Epílogo: Lecciones sobre el amor.

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Henry.

Desde niño viví en una mentira que me cree yo mismo. Nunca quise darme cuenta de ello, porque era muy claro que no tenía la edad suficiente para saber que todo a mi alrededor tan solo era un muro de cristal que protegía de todo lo malo que hacia mi padre. No fue hasta que crecí que tuve la primera discusión con mi madre, en la que, a punta de gritos le hice saber que no me parecía bien el quedarnos en casa a esperas de un hombre que lo único que hacía era robar.

Esa fue mi primera lección sobre el amor, la primera que recibí de mi madre: que no se puede dejar de amar cuando ya estás enamorado. Por más mal que hiciera mi padre, mamá sabía que nunca iba dirigido a nosotros, por lo cual, nunca tendría razones suficientes para dejarle de amar.

Mi segunda lección sobre el amor la recibí el día en que ella murió: no tuve tiempo de pensarlo ese día, pero con el pasar del tiempo comprendí que ella había ofrecido su vida por sobre la mía.

De ahí creció mi odio y resentimiento. Luego, el suicidio de mi padre y yo ya era un adolescente que odiaba al mundo y que lo único que quería era venganza. En todos esos años no tuve tiempo de aprender una tercera lección, estaba tan sumergido en mis propias mentiras que prefería estancarme en el dolor en vez de buscar una salvación.

Aun así, mi tercera lección sobre el amor la recibí hace poco: cuando comprendí que sin importar lo que yo hiciera Destiny nunca me dejaría solo. Y ahora que soy libre lo entiendo todo, entiendo que hay algo tan perfecto en ser libre: que comienzo entender la felicidad.

El poder respirar tranquilo, el no temer quien esté a tus espaldas o el simple hecho de poder dormir y despertar tranquilo sabiendo que nadie, nunca, podrá volver hacerte daño. Todo eso lo experimentaba ahora mismo, era algo tan maravilloso… todo eso junto el golpeteo de las olas en el mar; hacían de mi nueva vida un lugar mejor.

Tanteo el lado opuesto de la cama, cuando no encuentro un cuerpo menudo en ella me obligo a abrir los ojos y buscar por todo el lugar. Encuentro su silueta a través de las cortinas blancas que dan al balcón. Sonrío por inercia, y sin dudarlo ni un instante me pongo en pie y camino hasta ella.

Destiny me siente a penas pongo un pie fuera. El viento me golpea el rostro y eso, junto a la maravillosa vista que ofrece Coney Island, me reciben de lleno.

—Hable con mis padres hace poco —me acerco a su lado, le rodeo la cintura con los brazos y la estrujo contra mi pecho— papá aun no puede creer que le hayas regalado entradas para la nueva temporada de béisbol.

Río junto a ella.

—De alguna manera tenía que recompensar la noticia de que me llevaría a su hija fuera de la ciudad, ¿no? —inquiero— Además, sé que tu padre disfrutará mucho esos partidos.

—Aunque su jugador favorito no esté ahí.

Da media vuelta entre mis brazos, quedando frente a frente. Coloca las palmas de sus manos contra mi pecho y levanta el rostro para verme. Yo la miro a ella, y no hace falta hablar para que tenga en cuenta lo mucho que amo que esté aquí, que no se haya arrepentido de hacer toda esta locura conmigo. Puede que hoy estemos en una isla cerca de Manhattan, y que aun haya recuerdos que duelan, pero el día de mañana quiero vernos en Paris, Venecia o Roma, quiero vernos yéndonos de los lugares que nos recuerden cuánto daño nos pueden causar otras personas.

Y quiero que lo hagamos juntos, que nos dejemos claro que podemos ser el apoyo perfecto para dejar todo atrás.

—Me encanta verte sonreír, Henry.

Ante sus palabras amplio mi sonrisa.

—¿Desayunamos en la playa? —sugiero.

