Epílogo

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Un año después...

Hero

Decir que mi vida había cambiado era poco, había dado un giro de trescientos sesenta grados. Hoy era el día del padre, si bien siempre lo celebraba, ahora lo hacia con mis hijos y esposa.

La celebración era una pequeña reunión,  había un pastel y comida, mi padre tenia a Danielle en sus piernas jugando, los mellizos eran la adoracion de mi padre. 

— Hero ven a partir el pastel. —me dijo Jo. Me levanté del sofá dónde estaba sentado con Matia en brazos.

El pastel tenía una figurita de los mellizos hecha de cerámica, era un detalle de mi padre.

Después de partir el pastel y ver a los bebes comiendo, obviamente quedaron muy embarrados y mi esposa tuvo que limpiarlos, recibí un llamado de Martha, si bien no estoy en las mejores condiciones con ella, por lo menos ahora si puedo escuchar su voz sin querer mandarla a la mierda, de mi hermana no sé mucho, en algún momento hablaré con ella, ahora no era momento.

Sofía Cler había heredado la empresa de su padre después de que esté muriera por ELA, ella seguía coqueteando conmigo, solo que en forma de broma, ya que le dejé bien en claro las cosas cuando una vez que intentó besarme y Josephine vió. Me costó mucho dejar que le explique.

— ¿Quién es la niña más bonita del mundo? ¿Quién es? —elevaba a mi hija en el aire y después la bajaba, mi angelito solo reía mientras le daba cariñitos en la nariz.

Siempre que estoy con mis hijos me comporto como un baboso, babeo por ellos siempre, desde que comenzaron a hablar y caminar ambos son un peligro, pero siempre estoy yo para protegerlos.

— Tu padre ya se va. —me avisó Jo con Matia en sus brazos.

— Voy a despedirme.

Llegué al costado de mi padre con la bebé en brazos, el me la quitó para llenarla de besos.

tata...—dijo con su pequeña voz de bebé. La primera palabra de mi niña había sido pa, mientras que la de mi niño había sido ma. Y con el tiempo les habíamos ido enseñando más palabras.

— Gracias por venir. —le dije al hombre que desde pequeño había admirado.

— No tienes de que agradecer, aunque no me hayas invitado igual hubiera venido, sabes que me gusta estar con los niños.

— Eres el mejor. —abracé a mi padre con cuidado de mi hija. Ahora podía entender porque él hacía lo que hacía cuando era más pequeño, entendía sus consejos y regaños. Eso es lo que hace un padre con su hijo, lo prepara para la vida.

Josephine y yo acostamos a los niños, los cuales estaban cansados luego de un largo día. Me senté en la mesedora y la senté a ella en mi regazo.

— Ojalá duerman de largo. —Jo recostó su cabeza en mi. Los mellizos habían tenido problemas al dormir estos días, y ambos estábamos agotados. Nos levantamos en las madrugadas cuando lloraban, y no era solo uno, eran los dos, nos inventamos canciones y cuentos para hacerlos dormir.

— Tienen que. Estuvieron jugando todo el día, desde que aprendieron a caminar paran correteandose, hasta Celia tiene que jugar con ellos. —le dije. Ella cerró los ojos.

— No te hagas, quieres que jueguen contigo, pero como tu solo quieres estar en un sitio, ellos necesitan correr y explorar. —rodé los ojos.

— Pero no quiero que se hagan nada. —me quejé.

— De eso se trata su infancia, que aprendan y exploren. —le di un beso para dar por terminado el tema.

— ¿Cómo van tus clases? —le pregunté. Hace poco había tenido una exposición.

— Bien, pero nadie me cree cuando les digo que tengo hijos. —Jo era una mamá joven, muchos se quedaban sorprendidos al saber su edad y que teníamos dos hijos.

Que puedo decir, mi esposa es sexy.

— Hablando de eso, ¿sabes que quiero de regalo? —la acomodé y comencé a besar su cuello.

— ¿Será lo mismo que querías ayer y antes de ayer? —ella volteó a besarme.

Me levanté de la mecedora con ella en brazos, cómo pude apagué la luz de la habitación y cerré la puerta.

Por favor que mis hijos no lloren, pedí.

Su vestido ya estaba fuera y mi camisa igual.

— Déjame decirte que tu regalo llegó adelantado. —me dijo cuando estaba bajando por su vientre. Interrumpí mi acción y me subí para mirarla confundido.

— ¿Qué quieres decir? —ella me miró sonriendo.

— Estoy embarazada. —sus ojos estaban brillantes. Mierda, voy a ser papá de nuevo.

— Gracias, gracias, gracias. —la besé intensamente.

Esta mujer me haría padre por tercera vez, maldita sea, soy un hombre afortunado. Ella rio mientras la besaba. Iba a ser una gran noche.

•••

Ocho meses después llegó un niño llamado Hardin, haciéndome el hombre más feliz del mundo, aunque lo era todos los días.





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GRACIAS MIL GRACIAS!




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