+ T R E I N T A- Y -C U A T R O +

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《♤》

Al día siguiente me senté en el polvo, a un lado del corral. Eras bueno con la camella, y paciente. Cuando hacía lo que querías, le dabas de premio una rama de hojas secas, que ella mordisqueaba con sus labios suaves y elásticos. Le hablabas constantemente, murmurándole cariñitos cerca del cuello. Cuando no hacía lo que le pedías, simplemente alzabas la mano y
te acercabas a ella como si le fueras a pegar. El miedo que le causabas le bastaba para aprender. De inmediato se deslizaba hacia un lado, apartándose. Pero al poco tiempo se te volvia a acercar, con la cabeza inclinada y la quijada masticando lentamente. Era un
duelo de voluntades, sólo que, al parecer, la camella ya se había rendido.

Me recargué sobre los codos. Sentí un cosquilleo cuando una hormiga grande se me subió al dedo chiquito. No me molestaba como para quitármela, a
pesar de que sus tenazas que se veían grandes. Era raro: un par de semanas antes seguramente la habría pisado. Pasó por mis siguientes tres dedos, luego desapareció en alguna parte debajo de mi espalda. No me
moví, tratando de no aplastarla.
Te vi atraer la camella hacia ti con las ramas y luego, cuando se acercó lo suficiente, te vi ponerle una cuerda
encima de la espalda. Al principio se arrastró hacia atrás, asustada, y dejaste que la cuerda se le cayera. Pero conforme seguiste insistiendo, comenzó a acostumbrarse.

-La estoy entrenando para ponerle la silla --me gritaste desde donde estabas.

Me enderecé un poco. La camella vio mi movimiento y esta vez se fue de lado. La cuerda cayó al suelo
dando un golpe.

-¿Quieres montarla? --pregunté.

-Claro --le diste la espalda a la camella, evitando hacer contacto visual con ella, y después de un momento ella se acercó a ti--. Cuando se acabe la
gasolina, a lo mejor serviría para movernos.

- ¿Cuándo se va a acabar?

-Falta mucho para eso, pero hay que estar preparados. Como sea, esta pequeña nos servirá para muchas cosas, además de transportarnos.

Eché un vistazo a las accesorias, mis ojos se detuvieron en la que estaba junto a la de las pinturas, a la que no había entrado todavía.

¿Allí guardabas la gasolina? Imaginé que te encerraba en la casa, rociaba gasolina alrededor, prendía fuego a la veranda y veía cómo te quemabas dentro. Recorrí tu ropa con los ojos por enésima vez. Mientras no supiera dónde guardabas las llaves, mis posibilidades de escapar, o incluso de quemarte vivo, eran nulas. La segunda accesoria estaba cerrada con llave. Había visto el candado en la puerta. Subí la vista hasta el elevado lomo de la camella. No se veía muy cómodo.

-¿Cuándo podrás montarla? --pregunté--. ¿Hoy?

-¡No...! --le rascaste el cuello al animal--. Eso es imposible. Pero ocurre así con los camellos... paso a pasito. Una pequeña cosa a la vez hasta que aprenden a aceptarla.

Probabas dejarle la cuerda en el lomo cada vez mas tiempo. La evitaba fácilmente. Pero a veces tambien
se la dejaba.

-¿Así que la estás obligando a hacer lo que quieres? ¿Quebrando su espíritu?

-No exactamente --chasqueaste la lengua hacia la camella y te acercaste a ella, de frente. Esta vez, cuando le echaste la cuerda en el lomo, no se alejó. En
lugar de eso, giró su largo cuello para olisquearla--. Le estoy dando confianza --dijiste--. Una vez que confie en mí y que me haya aceptado, va a estar más contenta. Los camellos funcionan en manada, ¿sabes? Se sentirá más segura cuando tenga a quién seguir, un líder. Y entonces ya no tendrá que preocuparse de tener miedo.

Hablabas con los ojos puestos en la camella. Presionaste tus manos contra su costado, recargando todo tu peso en ella, insistiendo en que te aceptara.
No se alejó. Por el contrario, mordisqueó las hojas que le ofrecías.

--Muy bien, pequeña --dijiste--. Muy bien, pequeña bonita. Eso es lo que queremos.

Dejaste de presionarla. Luego le quitaste la cuerda del lomo, recogiste otra rama de hojas y empezaste de nuevo todo el proceso. Después de hacer esto unas cuantas veces más, le pasaste las manos por encima, comenzando por el cuello y bajando hasta los pies. Ella gorgoteaba suavemente y tú le murmurabas
en respuesta.

-Suficiente por hoy, bonita -- le dijiste--. Mañana le damos otro ratito.

Mientras mordisqueaba otra rama, cortaste más la apertura en la malla de alambre que conectaba su corral con las Separadas, abriéndola hasta dejarla de su tamaño. La encaminaste hacia allá, tratando de animarla a ir hacia las rocas.

-No podrás atraparla... --empecé a decir.

Pero la camella de todas maneras te siguió, estirando la cabeza hacia tu hombro. Te agachaste para pasar bajo las cuerdas que rodeaban el corral y te
acercaste a donde yo estaba. Te quitaste la gorra y te dejaste caer junto a mí, tu cuerpo tumbado en la arena, aún con los ojos cerrados. Estabas bastante cerca, pero por primera vez no me moví. Seguía preocupado por la hormiga debajo de mí, no quería aplastarla ni que me picara. Y tenía demasiado calor y pereza.

Uno de tus ojos se abrió sigilosamente para mirarme.

-Ahí vamos -suspiraste-. Paso a pasito.

《♤》

Lost In A Lie -《Yoonmin》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora