Acto de fe

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Estaba ya cansada del hecho de reflexionar constantemente en torno a mis confusiones. Mi vida se traducía en una serie de sucesos en donde cada uno resultaba más contradictorio que el anterior dándome así cero tiempo de poder resolver o siquiera intentar cualquier cosa.

Natalie, Laura, mi madre, la culpa, Ethan, el pasado, los días tristes, las largas conversaciones oscuras y un millón de cuestiones más. ¿Qué era lo que quería? ¿Qué era aquello que yo realmente necesitaba?

Ante esas preguntas, decidí que debía tomarme un tiempo para mi sola en donde pudiera relajarme. ¿Qué se me ocurrió? Nada mejor que bajar a las dos de la mañana a la playa. Primero, me había asegurado de dejar pasar un tiempo considerable fingiendo dormir para que así Ethan y Natalie estuviesen profundamente dormidos. Luego, con mucho cuidado, tomé la tarjeta que daba acceso a la puerta y la bajé conmigo cerrando detrás de mí cuidadosamente.

Afuera, se escuchaba levemente la música del bar en la planta inferior. Mediante abandonaba la enorme torre y me adentraba en el lobby, pude ver que el ambiente seguía bastante vivo a pesar de la hora. Sin embargo, al bajar por el pequeño camino que daba hacia la playa, vi que apenas y pasaba alguna personas con dirección al hotel.

Me quité las sandalias y dejé que la cálida arena se mezclara con mis pies. Caminé hacia la costa con la suave brisa que no era ni fría ni caliente, sólo agradable. Las luces que alumbraban desde el hotel, y los focos colocados de tanto en tanto sobre la orilla, emanaban una tenue luz que no molestaba, sin embargo yo me dirigí a la parte oscura , a la parte más alejada en donde la noche caía sin cuidado sobre el ambiente y sobre las calmadas aguas.

Observar el mar siempre fue toda una experiencia, un mundo en sí mismo. La mejor parte era que ahí nadie te juzgaba,  nadie te miraba de mala gana, nadie salvo uno mismo. Dentro se su cristalina imagen, durante el día, disfrutabas la vida, agradecías estar aquí, te maravillabas con su inmensidad, con su majestuoso ir y venir, pero de noche... cuando la oscuridad caía y lo único que se oía era su golpear contra la costa, ahí era donde ocurría lo interesante.

La pasiva negrura del agua levemente iluminada por la luna te invitaba a conocerte, a pensar, a indagar en lo más profundo de tu ser. El mar, con sus sonidos, iniciaba una conversación íntima, una retroalimentacion ofrecida por la misma naturaleza. No te juzgaba, pero en sus aguas te invitaba a mirarte, y eso hice.

En la costa, el agua tocó mis pies erizando mi piel, pero también mis sentidos. Despertó en mi una sensación de frío, pero a la vez resultaba contradictoriamente cálida. No estaba sola, estaba con el mar, pero sus aguas me reflejaban, y por ende, en realidad, estaba conmigo misma.

Yo.

¿Quién era? ¿Quién soy? ¿Quien seré? ¿Qué hice? ¿Qué hago? ¿Que haré? Las preguntas fluían como los ríos que terminan muriendo en la vastedad de algún punto del océano. ¿En dónde terminaba yo? Para empezar, ¿en donde iniciaba?

¿Quién soy? Volví a preguntarme. ¿Qué es lo que realmente quiero? Sentencié.

                            •●•●•●•

¿Quién soy? Me pregunté mientras daba vueltas alrededor de la cama. Ethan, sumido en un sueño total, no notaba mi incomodidad manifestada con mis idas y venidas entre las sabanas. Por obvias razones, tampoco notó cuando Jordan salió creyendo que ambos estábamos dormidos. Durante varios minutos me debatí entre bajar o no. Luego de nuestra charla en la playa no sabia muy bien que decirle, o como actuar. Lo único certero es que cada día ella se alejaba más de mi, y yo no sabia con evitarlo.

Deben de pensar que soy una tonta, ¿no? Ir por ahí alegando que si ahora era fuerte, que tenía un elaborado plan de venganza, que había olvidado a Jordan y que ni ella iba a evitar que hiciese lo que tenía que hacer. ¡Tonterías! Todas siempre fueron un montón de idioteces.

La elección de amarte | LESBIANUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum