Celos (2/2)

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La horrible sensación de molestia no hizo más que crecer en mi pecho, similar a una violenta enfermedad que poco a poco iba invadiendo cada rincón de mi ser. Sin embargo, también me sentía estúpida, contradictoria, patética y todo tipo de sinónimos.

Mi hermano y sus amigos seguían en la pista, completamente fuera de sí, ajenos a todo. Creo que, en sus estados, podría haber besado a Natalie en sus narices y ninguno se habría dado cuenta.

Natalie....

Llevaban ya cerca de quince minutos hablando. De tanto en tanto, y dependiendo el volumen de la música, se hablaban al oído o más alejadas. Sea como sea, ambas maneras me seguían molestando. Fue entonces que se me ocurrió hacer algo que debí haber hecho hace mucho tiempo atrás: largarme de ahí.

Me levanté de mi lugar sin esperar sus reacciones y me dirigí al baño. Al principio me costó bastante atravesar los cuerpos amontonados que bailaban en la cercanía del bar, pero logré abrirme camino hasta la puerta del minúsculo baño. Adentro, la luz era de color rojo neón, similar a las luces de emergencia. Había una taza, un lavabo y un espejo que no parecían limpios. Me miré en el espejo bajo esa luz que parecía distorsionar mis ojos y mis labios, pero era el único lugar en donde podía apreciar mi reflejo. Me lavé la cara y volví a mirarme.

—¿Que demonios te pasa, Jordan? —dije al rostro que me miraba con cansancio —. Tienes que ser congruente con lo que dices y haces.

Sin embargo, decirlo era mas sencillo que hacerlo. Estaba celosa, y debía aceptarlo si quería cambiar algo. Odiaba la sensación, odiaba esa estúpida inseguridad sujeta a todo, menos la razón. La peor parte era que sabía que, en efecto, era una tontería, pero mi cerebro se negaba a aceptarlo. En realidad daba igual si Natalie hablaba con quien fuese, era su vida y, aun si me había dicho todo aquello en la playa, nada la obligaba a ser congruente con sus palabras. ¿Siquiera había que ser congruente con algo?

Salí del baño recibiendo de nuevo el calor y ruido del ambiente. Decidí volver a mi lugar anterior dispuesta a no llamar la atención y que sospecharan de mis verdaderas intenciones. Sin embargo, a medida que me acercaba noté que Lea estaba sola con el celular en la mano. Ni mi hermano y sus amigos, ni Natalie. Estaba a punto de seguir mi camino cuando una mano me tomó por detrás y sin poder ver otra cosa que el corto y ondulado cabello rubio de ella, me guió hasta una especie de patio trasero.

—Lindo lugar —dije cuando salimos. Me soltó y se colocó frente a mi.

—¿Donde estabas? Dios... andar sola por este tipo de lugares puede ser peligroso, ¿lo entiendes? —reprochó con cierto disgusto. En cambio yo comencé a caminar por ese pequeño espacio al aire libre desde donde se podía ver con claridad el cielo. Intenté concentrarme en la luz de una farola a lo lejos intentando no ceder a la rabia que aún sentía por los celos. No era correcto que la emoción me controlara, menos una tan irracional como esa.

—Quería ir al baño —dije con sobrada obviedad —. ¿Hay algo raro en ello?

—No, no lo hay. Es solo que... me preocupas —Intentó acercarse a mí,  pero tensé los labios y me hice a un lado. Mi cuerpo no la quería cerca ni por asomo. Siempre creí que todas esas películas, e incluso mis amigas eran exageradas cuando reaccionaban a los celos, pero ahora era yo la que lo sentía, ¡y vaya que los sentía!

—Ey, ¿Tienes algo?

—No, ¿y tú?

—Estás rara, Jordan. ¿Pasó algo?

—Te dije que no —¿Qué era yo? ¿una niña de 15 años? ¡Por Dios! Que patética me sentía.

—Cómo sea... sólo no andes sola por ahí, ¿bien? Avísame antes.

La elección de amarte | LESBIANWhere stories live. Discover now