+ C U A R E N T A- Y -N U E V E +

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《♤》

Después de un rato me soltaste. Te sentaste con las piernas cruzadas en el colchón y te quedaste mirando. Estabas torciendo los pulgares uno sobre otro.
creo que avergonzado.

¿Qué estabas soñando? –pregunté.

Negaste con la cabeza, descartando mi pregunta. Me quedé ahí, esperando. La madera crujía alrededor de nosotros y el viento aporreaba el techo de metal.
Echaste un vistazo a la ventana, como revisando que siguiera ahí.

El orfanatorio –dijiste en voz baja–. El viaje en camioneta, cuando dejé la tierra –te asomaste a ver el cielo nocturno y las estrellas. Yo también las volteé a ver. Pensé que a lo mejor lograba distinguir la línea del horizonte, que separaba la tierra negra del cielo grisáceo. Suspiraste, pasándote una mano por la cara–. Ahora seguro has de pensar que estoy loco, ¿verdad?

Te miré, hecho bolita.

Todos tenemos sueños.

Tus ojos felinos brillaban en la oscuridad como los de una criatura nocturna, una criatura que necesitaba que la recogieran.

¿De qué se tratan los tuyos? –murmuraste.

De mi casa, sobre todo.

¿Seúl? –pensaste en la palabra, determinando qué significaba para ti–. ¿Cómo puedes soñar con ese lugar? –dijiste. Otra vez, tus ojos volvieron a la ventana–. ¿Cómo puedes amarlo tanto?

La gente ama lo que conoce, supongo.

No –negaste con la cabeza–. La gente debería amar lo que necesita amor. Así la pueden salvar.

Te quedaste en silencio largo tiempo, viendo por la ventana, pensativo. Caminé suavemente hacia la puerta.

Perdón –murmuraste.

Cuando me levanté, tu cuarto estaba vacío

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Cuando me levanté, tu cuarto estaba vacío. Les di de comer a las gallinas. Cuando venía de regreso, la camella se acercó a mí con pasos pesados. Le rasqué las orejas, jalándole los pelitos suaves de adentro como me habías enseñado que le gustaba. Apoyó la nariz en mi brazo.

Se va a quedar contigo, ¿sabes? –le susurré–. Cuando me vaya, en unos meses, él no va a dejar que te vayas tú también –le acaricié el pelo de la mejilla. Suave como un osito de peluche. Ella masticaba en circulo, sus labios elásticos rozaban el dorso de mi mano– ¿Por qué eres tan dócil? –dije–. Deberías ser salvaje, peor que él.

Toqué sus pestañas hermosas y largas con la punta de los dedos. Parpadeó. Me alejé un par de pasos, pero ella vino conmigo, siguiéndome. Caminé en círculo, acompañado por el suave golpe de sus cascos. Me detuve y volteé hacia
ella, quise probar algo.

Bájate –dije.

Levanté el brazo como tú solías hacerlo y, después de gemir un poco, la camella se inclinó hacia adelante, doblando las patas. Cuando su cuerpo pegó en la tierra sacó una nube de polvo.

Lost In A Lie -《Yoonmin》Where stories live. Discover now