas? —me preguntó el pelirrojo. Sacándome de mi paja mental—. Te advierto que solo hay café y galletas.

Negué, recordando mi cita.

—Iré con alguien a desayunar —contesté sin mostrar emociones.

—Eres vegetariano, ¿verdad? —inquirió Melissa acomodándose las gafas—. Como me enteré antes de que te vendrías a vivir acá, he planeado que todos nos pongamos un reto vegetariano para desintoxicarnos.

—¡¿Qué?! —expresó un indignado Max—. No quiero comer pasto. Que Chris se quede solo con su tofu.

Mordí el interior de mi mejilla mientras me balanceaba sobre mis talones.

—Encontré una página buenísima donde venden suplementos de carne —atinó a decir ella—. Ya hasta pedí algunos, cuando llegues —dijo mirándome a mí—, los probamos y me dices qué tal, que yo apenas estoy iniciando y necesito sugerencias.

—Comeré costillas a tus espaldas —aseguró Noah—, y también alitas con salsa búfalo.

Melissa le enseñó el dedo corazón mientras se puso a alegar por qué era importante que cambiaran su alimentación. Reí a carcajadas, pero no porque ellos fueran cómicos, era más bien una combinación entre mis nervios y entusiasmo.

 Reí a carcajadas, pero no porque ellos fueran cómicos, era más bien una combinación entre mis nervios y entusiasmo

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Cuando llegué a la cafetería Joshua ya estaba esperándome en la entrada. Vestía con la misma elegancia de la vez pasada y de no ser por la mirada que me dedicó, juraría que se trataba de una persona diferente. Un Joshua más adulto, menos alguien que se aferraba a su adolescencia y sobre todo más profesional. No sabía cómo saludarlo, así que le extendí la mano para que solo nos diéramos un apretón. Él se extrañó, noté la forma en la que se detuvo a admirar mis labios y supe que deseaba un beso.

El retrato de un joven lúcido | ✅ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora