Manos heridas

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—¿Estás segura? Se supone que debe ser un proyecto sencillo, Jordan. Hablar de la naturaleza del hombre no nos ayudará.

—Ese es el secreto, mi conformista amigo. Seremos los únicos que abordarán este tipo de tema, lo cual llamará la atención del profe y sacaremos una buena nota.

—Sabes que no se me dan las grandes reflexiones como a ti —menciona mientras se lleva el lápiz a la boca y frunce el ceño.

—Tu sólo sígueme, Terrence. Yo me encargaré de la parte escrita. Tu encárgate de imprimirlo cuando te lo envíe.

—Cómo órdenes, jefa —se lleva la mano a la cabeza para imitar un saludo militar —. Por cierto, ¿te respondió tu hermano?

—Algo así, solo me envió un estúpido mensaje que decía "Lo siento por no avisar, me quedé en casa de Natalie" —miro a mi alrededor para notar que ya los únicos que quedamos en el salón somos mi amigo y yo —Creo que deberíamos irnos, ya no queda nadie.

—Te dije que debíamos planearlo en tu casa.

—¿Quieres venir a jugar videojuegos? —ofrezco —. ¿O te da miedo que una chica te gane?

—Sólo si yo lo elijo.

Acepto y regresamos a mi casa caminando. La escuela no queda a más de quince minutos, además a veces es agradable andar en los días nublados luego de una noche de tormenta.

Subimos por el enorme edifico hasta el noveno piso con ayuda del elevador, aunque deberíamos usar la escalera para aportar algo a la mala complexión de mi amigo.

—Cielos, Jordan. Nunca me canso de ver lo genial que es tu departamento —menciona ingresando detrás de mí y mirando todo asombrado.

—No es la gran cosa.

—¿No? Mira esas vistas —señala los enormes ventanales a lo largo de la sala principal, por donde se puede ver gran parte de la ciudad —. Cielos, creo que puedo ver mi casa desde aquí.

—Pero el resto no tiene nada de especial —le hago una seña para que me siga hasta mi habitación —. Una cocina, dos habitaciones, un baño... lo normal.

Conecto la consola y le doy un control. Decidimos jugar varios juegos de esos independientes que se juegan sólo de vez en cuando para demostrarle al otro quien es el que manda. Nos mantenemos así durante unas cuantas horas hasta que escuchamos la puerta del departamento abrirse, y con ella la voz de mi hermano junto a su novia.

—Parece que al fin podré ver como es —dice mientras apago la consola.

—Tampoco es la gran cosa.

Salimos y vemos a mi hermano tirarse en el sofá y encender la tele. Natalie se coloca a su lado bajo su brazo. Hago una pequeña aclaración de garganta para que noten nuestra presencia.

—¡Jordan! ¡Terrence! Menudo susto, creí que no había nadie.

—Hola, Ethan —saluda mi amigo con la vergüenza que siempre caracteriza a las visitas en casa ajena.

—No todos nos la pasamos fuera de casa sin avisar —suelto ofendida.

—Te dije que lo sentía. Me quedé sin batería y no llevaba el cargador.

—¿No pudieron prestarte uno?

—Me disculpo contigo, Jordan. Fue muy irresponsable, además yo le pedí que se quedara, no debí, lo siento —dice ella con esa cara de ángel que me impide ser grosera.

—No pasa nada, solo asegúrense de llamar, ¿bien? Iré con Terrence a dar una vuelta y regresamos. Los veo más tarde.

—Adiós Ethan y ¿Adiós... ?

La elección de amarte | LESBIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora