Capítulo 30: La punta de la colina

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—Ojalá ella estuviera aquí —susurré.

—Si Alice me reclamó por horas mis negligencias contigo, Diane no me hubiera dejado en paz —vaciló, era claro que se encontraba tan nervioso como yo.

Así solía ser cuando éramos nada más los tres, en esa infancia que cada vez extrañaba más.

Bajé la cabeza y me animé a mirarlo a los ojos. Se encontraba cansado por la guardia, su cabello con algunas canas y usaba una gabardina gris encima de su bata blanca, ni siquiera le dio tiempo de quitársela.

—¿Recuerdas cuando te hartaste de Harry y de mí, y nos pusiste a contar estrellas? —pregunté al aire, con la memoria de la infancia también vino eso—. Nos quedamos dormidos en el pasto y tuviste que cargarnos a ambos.

—Nunca estaban tranquilos —resopló—. Harry era un buen chico.

—Fue él quien empezó el acoso en mi contra hace un año —admití de golpe—. Inventó que había hecho que lo expulsaran y que era un maniático sexual obsesionado con él.

—Pero, fuiste a verlo hace meses...

—Es porque soy imbécil.

—¡Chris!

—Igual no resultó ser del todo mentira —suspiré—, me gustan también los chicos.

—¿Sabes? Cuando eras niño llegaste un día diciendo que te querías casar con tu mejor amigo. —Él rio, pero yo sentí como mi rostro se volvía rojo—. Además, ya sospechaba que salías con el fotógrafo, el tal Max.

Le di un leve golpe en la espalda y después solté una carcajada, imaginé a Joshua ardiendo en celos con ese comentario.

—No, no, no. —Hice un ademán con las manos—. Se llama Josh, fue el tipo con el que me quedé la primera vez que me di a la fuga —mentí a medias, decirle que era mi maestro sería una imprudencia.

Él hizo un gesto de lucidez.

—No tienes nada de qué avergonzarte —dijo, comprensivo—. Y si alguien llega a molestarte es por miedo a lo que no se halla dentro de su normalidad, no porque tú estés mal.

—En realidad ese es mi problema; todo el tiempo siento que algo está mal conmigo —expresé, frustrado—, no solo por mi orientación, también por mi forma de ser y de pensar, mi físico, mi modo de hablar y de sentir. Es asqueroso vivir así.

—No lograrás zafarte de ir a terapia —informó—. Alice me contó lo de tu crisis de pánico, le reproché por no decírmelo.

—Yo se lo pedí. No siento que mis problemas sean importantes, pero Josh me hizo entender que no es así y necesito ayuda, dame una fluoxetina si lo crees prudente.

—Tal vez un Clonazepam.

Solté una leve risa y él hizo lo mismo. Por primera vez en mucho tiempo, me sentía cómodo a su lado.

—Podrías traer a Josh a cenar algún día —sugirió él.

—¿Quieres que pida mi mano en matrimonio con toda formalidad? —dije burlándome—. ¿O le des las pautas para salir conmigo?

—Chris...

—Ya, ya... —resoplé—. Reservémonos eso por el momento, ¿sí?

 Reservémonos eso por el momento, ¿sí?

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El retrato de un joven lúcido | ✅ |Where stories live. Discover now