《♤》
Te quedaste ahí acostado unos cuantos minutos perezosos. Te veías casi en paz, con los ojos cerrados y los labios ligeramente abiertos. Después de un rato, recogiste el picnic y salimos de la colina en el coche. Había partes en que bajábamos casi verticalmente y varias veces golpeamos rocas que ponían a girar el volante. El paisaje se encogió conforme fuimos descendiendo y para cuando llegamos abajo, casi había olvidado el panorama infinito que se abría ante mí desde la cima.
Te estacionaste en la sombra de la colina. Hacía demasiado calor como para esperar en el coche, así que me dijiste que saliera y esperara en la sombra. Los camellos finalmente se acercaron. Después de verlos avanzar sin prisa hacia nosotros varios minutos, los camellos aceleraron, sus formas se hicieron más grandes entre más se aproximaban. Deben de haber venido rápido. Apuntaste tu binoculares hacia ellos.
Te volteaste rápido para gritarme:
- ¡Súbete al coche! Ya nos vieron. Se van a dar la vuelta antes de llegar. --hiciste señas para que te siguiera--. ¡Vamos! rápido o te dejo.
Era una sugerencia tentadora. Pero aunque fingía que no, también estaba emocionado. Quería ver cómo ibas a atrapar a una de esas criaturas enormes. Arrancaste derrapando las llantas antes de que siquiera cerrara mi puerta; volteaste rápido para ver que estuviera dentro.
- ¡Siéntate y agárrate de algo!
El velocímetro se disparó en nuestra carrera hacía los camellos. Podía sentir las llantas patinando. El coche se ladeó salvajemente más de una vez. Te veías decidido.
-¡Esto no es seguro! --grité. Mi cabeza pegó en el techo cuando saltamos sobre un banco de arena.
- Puede que no.
Sonreíste de lado y pisaste a fondo. Yo me aferré a la manija de mi puerta hasta que ya no sentía los dedos. Tenías razón: se habían desviado antes de llegar a nosotros. Ahora corrían a toda velocidad hacia el horizonte.
- ¡Pásame el palo del asiento de atrás! -gritaste- ¡Rápido!
Me di la vuelta y agarré el largo palo de madera con un lazo en la punta. Tratée de pasártelo, pero era difícil en ese espacio tan pequeño. Se atoró con la puerta y no podía pasarlo por medio de los asientos. Miraste el palo y también a los camellos, tratando de mantener el coche derecho y emparejando con ellos.
- ¡Lo necesito ya!
- Eso intento.
Estiraste el brazo hacia atrás para darle un tirón. Cuando lo jalaste hacia ti. te pegó en la cara. El coche torció peligrosamente a la derecha, hacia los camellos. Grité.
Tu mano me pegó en el hombro.
- ¡Cállate! Los vas a espantar.
Tomaste el palo de tu regazo y lo sacaste por la ventana. La punta con el lazo apuntaba a los camellos. Los revisabas con cuidado. Gotas de sudor recorrían tu carita. También por la mía, a pesar de la brisa que pasaba veloz.
- Me voy a ir sobre la hembra joven --gritaste--. La que está más cerca de nosotros. ¿Puedes manejar un momento?
Empezaste a salir por la ventana abierta.
-¿Qué rayos haces?
- ¡Toma el volante! --ordenaste.
No me diste mucha opción. En cuanto gritaste desapareciste, saliendo peligrosamente del coche, que empezaba a desviarse hacia los camellos. Seguía así, tu cabeza probablemente se estrellaría con el trasero de alguno. Me daba tentación dejarlo así.
- ¡Toma el volante ya!
Me crucé a agarrarlo. Podía oír a los camellos jadear del esfuerzo. Tú también respirabas agitado. Tomé el volante; estaba caliente y pegajoso por el sudor de tus manos. Tu pie izquierdo se movió al acelerador en vez de flotar cerca de el freno. Tu pierna derecha estaba apoyada en el marco de la puerta. No había nada para frenar el coche en caso necesario.
- ¡Sigue en línea recta!
Traté de no mirarte, ni a los camellos. Cada vez que volteaba, empezaba a girar hacia ellos. Miré la arena frente a mí. Di un volantazo para esquivar una mata de Spinifex y por poco sales volando de cabeza.
- ¡Dios! ¡Manejas peor que yo, Jiminie! --lanzaste un risa al viento.
Enganchaste la pierna derecha detrás de la izquierda y te asomaste aún más. Sacaste el palo más lejos, soltando línea de la cuerda que colgaba detrás. Tu muslo me empujaba el brazo; creo que te estabas apoyando para equilibrarte.
- Cuando tenga el lazo en la cabeza, hazte a un lado. La cuerda atravesará el coche. Si puedes, agáchate; si te enredas en la cuerda, te puede partir en dos. Es en serio.
Miré mi cuerpo estirado sobre el asiento, la palanca de velocidades, mis manos prensadas alrededor del volante, y dudé que pudiera moverme hacia algún lado. El coche dio una sacudida y vibró cuando pisaste el acelerador. Estabas listo para echar el lazo. Tu cuerpo estaba tenso y concentrado, tu pierna me empujaba el brazo con más fuerza.
Me obligué a seguir respirando. Tenías el brazo levantado y listo para lanzar. Saliste aún más, tu delgado torso estirado al límite, todos tus músculos tensos. Si te empujaba, ¿te caerías sin más? Ondeaste el palo sobre tu cabeza, agarrando velocidad y vuelo.
Luego lo soltaste.
Vi el lazo un instante, cuando alcanzaba la cabeza de la camella, con la cuerda volando detrás. El extremo de la cuerda pasó zumbando por el coche, me pasó por los brazos, quemándome la piel. También latigueó tu vientre, dejándote una línea roja y profunda. Y luego, de repente, el coche se empezó a colear, girando por cuenta propia. Sentí que la cajuela se jalaba hacia la izquierda. Intenté desesperadamente girar el volante hacia el otro lado.
- ¡Déjalo! --gritaste. Te dejaste caer de golpe en el asiento, por poco te me sientas encima. Con una mano tomaste el volante. Lo giraste hacia la camella.
- ¡Agárrate!
Tu pie izquierdo soltó el acelerador y pisó el freno a fondo. Y entonces el coche realmente comenzó a dar vueltas. Vi a la camella pasar zumbando por el parabrisas. Caí en mi asiento, tratando de aferrarme a lo que fuera, tal vez a ti, y cerré los ojos.
《♤》
YOU ARE READING
Lost In A Lie -《Yoonmin》
FanfictionUn extraño de piel pálida observa a Jimin en el aeropuerto de Incheon. Él todavía no lo sabe, pero Yoongi es un joven que lo ha seguido durante años. De pronto Jimin se encuentra cautivo dentro de un territorio desolado del que parece no haber escap...
