Adicta al pasado

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A veces me daba vértigo pensar en el futuro. Al contrario del pasado, este no lo conocía, era incierto y a veces hostil. La ansiedad era su sinonimo, lo que es inherente a él, su fiel compañera de aventuras. ¿Cómo mirar hacia adelante, hacia la incertidumbre, cuando la nostalgia ofrece una ilusión más cálida, más acogedora y fiel? ¿Cómo? En el pasado tengo a mi madre, a Laura, cientos de momentos felices, en el presente está mi hermano y Terrence, pero... ¿Qué hay en el mañana? Quizá por ello miraba tanto hacia mi ventana. Comenzaba a volverme adicta al pasado, y no hacía nada por evitarlo.

—¿Estás bien? —pregunta mi amigo desde mi escritorio.

—Aja...

—¿Segura? Lo único que has estado haciendo es mirar por la ventana mientras termino de editar este archivo.

—¿Alguna vez has querido vivir en el pasado?

—¿Te refieres a volver y saber lo que sé ahora, pero en ese tiempo?

—Supongo. Me refiero a simplemente volver, a aceptar la nostalgia.

—Bueno, antes no tenía que preocuparme por entregar proyectos, o tener que pensar a que universidad quiero ir, así que sí, a veces el pasado es mejor que el presente, supongo.

—Me gustaría estar con mi mamá y con Laura.

—La señora Ann era muy buena, recuerdo que siempre me ofrecía galletas, pero... ¿Laura? Esa chica no vale ni que la piensen.

—Olvidar es caer en lo mismo.

—Pero pensar siempre en ello es igual de malo que olvidarlo, ¿no? Que sabré yo,  tu eres la filósofa.

No respondo. Al otro lado de mi habitación se oyen las risas de Ethan y su novia, que como siempre, ha estado aquí desde ayer.

—Tienen 21, pero gritan como si tuvieran nuestra edad —dice mi amigo.

—A veces no me dejan dormir, y otras veces está tan silencioso que me pongo nerviosa —me levanto de mi cama y voy hasta el escritorio para ver como va el trabajo.

—Casi termino, solo necesito editar las fuentes y estará listo.

—Hacemos un buen equipo. Voy a la cocina, ¿quieres algo?

—No, mi médico dice que debo comer a mis horas para bajar de peso. Vaya tortura.

—Eso es bueno, si sigues así en un par de meses podrías tener a todas las chicas de la escuela a tus pies.

—¿Incluso a Natalie?

—No apuntes tan alto, gordito —vira los ojos y salgo entre risas. De camino a la cocina me encuentro con la novia de mi hermano que justo va saliendo. Lleva el pelo un poco despeinado y el labial ligeramente corrido.

Cuando me mira, parece nerviosa y se apresura a acomodarse el cabello y a limpiar sus labios.

—Jordan, ¿cómo va el trabajo? —se dirige a la cocina conmigo.

—Normal, nada nuevo, casi terminamos —abro la nevera para sacar un poco de jugo que bebo directo del envase —. ¿Qué tal con mi hermano?

—Bien. Me ayudaba con unas cosas de la universidad.

—¿Clases de anatomía? —ironizo.

—No... estudio economía, ¿recuerdas?

—Por eso. Como sea, olvídalo. Era un chiste estúpido —sólo entonces parece darse cuenta de mi doble sentido y las mejillas se le pintan de rojo.

—Jordan... —dice cuando me disponía a volver a mi habitación —. Si necesitas ayuda con alguna clase de matemáticas en tu escuela puedes decirme. Se me dan bien. O también en alguna otra materia. La universidad enseña muchas cosas.

La elección de amarte | LESBIANWhere stories live. Discover now