LIV: Mi preciada independencia

Start from the beginning
                                    

- ¡Hola! - al abrir la puerta Gerard me tomaba en sus brazos girándome en el aire.

No esperaba que él sintiera tanta emoción de verme, yo hubiese querido demostrar lo mismo, pero algo me detenía, no sabía que era, una nostalgia en el fondo de mi corazón que en lugar de alegrarse, se sentía miserable. Intenté sonreí pero fue inútil, los últimos días mi rostro casi no movía músculos, no creaba sonrisas hace mucho.

- Bienvenidos - les dije a todos sintiéndome espantosamente melancólica.

Verlos ahí me recordaba New Jersey... Y aunque nunca pensé que eso pasaría, extrañaba poderosamente ese lugar.

- ¿No llegamos en buen momento? - preguntó Mikey mirándome con sus cejas arqueadas.

- No, no es eso ¿Por qué lo dices?

- No lo sé, te ves...

- Tienes cara de culo Lola - respondía Gerard por él.

Él no cambiaría nunca, siempre sería el Gerard imprudente y muy directo de siempre.

Solté una risita casi forzada.

- Sólo estoy cansada, pasen, tengo algunos bocadillos, cerveza, té, café, no sé qué quieren.

Les serví cerveza y calenté en el microondas los bocadillos que tenía, en un rato nos iríamos a algún lugar a celebrar el cumpleaños Gerard.

Todos comían menos yo, había perdido mi apetito hace semanas. Sara miró a Mikey y luego se acercó a mí - ¿Segura que estás bien?- susurró a mi oído.

- ¿Por qué preguntan eso? Es como si no sé, yo fuese un bicho raro.

- La última vez que te vi fue en febrero, mitad de febrero, días antes de San Valentín... y Lola has perdido mucho peso desde ese tiempo. ¿Te has hecho un chequeo médico o algo? No lo digo como Gerard que es un cretino con poco toque, pregunto porque me preocupa verte con ojeras, pálida... muy delgada.

- Subí de peso cuando llegué a New Jersey, vivía comiendo, quiero decir todos me invitaban a comer y supongo que ahora estoy en mi peso ideal, además no me he maquillado- mentí porque si lo había hecho, y aun así me veía pálida, con un aspecto casi lúgubre- me tendrán que dar unos minutos para eso - intenté sonreír excusando mi apariencia.

Yo no estaba mal, simplemente estaba cansada, me sentía sola, eso me afectaba un poco y mi apetito desaparecía.

Luego de un rato Gerard abrió el gran ventanal que daba salida hacia un antiguo balcón hacia la ruidosa ciudad.

- ¿Me acompañas? - decía mostrándome una cajetilla de cigarrillos, pero él sabía que yo no fumaba.

- Sí.

Cerró el ventanal detrás de mí y encendió un cigarrillo.

- A mí no me engañas - tiraba humo por su boca rápidamente mientras se mecía sobre sus pies.

- ¿De qué hablas?

- Sé que acá estás muy sola Lola.

- ¿Por qué dices eso? - pregunté confundida, ¿A qué venía esa clase de comentario?

- Porque así te veo, así te siento, cada vez que hablamos por mensajes, sola, miserable.

- No sé cuál es el punto de hacer esta clase de comentario, lo dices como si fuera infeliz acá.

- No es eso, pero lo veo en tus ojos, ya no tienes ese brillo que solías tener, se apagó.

Solté una carcajada por sus cursis palabras.

𝐘𝐎𝐔𝐍𝐆 𝐀𝐍𝐃 𝐃𝐎𝐎𝐌𝐄𝐃Where stories live. Discover now