Epílogo de una tragedia

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Te han contado la historia de una Sirenita que pierde la voz a manos de una bruja, pero no de lo que hay detrás. Te mintieron, diciendo que entregó su don preciado por amor a un hombre, y no por odio a la obligación de pasar toda su vida con él.

No te dijeron nada de su abuela, la verdadera villana del cuento, la principal culpable de esta tragedia. Sin su imposición sobre el corazón indomable de una mujer reprimida, no habría cadáver.

Es posible que también se hayan olvidado de mencionar que los reyes marinos también matan abuelas a sangre fría. El de esta historia, vive feliz sobre sus montañas de billete, yendo de un puerto a otro en su palacio sobre el mar. Mientras, otra mujer es perseguida por su crimen, una bruja que ahora huye a lo largo del mundo esquivando océanos y cantantes como si ambos fueron engendros del odio y la maldad.

Pero hay finales felices, sí, esta historia tiene uno.

El príncipe pagó a Cangrejo su operación como último acto de amor hacia alguien a quien no amaba. Para un hombre obsesionado no hay diferencia; lo que Úrsula pidiera, eso haría él. Y Úrsula quería ver al hombre que la libró de la cárcel siendo enteramente lo que quería ser, que era justo eso: un hombre.

Cangrejo no había querido que lo acompañaran, así que Ari se quedó en casa de su madre con sus otras cuatro hermanas a esperar que él volviera al país, renovado.

Habían pasado meses.

El día que al fin tocaron su puerta con noticias de Cangrejo, no estaba él por ningún lado.

-¿Dónde está?

-Lo siento, señorita, yo no sé nada. Solo soy un mensajero. ¿Quiere el paquete o no?

-Eh... sí, démelo.

Lo primero que a la chica le pasó por la cabeza es que Cangrejo lo había pensado mejor y decidió escaparse con Úrsula, prefiriendo su amistad con la bruja asesina prófuga que el amor de la pintora frustrada y doblemente de luto.

Mas descartó la idea de inmediato, aquella hermosa persona le había contado toda la verdad de principio a fin, él no podía mentirle. Le habló de su amistad con Úrsula, lo que la bruja había hecho y sus dudosas razones, incluso que la ayudó a escapar con una identidad distinta, gastando todo el dinero que un día la suerte le regaló. No podía desconfiar de él, no después de todo lo que habían superado juntos.

Sin embargo, nada más leer la nota sobre el paquete sellado, todas sus ideas se fragmentaron. Los pedazos, a su vez, volaron a distintos rincones de su cerebro llenando espacios que debieron haber estado vacíos para recibir nueva información. Se había quedado sin la habilidad para dar sentido a las palabras por más que las procesara.

«¿Sabes cuánto cuesta sobornar a un operador de Atlantis para que lo haga fallar por unas pocas horas? Media lotería. Media lotería me costó ambientar lo que tienes en tus manos, valóralo».

Ari rompió el envoltorio del paquete sin preámbulos, sin ningún sentimiento más claro que las ansias por descubrir qué había envuelto en aquel frágil papel que le había costado tanto a su amor de crucero.

Sus manos, frenéticas, de pronto dieron con un tomo en tapa dura cuya portada exhibía en medio de un aura de colores oscuros y distintas variaciones de verde, un tridente, una poción y un amuleto de brujería. Con una ornamentada tipografía, grande y pretenciosa, la historia se presentaba en la parte inferior como "El cadáver de la Sirenita". Y en letras más pequeñas, el seudónimo del autor: Cangrejo.

-¿Qué hiciste, maldito crustáceo? -dejó salir Ari con la voz entrecortada por el horror y los ojos ardiéndole por la puñalada de sus lágrimas.

Ciertas cosas comenzaban a encajar, por mucho que la chica las empujara fuera de su consciencia.

Si Cangrejo sabía desde el principio el plan entre Úrsula y la Sirenita, al menos hasta la parte de la voz y la poción, eso le daba una oportunidad para cambiar el tónico por uno que en lugar de evitar el sangrado, lo provocara.

Un único movimiento bastaría para transformar un acuerdo entre bruja y cliente en una historia de terror ideal para ser escrita, vendida y amada. Su propio "Matar a Cenicienta".

Ari leyó la dedicatoria del libro escrita a mano, no supo bien si por curiosidad o simple masoquismo, pero lo hizo.

«Lo único que nunca planeé fue que Úrsula perdiera su libertad, que la poción quedaría atrapada en manos de tu hermana y que con ella la identificarían. Nunca podré perdonármelo, Ari, y sé que tú tampoco me perdonarás nunca. Tú, que fuiste el segundo imprevisto en mi obra maestra, que me diste una coartada al proponer que durmiéramos amarrados.

El lado bueno es que los artistas venden más después de muertos. Seré un best seller al final de todo.

~Te ama, tu escritor asesino».

El cadáver de la Sirenita [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora