+ C A T O R C E +

105 17 2
                                        

  《♤》

No había cuerpos. No había muertos. Solamente el interior de un cobertizo de una sola pieza. Y los colores.

 Estaba sentado en medio de todo. Había tierra y polvo, plantas y piedras... todo desparramado por el suelo alrededor de mí. Tenía los brazos cubiertos de sangre. Al menos eso fue lo primero que pensé. Todo era rojo, toda mi ropa estaba manchada. Me toqué el ante brazo, no me dolía, no me dolía nada. Me llevé el brazo a la nariz. Olía a tierra.

- Es pintura --dijiste--. Hecha de las piedras.

 Giré rápidamente, te encontré. Estabas entre la puerta y yo. Tu cara, salvaje; tu boca, apretada y furiosa mientras me mirabas de arriba a bajo. Tus ojos se veían oscuros. Empecé a temblar. Me arrastré hacia atrás, tratando de agarrar algo sólido para poner en medio de los dos, pero sólo encontré ramitos de flores, agujas de spinifex. Retrocedí hasta la pared. Luego esperé; cada parte de mí enfocado en ti, que ibas a hacer después, adónde te ibas a mover. Mi respiración eran ráfagas entrecortadas. Me pregunté qué tan duro te podía patear. ¿Podía pasar a un lado y llegar a la puerta?

 Me mirabas. Nunca te había visto tan salvaje, pero estabas inmóvil como una piedra, toda tu ira contenida en tu cara fruncida. Sólo el sonido de mi respiración, más y más rápida, colgaba entre nosotros. Tenías los puños apretados. Vi las venas saltadas en el dorso y la blancura de tus nudillos. Me arriesgué a ver tu cara.

 Tenías lo ojos cerrados con fuerza, como si trataras de pelear con algo dentro de ti; alguna emoción profunda. Rápidamente clavaste los puños en tus mejillas, empujándolos nudillos contra los ojos. Diste un gruñido, un ruido desde lo profundo de tu pecho. Pero las lagrimas igual llegaron. Resbalaron por tu rostro en silencio, cayendo de tu quijada.

 Nunca antes había viso a un hombre llorar; solo en televisión. A papá no lo había visto ni de cerca de llorar. Esas lágrimas se veían tan raras. Era como si tu fuerza se drenara, pero las apartaste de inmediato. La sorpresa debilitó mi miedo. Respiré hondo y desvié la mirada. Las paredes estaban pintadas con grandes rayas de colores. Tenían pegados grandes trozos de plantas, hojas y arena.

 Diste un paso hacia mí y de inmediato mis ojos volvieron a tu cara. Te acuclillaste. No entraste al área donde yo estaba, el área pegajosa y llena de arena. Te quedaste a un lado, mirándolo todo... mirándome a mí. Tus ojos eran de un negro penetrante, seguían salvajes.

- Estás sentado en mi cuadro --dijiste finalmente. Te inclinaste hacia adelante y tocaste una hoja--. Yo hice todo esto.

 Moviste la mano por la orilla mientras acariciabas la arena.

- Había dibujos y formas, salidos de la tierra... -la cara se te volvió a poner rígida y enojada al contemplar lo que había dañado. Después de un rato, te encogiste de hombros y suspiraste al soltarlos-. Pero tú creaste un diseño distinto, supongo... De alguna manera, casi es mejor así. Eres parte de esto.

Vi la línea que había hecho al gatear por el piso, la pintura que había regado por todas partes. Me levanté tembloroso. Un manojo de ramitas cayó por mi regazo. Miré tu cara, tus ojos con venas rojas y rastros de lágrimas; la tensión en tu quijada. En ese momento parecías loco: un enfermo mental que no creía necesario tomarse sus pastillas. Empecé a repasar frases en mi mente, tratando de encontrar que decir para salir de ahí sin alterarte más. ¿Cómo podría llegar a la puerta sin que acabaras de perder la razón? ¿Cómo había de actuar con un loco? Pero tú fuiste el primer en romper el silencio.

- No era mi intención asustarte --dijiste, tu voz otra vez tranquila y sensata--. Estaba preocupado por el cuadro. Es algo en lo que he estado trabajando... mucho tiempo.

- Pensé que ibas a... Pensé... -las imágenes eran demasiado horribles para sacar las palabras.

- Ya sé.

 Te pasaste una mano por el pelo y te dejaste unas partes rojas por la arena que traías en los dedos. Te veías serio. Tu cara se veía cansada y vacía, la frente arrugada.

- Sólo relájate --volviste a decir--. Por favor. Sólo relájate. Por una vez. Ninguno de los dos puede seguir así. Sólo confía en que todo es para bien.

Tu rostro era sincero, como si de verdad quisieras lo mejor para mí. Atravesé tu extraño cuadro y me acerqué bastante a ti, más de lo que hubiera querido.

- Está bien --dije. Mi cuerpo estaba temblando otra vez, pero ya tenía suficiente con mantenerme erguido. Tenía que conservar la voz ligera y amigable. Al menos eso sabía sobre la gente loca. Mientras fuera el tono correcto...

  Me armé de valor para mirarte directo a los ojos.

Estaban muy abiertos, menos rojos que antes.

- Sólo déjame ir --dije--. Sólo por un rato, un poquito. No va a pasar nada --traté de que mi voz fuera tranquilizadora; traté de hacerte decir que sí a fuerza de desearlo. Lancé otra mirada hacia la puerta.

  Lágrimas resbalaban de nuevo por tu cara. No podías sostenerme la mirada. Apoyaste la frente en un montón de arena. El polvo rojo se te pegó en las mejillas mojadas. Jalaste aire mientras ahogabas tus lágrimas.  Sacudiste la arena, acomodándola en una línea ordenada, y ocultaste tu rostro.

- Está bien --lo dijiste tan quedo que al principio pensé que no habías dicho nada--. No voy a detenerte. Sólo te salvaré cuando te pierdas.

 No esperé a oírlo otra vez. Pasé a tu lado sin detenerme. Estaba tenso, esperando a que me detuvieras, esperando esos dedos delgados en mi muslo. Pero no te moviste.

 La puerta se abrió fácilmente. Bajé la manija y salí a la explosión blanca y caliente del sol. Detrás de mí, te oí soltar una especie de sollozo.

《♤》  

Lost In A Lie -《Yoonmin》Where stories live. Discover now