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Los tenían a todos, o a casi todos, reunidos en el mismo lugar donde se vio por última vez a la Sirenita. Los obligaron a recrear la escena al menos quince veces hasta que todas las versiones estuvieron de acuerdo. Sin embargo, por mucho que todas encajaran, ninguna era capaz de arrojar ni un halo de luz sobre un caso tan escalofriante.

Algunos oficiales tenían una investigación abierta sobre el sabotaje que sufrió Atlantis. Se confirmó que la falla no fue repentina sino provocada, y era cuestión de tiempo para que el origen se supiera. Nadie podía explicar su mágico arreglo, todos coincidían en que así como Atlantis se detuvo, de un momento a otro había vuelto a zarpar y la electricidad había llegado como una ventisca en medio de un cuarto cerrado.

En otra línea de investigación buscaban con una necesidad todavía más desesperante una pieza clave del crimen, del cadáver mismo, que había sido literalmente arrancada por su perpetrador: la lengua de la sirena.

Todos los equipajes estaban siendo registrados, cada huésped había sido sacado de sus camarotes. Los expertos en psicoanálisis aseguraban que la lengua tenía que seguir dentro de las profundidades de aquel palacio marino, oculta, pero accesible. Si esa lengua había sido tomada tenía que ser a modo de trofeo, el asesino no correría tantos riesgos para luego perderla. Tenía que estar cerca, presta para cuando el ignoto se sintiera a salvo de la lupa policíaca y listo para escapar.

El tridente era otro dato curioso, aunque sugería que Poseidon podía tener relación con el crimen, este aseguraba que el artefacto le había sido robado de su saco, el cual había dejado en las sillas del salón de fiesta.

-¿Es posible? -preguntó uno de los oficiales marinos a cargo de la investigación.

Pelirrojo, con más pecas que piel, se comía la cabeza entre un dato y otro, sin saber qué orden dar a tan desastroso puzle. Por eso, acudió al mejor perfilador que tenían disponible, que gracias al cielo había zarpado con el pelotón de emergencia policial en el primer viaje de aquella nave dorada.

-Digo, si de verdad el tridente desapareció durante la función en el salón de fiesta cuando la cantante estaba desaparecida, sugiere que la Sirenita ya estaba muerta y que el asesino tuvo que volver a la escena, o al escondite del cadáver, y clavarle el tridente. ¿Es posible?

-Más que posible. Es probable. El forense lo confirma -respondió el psicoanalista de piel oscura y ojos serenos. Él y su voz eran como una taza de café pura y relajante; nada era suficiente para mortificar su paz mental, su manera de estudiar el mundo con los ojos cerrados, viéndolos desde la psique de quienes lo habitan-. Ya estaba muerta cuando le clavaron el tridente, y cuando se le hizo el rasguño con este en el cuello.

-¿Por qué alguien haría algo así?

-Para despistar, para incriminar. Cualquiera es válida. El asesino se vio asustado, imaginándose descubierto. En su desesperación buscó la única salida viable aunque esta le obligara a volver al lugar de su fechoría y arriesgarse a ser visto entrando ahí (un lugar en extremo restringido) por segunda vez.

-Entonces... ¿Puede que el frasco también sea montado igual?

-No. Tengo la sospecha de que el frasco fue un accidente.

-¡¿Cómo?! El asesino volvió a la escena, pudo llevárselo.

-Por el rigor mortis. Es muy probable que para cuando decidiera arrancarlo de su mano los músculos estuvieran como una roca. No podría haber arrancado el frasco de su agarre ni Hulk. Esa es la razón por la que el asesino sintió miedo, sabiendo que sería descubierto. -El perfilador miró con profundidad al oficial junto a él-. En este caso se presentan características de dos modus operandi muy distintos. El que envenena, y el que tortura. El asesino puedo ser lo uno o lo otro, pero no ambos.

»Estoy convencido de que lo único que el ignoto planeó fue la extracción de la lengua, lo demás fue improvisado o accidental.

-Entonces lo tenemos, ¿no? Solo hay que averiguar quién llevaba esa poción, o de dónde pudo haberla obtenido, y tendremos al culpable.

-Sí, creo que esa debería ser la verdadera línea de investigación de primera urgencia.

Para desconcierto del par de expertos, un oficial de patrulla acompañado del encargado de los interrogatorios -el nervioso de lentes con el cabello rizado-, llegaron para darles una noticia que torcería la investigación como nadie podría haber previsto.

-Señores -anunció el interrogador-, dejen todo lo que están haciendo. Esto les va a volar la cabeza. Hay un segundo cadáver en Atlantis.

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Nota:

Solo queda un capítulo. ¿Entienden? Uno y el epílogo. ¿Serán capaces de acertar esta vez?

¿Qué les sugiere la información dejada aquí?

El cadáver de la Sirenita [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora