Capítulo 23: La droga de fin de año

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Joshua relajó su expresión y colocó una mano encima de mi cabeza para revolverme los cabellos, diría que se trató de un gesto de cariño de no ser por su expresión cansada.

—¿Qué tengo que hacer si deseo pasar en Año Nuevo en el Times Square? —le pregunté. Continuaba con su mano sobre mi cabeza—. Tengo que aprovechar.

Él bufó y deslizó su palma hasta mi mejilla. No pude evitar la vergüenza, pero en lugar de esconder el rostro, mantuve la atención en sus ojos azules.

—No es lo que parece —replicó con voz trémula—, cuando Mich y yo estábamos en primer año en la universidad, se nos ocurrió saltarnos las tradiciones y estar en el Times Square, fue una idea de mierda —le di un pequeño empujón para que se alejara de mí—. Estuvimos más de doce horas de pie, no podíamos ni ir al baño y luego empezó a llover.

Torcí la boca. Joshua me soltó y guardó las manos debajo del edredón.

—Yo quería ver la pirotecnia y gritar como un atarantado con otros cientos —resoplé.

Tenía frío, así que metí mis manos debajo del edredón.

—Mich y yo conocemos un lugar donde se ve y sin necesidad de tanto sufrimiento. —Él movió sus dedos hasta que llegaron a los míos y comenzó a acariciarlos—. Si quieres, puedes traer a Max y a su secta. Es un bar en una terraza con muchos borrachos y gente gritando.

—¿También te afectó la droga de fin de año?

Joshua seguía borde, pero algo en su forma de tocarme y mirarme cambió o quizá yo estaba por intoxicarme con la misma droga; caer desmayado, sufrir un infarto y ser declarado muerto por causas desconocidas.

Él sacó sus manos y, en un movimiento rápido, las puso en mis hombros y me empujó para tirarme en el sillón. Entendí su intención y cuando lo tuve cerca, me abracé a su cuello, más que por joderlo, fue porque lo necesitaba. Joshua se separó un poco, me miró a los ojos y sonrió, no sarcástico o fingido, era sinceridad pura, podría jurar que vi un destello de algo desconocido en su mirada.

Me besó. No acelerado como solía hacerlo. No mientras metía la mano en mi pantalón y buscaba mi miembro con urgencia. No. Él fue despacio. Yo fui el que le dejé el cuello libre para que pudiera besarlo. No tardé en deshacerme de su camisa y él hizo lo mismo con la mía, pero creo se encontraba tan ansioso que acabó sacándola tan rápido que mis gafas volaron y reímos de nuevo como unos atarantados.

No dejé que él fuera a recogerlas. Lo retuve conmigo, otra vez viendo ese destello y sonrisa sincera.  

Joshua tenía la costumbre de quedarse dormido después del sexo y esa vez no fue la excepción

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Joshua tenía la costumbre de quedarse dormido después del sexo y esa vez no fue la excepción.

Le dejé el espacio libre, me levanté para vestirme y fui por mis gafas; mismas que cayeron muy cerca del marco de una habitación, lógicamente la de Michelle. Las recogí y, en vez de volver, le di un vistazo a la recámara. Pude darme cuenta de que ella era una de esas personas que acumulaban absurdos, tenía en un mueble una colección de listones de colores y un archivero con montones de fotografías colgadas y notas adhesivas.

El retrato de un joven lúcido | ✅ |Where stories live. Discover now