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Para desgracia de todos los pasajeros de Atlantis, la Sirenita apareció primero que la luz de la mañana. Un trabajador interno la consiguió oculta entre la maquinaria inferior del barco. Nadie, salvo Poseidon, la vio con sus propios ojos. El resto solo pudo observar una fotografía mientras eran interrogados.

Sentada inerte, con las piernas dispersas en ángulos extraños, el cuello ladeado y los ojos fuera de órbita

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Sentada inerte, con las piernas dispersas en ángulos extraños, el cuello ladeado y los ojos fuera de órbita. Llevaba muerta desde el momento en que Atlantis falló, mientras los de primera clase dormían en la sala de entretenimiento. Se estima que tuvo que pasar justo en el momento en que decidió salir a tomar aire a las escaleras.

Ahora, Ari veía la foto como se observa un lienzo en blanco bajo la presión de un experto en psiquiatría que te insta a darle una interpretación.

-¿Tiene algo que decir, señorita Persè? Era su hermana, ¿no? -le preguntó un oficial vestido de marinero, con un bigote tupido, gafas de montura redonda y un rizado cabello oscuro.

Sí, era su hermana. Tal vez debería estar llorando, pero hubiera sido más sencillo si sintiera dolor. Si ese sentimiento estaba dentro de ella, no era capaz de invocarlo.

Tampoco se sentía desolada. Era como si su cerebro mirara la imagen frente a ella pero no consiguiera procesarla. ¿Por qué le caía tanta sangre de la boca? ¿Qué era aquella botella de brillante líquido verde derramado ante tan perturbadora escena? ¿Le responderían si hacía esas preguntas?

Decidió que no, que le dirían que era confidencial y que la policía del barco estaba trabajando en ello.

No había un vacío en su interior, no era capaz de comprender la ausencia de la vida que acaban de arrancar de su lado.

Pero algo sí sentía: pavor.

Había un asesino en Atlantis, alguien capaz de dejar a su hermana como el despojo humano de la foto, alguien con quien se había cruzado, alguien a quien probablemente conocía.

La policía del barco sospechaba que el culpable tenía que estar entre los de primera clase que eran los que tenían acceso a la puerta que daba a las escaleras y quienes la vieron salir por ahí luego de la discusión con su abuela.

Ari no podía ordenar las ideas en su cabeza, algo le decía que las llaves estaban frente a ella y que solo tenía que ponerse a probarlas todas en la oxidada cerradura. Alguna de ellas, quizá la más obvia, tal vez la menos esperada, abriría la puerta de la verdad y desataría todo el desastre que esta contenía.

Pero no era capaz de estirar la mano y tocar las llaves.

-Señorita Persè, sé que debe estar conmocionada, pero entienda que el tiempo apremia y que necesitamos descubrir la verdad ahora antes de llegar a destino. ¿Entiende que si no se consigue el culpable quedarán detenidos como sospechosos hasta que la policía del estado aclare el caso?

Ari asintió.

-Entonces cuéntenos qué pasó.

-Nada. Yo no vi nada, estaba durmiendo.

El oficial se sostuvo las gafas antes de meter un golpe a la mesa en la que ambos estaban. El gesto hizo temblar sus rizos y aletear sus fosas nasales. Perdía la paciencia, y evidentemente Ari no era la raíz de su frustración.

-Todos dicen lo mismo. Es imposible que todos decidieran dormirse al mismo tiempo justo al momento del crimen y nadie viera nada.

-Es que... señor, fue el té. Nos dio sueño.

-De nuevo la historia del té. No había té, ¿entiende? Lo hemos descarto con todo el personal. Atlantis estaba en caos, no había electricidad, los motores fallaron, los bombillos explotaron. ¿Creen que íbamos a preocuparnos en mandar a alguien a oscuras para que les sirviera té mientras lo que buscábamos era una solución?

-Usted no me parece muy profesional, señor. Le estoy diciendo que alguien vestido de camarero nos trajo té. Todos le han dicho lo mismo, por lo visto. Investigue eso.

-¡No voy a investigar un puto té! -Se sostuvo las gafas nervioso, como si estuvieran a punto de caerse-. Estoy investigando un asesinato... -El oficial se agarró las sienes, respiró, exhaló, cerró los ojos con fuerza y luego volvió a hablar-. A ver, ¿qué me dice de lo que usted sí vio? Cuénteme su versión desde que llegaron a esa sala.

-Le voy a decepcionar porque no vi mucho. Mi hermana y mi abuela estaban peleadas, pero se sentaron juntas porque a mi abuela le gusta tenerla vigilada. Úrsula llegó después... No, antes... Espere, no. Primero entró mi acompañante. Cangrejo. Entonces fue que entró Úrsula porque recuerdo que se lo comenté a él. Pero... Señor, no pasó mucho más. Mi abuela y mi hermana discutieron, esta salió corriendo y amenazó con lanzarse al agua si la perseguían. Luego vino el té, todos tomamos. Ah, menos el príncipe del pop. Él había ido al baño. ¡Sí!

-¿Qué?

-Que él no tomó de ese té, así que pudo estar despierto toda la noche. Cangrejo y yo lo vimos volver, y eso fue luego del té.

-Entiendo su hipótesis, pero esta ya fue descartada.

-¡¿Qué?!

-El señor príncipe estuvo toda la noche encerrado en un baño, la historia fue confirmada por Úrsula, quien lo rescató apenas esta noche luego de la función en el salón de fiesta. El hombre al que vieron tuvo que ser otro pasajero que se coló.

-Entonces ese es el asesino.

-No nos adelantemos. Hasta ahora es usted la única que dice haber visto a alguien más. No hay pruebas de ello.

-¡¿Y entonces lo dejarán así?! Hay un asesino suelto...

-¿Por qué no me habla de lo que usted hizo?

-Nada, me dormí.

-¿Y su compañero?

-¿No lo han interrogado?

-Es el siguiente, pero quiero su versión.

-Se estaba durmiendo antes que yo, pero le hablé.

-¿Y por qué le habló?

-Porque tenía miedo.

El oficial puso cara de eureka.

-¡Oh! ¿Y puedo saber a qué venía ese miedo?

-A que habían explotado los putos bombillos de mi camarote y a que no había ni una gota de luz en todo el barco.

-¿Y su amigo parecía asustado, nervioso?

-No, parecía muerto de sueño. Pero yo no paraba de hablar.

-¿Y cuando se durmieron... no notó usted un movimiento extraño?

-¡Él no fue!

-¿Cómo está usted tan segura?

-Porque dormimos amarrados. Le juro que nos despertamos con el mismo nudo, juntos y sin nada fuera de lugar. Yo lo desperté él.

-¿Está usted segura...?

-¿Estoy acusada de algo?

-Todavía, no.

-Pues me voy, y usted debería hacer mejor su puto trabajo.

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Nota de autor:

¿Vieron la ilustración del cadáver? ¿Qué les parece?

¿Qué sospechas tienen sobre este caso? ¿Qué pistas les parecen relevantes?

El cadáver de la Sirenita [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora