+ C I N C U E N T A +

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《♤》

Te seguí a la puerta, algo confundido por todo lo que había visto. Pusiste mi mano en tu espalda. Podía sentir tu piel, cálida y húmeda; tu columna se estiraba debajo como raíces.

Puedo pintarme por delante pero necesito algo para alcanzar la espalda –dijiste.

Retiré la mano rápido.

Yo no te quiero pintar.

–No quiero que lo hagas –volteaste a verme–. Hay unas hojas cerca del estanque de las Separadas, unas hojas largas. ¿Me traerías una? Y también un terrón de musgo.
 
Te volviste a meter dentro de la construcción, dejándome en la puerta.

  Me balanceé en el cajón de la entrada, meciéndolo hacia delante y hacia atrás.

Regresa cuando empiece a ponerse el sol –me gritaste–. Estaré listo.

Cerraste la puerta. Vagué, como no queriendo la cosa, hacia las Separadas, fingiendo que en realidad no iba a hacer lo que tú querías. Caminaba despacio, me detenía a mirar cosas, hacía de cuenta que la florecita morada que encontré en la arena era la verdadera razón de mi caminata. Golpeé la hierba alta con un palo, como te había visto hacerlo, atento a las
serpientes.  

En el estanque, me incliné bajo el brazo del eucalipto y gateé por la orilla del agua. Metí los dedos, disfrutando el repentino frío en la piel. Llegué a la roca que colgaba al fondo; la delgada grieta negra donde estaba el musgo. Algo se movía a mi alrededor, pero no me me quité. Me sentía extrañamente tranquilo, sólo disfrutando de la tarde perezosa en ese lugar. La roca estaba fresca y había sombra, así que me senté un rato, con las pantorrillas desnudas recargadas en la piedra. Después de un rato busqué el musgo; metí la mano en la oscuridad y arranqué un terrón. Esperé a que una arañita diminuta me cruzara por los dedos.

Al gatear de regreso, rodeando el estanque, vi las hojas que decías, grandes y de aspecto jugoso. Parecían no encajar en ese medio ambiente, rodeadas de vegetación más seca. Arranqué una por el tallo y de él empezó a salir sangre lechosa. La sequé, tratando de que parara.
 
  En el camino me entretuve con las gallinas. Dick estaba al fondo de su jaula, pero cuando le empecé a hablar, se acercó pavoneándose. Sacó el pico entre los alambres y arrancó un triángulo de la hoja que acababa de cortar.

A Yoongi no le va a gustar –lo molesté.

  Pero el gallo esponjó sus plumas, orgulloso, y escupió los pedacitos de hoja. Me senté junto a su jaula, oyendo los murmullos reprobatorios de las gallinas.
  Entonces, el sol comenzó a ocultarse. Había llegado la hora. Caminé sin ninguna prisa de regreso al cuarto de las pinturas.

 Caminé sin ninguna prisa de regreso al cuarto de las pinturas

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Abrí la puerta. Los naranjas y rosados del ocaso entraban resplandecientes por la ventana, para detenerse en las paredes que habías pintado. La luz resaltaba los granos de arena y los hacía destellar. Todo era color y brillo, casi demasiado para asimilarlo. Habías trabajado rápido, transformando el espacio. Estabas de pie en el centro de todo; tu cuerpo pintado también reflejaba la luz. Tu espalda era la única parte sin pintar. Habia un fuerte aroma a hierbas, como a lo que olían tus cigarros. Era pesado y embriagador.
Te acercaste a mí, tendiendo la mano para que te diera las plantas. Andabas semi desnudo. Pero estabas tan cubierto de pintura y arena, flores y hojas, que no me di cuenta de inmediato. La pintura y las texturas te cubrían como ropa. Tu cara tenía un color rojo claro con puntos y espirales anaranjados y amarillos por todas partes. Una textura gris de granito te cubría las piernas. Bajo el bóxer, tu pelvis estaba pintada de color oscuro entre una sección de morados, verdes y ramitos de hojas grises. Me aparté de ti
rápido, bajando la vista a tus pies. Eran color ocre, con espirales blancas que parecían venas. Retrocedí hacia la puerta, no sabía si quedarme. Te veías loco así, pero también hermoso.

Lost In A Lie -《Yoonmin》Where stories live. Discover now