18 • Sobre una visita al hospital.

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Han pasado algunos días desde la última vez que visité a papá. Debe estar molesto conmigo, así que decido que es hora de ir. Despierto a Abel, que sigue durmiendo a pesar de que son las diez de la mañana.

—Vamos a visitar a papá —le sugiero. El asiente somnoliento y tallandose los ojos se levanta. Se va al baño y puedo jurar que está caminando con los ojos cerrados—, y luego a cortarte ese cabello, vagabundo.

—Sí, mamá.

Río y dejo que se arregle. Media hora después vamos en el auto teniendo uno de esos momentos de hermanos en los que vamos cantando canciones de Macklemore, nuestro cantante favorito.

Me río de él mientras intenta bailar al ritmo de Downtown y cantar al mismo tiempo.

—Te recomiendo que te dediques a lo que quieras, menos a la música, Abel. Hazlo por el bien de la humanidad...

—Dios mío, que envidia la que tienes, Arthur.

Niego con la cabeza, sonriendo. Llegamos al hospital y mientras nos dirigimos a la habitación de papá, saludamos a algunos doctores y enfermeras. Las últimas nos hacen ojitos y se sonrojan, Abel es el que las aprovecha.

—Hola, papá —digo al entrar a la habitación. Lo abrazo fuertemente mientras intento lidiar o ignorar el hecho de que está cambiado. Mucho más delgado, pálido. Sus huesos se marcan un poco más.

—¡Te acordaste de que tienes padre! —esa frase es tan típica de él.

—Fíjate que sí —respondo mientras Abel lo abraza.

—Ahora anda en otro mundo. Una chica lo trae loquito, papá —comenta mi hermano.

—Ah, ¿sí? —asiento, fastidiado porque quería decírselo yo.

—Se llama Savka. La conocí hace unos dos meses y medio, tenemos dos semanas siendo novios. Es preciosa. Deberías ver sus ojos, están de muerte.

—Quiero conocerla. Espero que la traigas pronto. Y tú, Abel, ¿cuándo me vas a traer a una chica? ¡Pensé que serías el primero en darme nietos!

—Papá, ya te he dicho que ninguna es digna.

Niego con la cabeza y volteo los ojos. Me divierte la expresión obstinada de mi papá, aunque sé que es en juego.

—No será que... ¿te va otro tipo de persona?

Me río de su pregunta mientras observo lo indignado que está mi hermano. Este par no tiene arreglo. Extrañaré estos momentos.

Abel sale de la habitación para darnos espacio y comienzo a hablarle un poco de lo que he hecho, le muestro fotos de los cuadros que he pintado. Compartimos el amor por el arte, afortunadamente.

Al final del día, me hace saber que está orgulloso. Y no hace falta más.

El arte que encuentro al mirarte.Where stories live. Discover now