3

4.5K 1K 787
                                    

El príncipe se levantó a ir al baño, necesitaba algo de aire fresco luego de tantos inprevistos, escándalos y ese ominoso descontrol entre su futura esposa y la abuela.

La voz del príncipe estaba valuada en millones, siempre rodeado de un personal que solucionaban todo por él, ¿y nadie podía resolverle la falla del barco?Era ilógico, antinatural. Le prometieron que no duraría toda la noche, pero, ¿y si no era así? Sentía una aberrante impotencia, ni toda la fama y exclusividad del mundo le podían salvar de los chistes del destino.

Con ayuda de la linterna en su celular se dispuso a caminar hasta al baño más próximo. Curiosamente, no hubo ni un alma entre la sala de televisión, el pasillo y la puerta al lavabo que se esbozaba a lo lejos como un espectro inmóvil esperando para devorarle. Tal vez no era tan curioso, es probable que la mayoría estuvieran en busca de una solución a todo el inconveniente repentino. Sin embargo, no podía negar que todo aquel trayecto solo, y la idea de encerrarse en un cubículo oscuro y apartado donde nadie más podría acceder, le aterraba en sobremanera.

Puede que haya visto demasiadas historias de miedo, pero sentía que una vez el resplandor de la linterna despejaba un área, una sombra se movía con sigilo detrás de él y lo escoltaba en silencio a su camino. Llegó a pensar que, de alguna forma, ni siquiera era su voluntad lo que lo hacía avanzar, sino el terror a devolverse y quedar de frente a la horrorosa figura que su mente había fabricado.

Al menos esperaba que haya sido su mente.

Al fin entró al cuarto de baño. Sin pretenderlo cerró la puerta con una velocidad nerviosa, como si temiera que el fantasma de sus miedos la empujara justo antes de que el pestillo entrara en su sitio, consiguiera meterse en el baño con él y lo asesinara. Bonito final para el príncipe del pop, desangrado en un baño público. De uno de los barcos más espectaculares del mundo, pero público al fin.

Al sentarse en la poceta recordó la verdad: no solo había salido de aquella sala por necesidad de un respiro, un fuerte dolor de barriga se había instalado junto con los nervios y si no conseguía un baño de inmediato, la pérdida de electricidad no sería la única tragedia.

Pese a las puñaladas de dolor en la parte baja de su estómago, el príncipe no pudo más que aliviar los cólicos tirándose unos cuantos peos. A parte del fétido aroma, lo que más preocupaba al príncipe era la acústica del lugar. Con la falta de electricidad no había zumbidos, ni el atisbo de motores trabajando; Atlantis quedó mudo y en la ausencia de su voz amplificó hasta el más nimio de los ruidos al punto de que hasta un sordo pudiera escuchar. Gracias a esto sus peos podían confundirse con truenos, tal vez una ametralladora.

El príncipe temió que al volver todos hubieran escuchado su espectáculo y lo esperasen con miradas incriminadoras o risas reprimidas.

Después de todo, era el príncipe del pop, no se tiraba peos.

Quiso agarrar su teléfono para distraerse eliminando imágenes de su abarrotada galería mientras a todos se les olvidaba su orquesta; no obstante, al girar para intentar hacerse con el dispositivo sobre la tapa del tanque, le propinó un codazo tan fuerte que cayó, dio varios giros dolorosos, aterrizó con la pantalla de cara al suelo y la batería voló lejos.

El príncipe la escuchó deslizarse por la rendija bajo la puerta. No pudo menos que maldecir a todos sus antepasados por su diabólica suerte.

Con el culo al aire se agachó para recoger los restos de su maltrecho teléfono. La oscuridad era ahora absoluta pero sus dedos sabían distinguir entre lo liza que alguna vez fue su pantalla y las innumerables grietas que ahora habían aparecido.

Mas no se dio por vencido. El desastre tal vez se debiera solo al vidrio templado, era posible que el funcionamiento regular del teléfono más el mecanismo interno siguieran intactos.

Así, con esas perlas de esperanza entre los dedos, entre abrió la puerta del baño para estirar y dar con la batería perdida sin la cual el teléfono era inservible. Para su desgracia, lo que sus manos tocaron en ese momento no era lo que buscaba. Tenía la forma inconfundible de un zapato.

Alzó la mirada, en su terror otro peo escapó de su culo en libertad, pero al menos no se orinó.

La figura ante él gracias a su perspectiva desde el suelo, parecía enorme, aunque siendo críticos ni siquiera alcanzaba el extremo superior del marco de la puerta. Su contextura era indefinible gracias al saco que lo ataviaba, y su mirada quedaba absorta por la oscuridad que los envolvía. Al príncipe le pareció que usaba sombrero, pero no podría decirlo con seguridad gracias a la vorágine oscura que lo cegaba.

El príncipe fingió valentía, cosa que es bastante difícil cuando te aparece un hombre de identidad desconocida, con porte misterioso, en medio de un baño al que acabas de pudrir con tus gases estomacales y donde yaces tirado en el suelo con el culo desnudo al aire. Enderezó su espalda, engrosó su voz y demandó cual dueño del mundo:

-¿Quién eres tú?

-Soy el hombre que vino a matar a tu esposa.

Una vez esas palabras fueron pronunciadas, el desconocido cerró la puerta del baño. La única pista de su identidad llegó junto al sonido del pestillo. El hombre recién aparecido tenía acceso a las llaves de los baños. Sin embargo, pese a aquel descubrimiento, eso solo podía significar una cosa: el príncipe estaba cautivo e indefenso.

●●●●●
Nota de autora:
Bueno, ya ven que los príncipes también se tiran peos, sobre todo en historias de terror.

¿Qué les ha parecido el capítulo y la aparición y el mensaje de esa figura misteriosa?

El cadáver de la Sirenita [COMPLETA]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang