Capítulo 29: El final

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Al llegar a casa lo primero que hizo fue ir a ver a Heather. Por suerte, ella estaba todavía dormida. Yo subí las escaleras con todo y la manta encima. Entré a la habitación y me tumbé en la cama, me hice un ovillo en los edredones y cerré los ojos, intenté dormirme, pero el llanto llegó de repente.

Odiaba llorar y no sabía si prefería que las lágrimas fluyeran o sentir que me quemaba por dentro.

Odiaba llorar y no sabía si prefería que las lágrimas fluyeran o sentir que me quemaba por dentro

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Desperté a las seis de la mañana solo para levantarme de la cama y cerrar la puerta con seguro. También me quité la ropa enlodada y me puse el pijama. Continuaba sintiendo frío, pero ya no era tanto. Revisé la calefacción y supe que Alice había entrado mientras dormía a prenderla. No merecía sus atenciones, luego de que de un día para otro invadí lo que sería su proyecto de hogar. La verdad era que sentía que no era digno de que me tratara tan bien porque yo era el eterno recordatorio de que no fue la primera en la vida de su esposo.

Cansado de pensar, volví a la cama. Me hice un ovillo de nuevo y me quedé dormido. Eso hasta que escuché fuertes golpes a la puerta. Desperté, me senté en la cama y tomé una bocanada de aire para intentar controlar mi hiperventilación. Miré a la ventana, a pesar de que las persianas se encontraban cerradas, la luz solar pasaba a través de estas.

¿Había sido una pesadilla?

No obstante, la forma en la que vibraba mi móvil me dijo todo lo contrario. Lo revisé, tenía montones de llamadas de Hannah y Karen, mensajes de Jason e incluso del mismo Steve. Fue el aterrizaje a la horrible realidad que no tardaría en ahogarme una vez que saliera del cuarto.

El golpeteo a la puerta seguía, solo que se volvió más suave.

—¿Chris? —preguntaron del otro lado. Era la voz de Alice—. Es tarde, tienes que desayunar.

No respondí, porque justo cuando iba a hacerlo Heather lloró. Me acerqué a la puerta y pegué el oído, sería el único contacto que tendría con el mundo exterior en mucho tiempo, me convertiría en uno de esos japoneses dementes que se encierran por años en sus habitaciones por la fobia de enfrentarse al mundo.

Escuché unos pasos del otro lado, supe que se trataba de mi padre. Desde que sucedió lo del rechazo no había tenido oportunidad de hablar con él, solo me saludaba como si nada o cenaba en silencio.

—¿Qué pasa? —interrogó el hombre—. Heather no deja de llorar, ve a ver qué tiene.

Alice resopló.

—Ve y cárgala tú —decretó ella.

—Voy a llegar tarde a mi consultorio, no me queda tiempo.

La mujer volvió a golpear mi puerta y Heather siguió llorando.

—Yo tengo que hablar con Chris, ¿tienes idea de lo mal que llegó anoche? —reprochó—. Te recuerdo que son nuestros hijos.

Aquello me recordó a mi infancia, mi madre solía hacerle la misma queja. Al parecer, mi padre todavía no aprendía la lección.

El retrato de un joven lúcido | ✅ |Where stories live. Discover now