El... ¿Final?

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Ahora no había reflexión, sino expectativa. Luego de haber liberado parte de mis emociones ante Natalie me sentía en la necesidad de no pensar, y en cambio sentir.

Sin embargo, no podía dejar de pensar que algo estaba rotundamente mal con lo que hacíamos. Quizá fue por que las emociones dominaron la situación que no pudimos contemplar todas las posibles consecuencias de nuestros actos, o quizá fue nuestra nula percepción respecto a que, como personas, tenemos un fuerte sentido de la moral y la empatia. Quizá fue por eso que Natalie no rechazó la propuesta de mi hermano respecto a casarse.

Incluso a día de hoy, dos años después, no logro comprender el motivo que nos llevó a ambas a traicionar lo que habíamos dicho momentos antes de que su padre tocara la puerta.

—Ya voy —dice Natalie abriendo a los pocos segundos la puerta.

No soy capaz de ver absolutamente nada fuera de la oscuridad y algunas cajas y cajones debajo de su cama acomodados en fila frente a mi.

—¿Y la chica que había venido por la titulación? —oigo la voz de su padre extrañado.

—Se ha ido, ¿no la viste bajar? —dice ella con una tenebrosa naturalidad.

—Que extraño, pero como sea, los dejo a ambos para que arreglen las cosas —y tras esas palabras, escucho la puerta cerrarse con suavidad. Lo único que veo desde mi posición son los pies de Natalie y los tenis blancos de mi hermano. Ambos se sientan en la cama, y al hacerlo pareciese como si los soportes fuesen a romperse y dejarme aplastada.

—¿Qué tal todo? —pregunta él con un tono tímido que casi nunca le había escuchado.

—Bien —casi puedo sentir su nerviosismo.

—He estado intentando hablar contigo, pero te negabas. ¿Por qué? ¿Qué sucedió?

—Nada, era solo que me sentía... extraña, distante, y no quería tener que molestarte con...

—¡Por Dios Natalie! Soy tu novio —por la forma en que los dedos de los pies de Natalie se contrajeron , supe que estaba tensa —. ¿Acaso no confías en mi? ¿No me quieres?

El llanto de mi hermano no se dejó esperar mas, y con él se marcharon todas mis sensaciones dejando pasar de nuevo a la razón. ¿Qué demonios pasaba por mi cabeza? Ellos estaban juntos y se merecían ser felices...

No. ¡No! Natalie no lo quería, ¿Qué me pasaba? Las ideas se mezclan y no dejan pensar, duele. Hay dos pensamientos tratando de ocupar un mismo lugar. Mi hermano, el chico que me cuidaba y me apoyó con la muerte de mamá, y Natalie, la chica que padecía un enorme dolor y de la cual conocía parcialmente su secreto. Si lo ponía así era estúpido siquiera considerar apoyar a alguien que no fuese mi hermano, pero algo me impedía hacerlo del todo, ¿por qué? ¿por qué no podía elegir a uno? La culpa... Cuando la razón volvía, esta dolía como un demonio.

—Ethan, no es eso, simplemente yo... necesitaba tiempo para pensar y...

—Natalie... ¿Pensar? No supe nada de ti en dos semanas. ¿Quieres pensar en mi también? Aunque sea un poco, por favor.

—Sí... tienes razón,  creo que... fue mi culpa, o en parte, yo... —su voz sonó muerta, sin ánimos, moldeada a los deseos de los demás. ¿Por qué hacia eso? ¿Cual era su pasado? Sabía ciertas cosas, pero siempre es más importante aquello que no se dice.

—No puedes dejar que esto ocurra de nuevo. ¿Qué hay de tus padres? ¿Quieres decepcionarlos? ¿Quieres decepcionarme a mi? ¿Vas a tirar por la borda tu carrera? ¿No has ido ni a la escuela, cierto?

—Yo... lo siento, Ethan —comienza a sollozar.

¡No te disculpes! ¿Por qué lo hacía? Natalie no tenia que deber nada a nadie, o quizá creía eso porque no conocía su historia. Sin embargo... ¡No estaba bien! El modo en que su voz se rompía y abandonaba toda esperanza indicaba que parte del problema también era Ethan.

La elección de amarte | LESBIANOnde histórias criam vida. Descubra agora