PRÓLOGO

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LUKÁS

Hace tres meses, en Viena.

Con los brazos cruzados detrás de la espalda, me mantenía expectante, a la espera del veredicto más importante de mi carrera en la Universidad. Me encontraba ante el que era mi último año en la disciplina de Lengua y Literatura y, esa última calificación en concreto, era mi pasaporte más valioso. Aquel que no podía dejar escapar. No me lo podía permitir. Lo que ocurriera esa tarde era mi vuelo directo para salir de aquí.

—Enhorabuena, señor Gruber. Su trabajo es realmente fascinante  —anunciaba con expresión seria y sosegada uno de los tres jueces del tribunal, a quienes, hacía escasos minutos, les había defendido con envidiable soltura mi trabajo de fin de grado universitario. Una revisión bibliográfica completa de la obra de Federico García Lorca, haciendo especial hincapié en sus obras maestras teatrales—. Su forma de redactar, el contenido, la presentación... Todo es impecable, al igual que su expediente académico. Hablo en nombre de todos mis compañeros de profesión, usted es uno de los mejores alumnos que hemos evaluado en esta disciplina desde hace varias promociones. Mi más sincera enhorabuena, Lukás.

Aquel hombre trajeado y moldeado por el paso del tiempo, tendió su mano con intención de estrechar la mía con fuerza. Ya está, este era el final de una etapa.

—Muchas gracias, me he esforzado mucho y quería hacerlo bien —el catedrático estrechó una última vez su mano contra la mía. Nunca está de más reconocerse a sí mismo un trabajo bien hecho. Reconozco que yo lo hacía a menudo, en ocasiones, dejando intuir que la modestia no era uno de mis fuertes—. La literatura española es una de mis debilidades y descubrimiento de estos años de estudio, me interesa mucho seguir explorándola.

—¿España, eh? ¿Es allí donde le gustaría continuar con sus estudios?

Asiento con seguridad, nunca antes había tenido algo tan claro. Sin duda, esta era mi oportunidad. Mi billete de oro para dedicarme a aquello que realmente me hacía feliz, muy feliz.

—Me encantaría.

Aunque, siendo honesto conmigo mismo, no son solo mis estudios los culpables de mi destacado interés. A pesar de tener un gran peso en mi próxima decisión. Pero el curso pasado tuve el privilegio de que, subvencionado por una de las becas que la Universidad de Viena acredita para todos aquellos expedientes sobresalientes, pude conocer a fondo el país y la cultura española, su gente y sus costumbres, pero también sus rincones llenos de arte y literatura allá donde fuese. Daba igual donde mirase o qué nuevo rincón encontrara. Todo manaba diversidad. Podría decirse que terminé completamente enganchado. Todo me sabía a poco.

Tal vez fue amor. O incluso algo más fuerte, si es que eso existe.

—Bien, comencemos. 

La voz de uno de los miembros del jurado consiguió sacarme de mis pensamientos, devolviéndome a la realidad en la enorme sala de conferencias donde, los tres decanos, procedían a la entrega de los diplomas de honor en primer lugar. Aquellos alumnos destacados y, como consecuencia, merecedores de las tres becas otorgadas por la Universidad.

Fue entonces cuando los nervios empezaron a hacer de las suyas, sentía como mi estómago se encogía por momentos, mientras que un sudor frío recorría velozmente mi espalda y nuca. Mis brazos permanecían totalmente rígidos y mis puños cerrados se aferraron a mi pantalón de traje, dejando una marca arrugada en la tela cuando escuche decir mi nombre en la lejanía:

—Lukás Gruber.

Y fue en ese mismo instante, con el eco de mi nombre retumbando en mis oídos y el certificado oficial entre mis manos, cuando el corazón se me encogió en el pecho, dando el disparo de salida a mi nueva vida. Mi esperada nueva vida, donde lo tenía todo planeado.

Volver a España, afianzar mis estudios. Tener la posibilidad de trabajar en aquello más deseaba.

Sentirme vivo allí, de nuevo. Y, con suerte, entrar de nuevo en esa pequeña cafetería.

Inspirar el fuerte aroma a café que desprendían sus paredes. A café y vainilla. Encontrarme con ella y con sus intensos ojos marrones.

Su imagen se abrió paso entre mis pensamientos como un torbellino, alojándose en mi mente como si siempre hubiese sido su hogar, conociendo a la perfección cada recoveco. Al igual que aquel verano.

Ella volvió porque en el fondo nunca se ha ido. No puede desaparecer aquello que deseas retener a tu lado. Aquella chica y su cafetería volvieron y yo no puse ningún tipo de resistencia, no podía. Nunca pude. No con ella.

Nada podía salir mal.

OXITOCINA (EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora