Música y gotas de agua

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Y aún si regresaras, aun después de todo este tiempo, corría a tus brazos mientras me siento la mujer mas afortunada del mundo.

Estúpido ¿No? En efecto.

Ese era el placebo del amor, o por lo menos su efecto secundario. Como humanos, somos perfectamente capaces de perder la dignidad por sentir esa emoción recorriendo nuestros pechos. Somos los únicos animales que caerían dos veces por la misma piedra y no sólo una, sino hasta tres o cuatro. Así fuimos, así somos y así seremos.

Sin embargo, no podemos culparnos. Somos seres pasionales, necesitados de emoción, de drama y a veces hasta de cierto dolor. Aunque quizá solo estoy proyectando mis propias inseguridades.

||||||

—¿Qué dices, Jordan? ¿Me harías ese favor? —pide mi hermano.

—Es tu novia, Ethan. ¿Qué podría averiguar yo que no puedas tú? 

—A veces hay cosas que no se piden. Esas son las verdaderas sorpresas.

—Cierto, pero se te olvida que ella y yo no somos del todo amigas.

—Eres tú,  siempre encuentras una manera. Anda, prometo recompensarte. No todos los días se cumplen cinco meses de relación con alguien.

Suelto un largo y cansado suspiro. Observo su rostro completamente suplicante y necesitado. Con esa cara no logra que sienta la misma pena que con si novia, pero es mi hermano. Supongo que es mi deber ayudarle.

—Está bien, veré que consigo, pero no prometo nada.

—¡Te amo, Jordan! —se inclina hasta mi para darme un fuerte y molesto abrazo —. En cuanto lo sepas, dime. ¿vale?

—Bien.

—Al rato saldremos al cine. ¿Quieres venir? Podría ser divertido y podrías aprovechar para sacarle algo.

—Está bien. Avísame más tarde cuando sea hora de irnos —vuelvo a mi habitación.

Es otro de esos días fríos por los que podía ver por la ventana y sumergirme en la nostalgia. Otro de esos días que te dejaban una sensación inexplicable, pero reconfortante. Uno de esos días en donde recordaba a Laura.

—¿Qué quieres ser de mayor?—me preguntaba abrazada a mi.

—No soy tan pequeña, Laura. Ya tengo dieciséis —reí.

—Me refiero a que carrera vas a elegir en la universidad, tonta —dejó un fugaz beso en mis labios y luego me miró con esos ojos preciosos que solo ella podría tener.

—Quiero ser tu esposa —dije aquella vez.

Aun era temprano y la lluvia ya había azotado los cielos. Siendo las dos y media de la tarde de un domingo sin nada que hacer, no supe a que dedicar mi tiempo libre, salvo mirar por la ventana.

Oí la puerta de la sala abrirse y tras ella la voz de Natalie. No salí a saludar, de hecho no hice nada.

¿Qué motivaba a alguien a desaparecer? Reflexioné sobre ello miles de veces, leí cientos de libros, miré toda clase de conferencias y aún así no hubo nada que despejara mi mente de dudas.

¿Acaso dejaste de quererme, Laura? ¿Tu cerebro dejó de producirte esas hormonas tan adictivas? ¿O fue otra cosa? A estas alturas, ¿vale la pena que siga pensando en ello? Dejaría de hacerlo, pero como ya dije una vez, tu me enseñaste a querer la nostalgia, y a rechazar el futuro.

Un leve toque en la puerta me saca de mi introspección, al otro lado oigo la voz de Natalie.

—¿Jordan?

—Adelante —indico. Veo como la puerta se abre.

—Tu hermano pregunta que si quieres comer ahora o mas... ¿Estás bien?

—Sí, ¿qué sucede?

—Estás... —señala mi rostro. Me llevo las manos hasta las mejillas y noto que están húmedas por las lágrimas que resbalaron sin mi permiso.

—Exceso de pasado —digo y me levanto para ir al baño —. Dile a mi hermano que comeré más tarde.

—Escucha —me toma de hombro y detiene mi camino. Su tacto vuelve a provocarme un ligero escalofrío —. No está bien que te guardes estas cosas, ¿tienes alguien con quien hablar? ¿Qué hay de tu amigo?

—Supongo que me gusta guardarme cosas para mi —menciono indiferente.

—Si necesitas hablar, aquí me tienes —me mira de nuevo con esos ojos que me desarman. ¿Por qué logra esto? Es hipnótica, y hermosa.

—Gracias, lo tendré en mente —intento poner una cara convincente.

Llego hasta el baño y me encierro ahí. Observo mi rostro por el espejo y noto el camino que han dejado las lágrimas por mi rostro.

—Tienes unos bonitos ojos verdes, Jordan. Tus pecas te hacen aún más valiosa, y esos labios... Además tu cabello cayendo hasta tu cuello me parece... sexy.

—Sólo lo dices porque soy tu novia, Laura.

—Lo digo porque eres preciosa.

Ahora tenía el cabello mucho más largo, y había sido frente a este mismo espejo que me enseñaste a apreciarme, a querer mi imagen, a sentirme linda. Soy en gran medida creación tuya. Y aún a día de hoy sigo creyéndolo. Supongo que siempre te estaré agradecida por ello.

¿Podrías haberme enseñado a vivir sin ti también?

El resto del día la pasé en mi habitación alternando entre videojuegos, Internet y mirar a las personas caminar con rumbos fijos. Casi cuando comenzaba a oscurecer, mi hermano llamó a la puerta para pedirme que me cambiara para salir al cine como habíamos acordado por la tarde.

Decidí ponerme lo primero que tenía a la mano. Salí a la sala en donde ambos ya me esperaban. Sin embargo, Natalie me miraba con cierta preocupación en sus ojos. Mi hermano sólo miraba la tele, lo que significaba que había ocultado el secreto. ¿Para evitarle la preocupación a él, o por mi? Esa era la cuestión.

—¿Nos vamos? —llamo su atención.

—Ah, claro —dice Ethan apagando el televisor. Los tres bajamos hasta el estacionamiento del sótano y caminamos hasta el auto de color rojo. Ambos suben en la parte delantera y no tardan en fundirse en platicas que dejó de oír cuando me coloco mis auriculares.

Una vez mas, la canción "Bags" de Clairo es mi compañera mientras veo el exterior desde el otro lado de la ventana del auto. El mundo parece moverse en cámara lenta hasta que llegamos a cualquier semáforo y todo parece volver a la normalidad. La lluvia golpea fuerte, pero no hay relámpagos, sólo música y gotas de agua.

De nuevo tengo la sensación de que anhelo el pasado, lo que jamás va a regresar. Mirar el futuro me parece fatídico, y el presente aburrido. Por mis venas ya solo corría la nostalgia y la melancolía. Eran mis amigas, mis fieles compañeras, y tratar de negarlo era caer en el síndrome de la abstinencia.

Estaba enferma, pero no hacia nada por curarme.

Entonces, sentí su mirada sobre mi ser acompañada de una presión extraña. Miré hasta el espejo retrovisor y ahí estaban sus ojos ahora conectados con los míos.  No pasó mucho tiempo hasta que la desvío, pero pude jurar que había sido largo.

Esa noche era joven, y yo comencé a mirar más hacia ese espejo en busca de capturar su mirada sobre la mía. Y no comprendía bien la razón.



La elección de amarte | LESBIANWhere stories live. Discover now