Capítulo 42: La ciudad de los recuerdos

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Reí y despejé la paranoia de que él no fuera más que alguien que solo quisiera aprovecharse de mí. En todo ese tiempo me demostró que era un buen sujeto. Hasta la fecha, sigue sin dar señas de lo contrario; Maxi es de las mejores personas que he conocido, pero no quiero extenderme en esa reflexión, no ahora que vamos llegando a un punto crítico en toda esta historia.

[Maxi: Hay que ser recíprocos con los favores.]

[Yo: Vale, pero a la próxima ya tendré mi tanda de precios.]

[Yo: Cobraré ciento cincuenta dólares por desnudos.]

[Maxi: Los únicos que pagarían por desnudos tuyos serían los que buscan modelos de campañas contra drogas y sus efectos en los jóvenes decadentes.]

[Yo: Me apunto para salir en un folleto sobre consumo de heroína, maquillarme y traumar a alguien de primero de secundaria.]

[Yo: Sería una forma de dejar legado.]

[Yo: Y que la gente nunca me olvidara.]

[Maxi: No empieces con tus cosas, ando muy de buenas como para aguantar tu plática pesimista sobre lo poco importantes que somos todos en este inmenso universo cargado de maravillas que opacan por completo nuestras mediocres existencias.]

[Yo: Bueno, el finde la retomamos.] 

Después de lo que pasó con el coche de la abuela y Harry, mi padre dudó de mi prudencia y de mi capacidad para mantenerme lejos de tonterías

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Después de lo que pasó con el coche de la abuela y Harry, mi padre dudó de mi prudencia y de mi capacidad para mantenerme lejos de tonterías. Aunque se creyó que mi ex mejor amigo fue el que me arrastró, desconfió de mi asertividad y estuvo a punto de no dejarme ir a Nueva York. No obstante, Alice intervino y dijo que le fascinaría ir de compras a la ciudad un fin de semana.

Mi padre se sintió atacado por ambos y por nuestra insistencia de no aburrirnos en casa el finde. Terminó aceptando que hiciéramos un viaje en familia y el tener que conducir por más de dos horas. No solo tendría la oportunidad de conocer a la persona que me abriría camino en mis aspiraciones, también sería el primer viaje familiar que haría en años.

Partimos el sábado por la mañana. Alice llevaba una maleta demasiado enorme para un par de días y mi padre solo la observaba entre atolondrado y adormilado. Como ambos no estaban disponibles, yo me hice cargo de llevar a Heather en mis brazos y de soportar que estirara sus diminutas manos para quitarme las gafas. Al parecer encontraba satisfacción en negarme calidad en mi visión.

Jason y Karen solían decir que odiaban los viajes familiares, a la música ochentera de su padre, los ronquidos de su madre y el tener que soportar atravesar el bosque y perder la señal de Internet. Aunque a cualquier otra persona hubiera considerado ese viaje a Nueva York insufrible, yo lo disfruté. Gocé de la música de antaño de mi progenitor a todo volumen, la forma en la que Alice le hablaba a Heather con la voz chillona para juguetear con ella, y hasta su llanto de hartazgo me pareció esa pincelada que le daba humanidad a un cuadro tan perfecto.

El retrato de un joven lúcido | ✅ |Where stories live. Discover now