Me hace aún más feliz ver como se le ilumina el rostro ante mis palabras, cuando asiente accediendo a mi sugerencia, no queda más que alistarnos y salir de la habitación de hotel. Espero que se cambien cuando yo ya lo he hecho, en medio de la espera reviso mi celular, decido hacer una llamada rápida a Paul, el cual contesta al tercer timbrazo.

—Creí que me desharía de ti cuando llegaras a tu luna de miel —bromea— ahora veo que no es así, ¿qué has hecho está vez Henry?

Niego con la cabeza como si me pudiera ver.

—Estoy listo, Paul —evado su pregunta y decido ser directo— quiero que desaparezca todo, quiero que elimines su número de celular.

Sabe a lo que me refiero. Sabe que estoy listo para hacerle frente a lo que llevo reguardando por años; aquella voz que me recibía en la contestadora. Antes no tenía nada que perder, lo tenía claro, pero ahora es diferente o al menos, quiero que así sea.

—Bien, iré por ello.

Corto la llamada, y soy llevado por las ansias a marcar el primer número que se encuentra en mi agenda. La llamada no es contestada, a lo que me envía directo a buzón.

Hola, soy Rita, puedes dejarme tu mensaje después del biiip.

—¿Todo listo, Henry?

Levanto la mirada del suelo y la llevo a ella. Sonrío, porque no hay manera de que algo me haga dudar de una sola cosa: Destiny es todo aquello que quiero y anhelo, ella es la única mujer que quiero en mi vida. Es la indicada.

—Seré sincero; prefiero quedarme en la cama disfrutando de esa bella vista que me ofrece el traje de baño que traes puesto —le digo.

Su rostro es todo un poema cuando recibe mis palabras.

—Me parece una mejor idea el desayuno en la playa —contesta.

—Puedo hacer de una mejor idea la mía.

Me acerco hasta ella, paso por alto el sonrojo que detalla toda su piel, la tomo por la cintura y hago que nuestros cuerpos se toquen, sin dejar espacio entre nosotros; acerco mi rostro a la altura de su cuello y dejo besos cortos en un camino de ahí hasta su boca.

Destiny se sujeta de mis hombros, no sube sus manos a mi cuello hasta que succiono de sus labios y profundizo el beso. Aprendo, en este instante una nueva lección sobre el amor: que por más que el universo conspire, no hay forma en que en esta vida o en otra, Destiny yo seamos separados, porque, su cuerpo encaja tan a la perfección con el mío que, cuando la llevo hasta la cama y me coloco entre sus piernas, no siento que haya falla alguna entre nosotros.

Me he enamorado, y eso hace que, junto a los roces de su piel contra la mía, los latidos de mi corazón incrementen sin deseos de parar.

—Dentro de unos días estaremos en Francia, disfrutando de esto —murmuro, siento el eco de su risa contra mis labios— ¿qué? ¿no te parece una buena idea? —bromeo.

Dejo de besarle el cuello para mirarle el rostro. Ella sonríe, lo hace sin miedo.

—De las peores ideas que he escuchado —responde— mejor podríamos desayunar un croissant. Mientras miramos la Torre Eiffel.

—¿Y perderme el hecho de ver tu piel morena cubierta únicamente por las sabanas? —dramatizo— Nunca me lo permitiría.

Beso su boca antes de que diga algo. Nos fundimos en besos y caricias hasta que su traje de baño queda a un lado y mis pantaloncillos de playa al pie de la cama. La beso tantas veces que la respiración me hace falta en ciertas ocasiones, pero en medio de todo, nunca me canso de decirle cuanto la quiero.

Porque, así como ella me ha salvado, espero yo hacerlo algún día. Para de esa manera, devolverle lo mucho que ella ha hecho por mí.

Con besos, sonrisas y caricias espero poder hacerla feliz.

Y nunca, de los nunca, me voy a cansar.

Porque me he enamorado, y eso, es suficiente.

Fin.

Hasta el Final #1 ✅Where stories live. Discover now