Capítulo 27.

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Escucho el ligero tintineo de un despertador, me quejo por lo cómoda que me siento en la cama y por lo irritante que comienza a ser el insistente sonido. Cuando la interrupción se acaba suspiro satisfecha e intento acomodarme al otro lado de la cama, pero un cuerpo grande y pesado se encuentra sobre mí.

Abro los ojos asustada, y cuando doy con el rostro pacifico de Henry me tranquilizo. Se encuentra boca abajo, con uno de sus brazos alrededor de mi estómago y con su pierna en medio de las mías. Duerme tan sereno, con su cabello sobre la frente, la boca entreabierta y la mejilla aplastada contra la almohada, luce tan descansado que busco la manera de no despertarlo cuando el irritante despertador vuelve a sonar y me dispongo a apagarlo.

Paso su brazo por sobre mí, y cuando estoy sentada en la cama me las arreglo para salir de su agarre en mis piernas. Ya libre recojo mi ropa interior y una de las camisas tiradas en el suelo, me visto y salgo de la habitación hasta el baño. Me encargo de mis necesidades, me enjuago la boca, lavo mis manos y camino bostezando por todo el pasillo.

Doy vueltas en la sala intentando guiarme con el sonido, pero no lo encuentro por ningún lugar. Me acerco a la que supongo es la puerta principal y abro.

Doy un largo suspiro mientras detallo todo a mi alrededor; hay árboles frondosos y llenos de hojas verdes, caminos de gravilla y una vista espectacular. Es como estar viendo una zona para acampar en medio de las montañas; con el cielo rosando las copas verdes de los árboles y troncos de asiento por todos lados. Salgo a un pequeño pórtico y bajo unas cuantas escaleras causando que mis pies descalzos toquen lo áspero de la tierra.

Miro hacia atrás y doy con el lugar en el que nos hospedamos; una gran cabaña de madera oscura, rodeada por grandes árboles. El viento me da de lleno al rostro, y no puedo evitar cerrar los ojos por un instante para dejarme llevar.

—¿Cómo pudiste pasar toda una niñez aquí? —murmuro, llenándome la cabeza de más preguntas que atormentan.

Debido al hermoso atardecer que ya hace aquí, deduzco la hora y logro relajarme un poco mirando y apreciando un poco más de la naturaleza; hay un ligero canto de aves que me hace sonreír. Cierro mis ojos nuevamente, recordando el ligero tacto de Henry sobre mi piel. Es cuando un olor espectacular llega a mí que abro los ojos, encontrándome de lleno con una sonrisa hermosa y dos tazas junto a él.

—Hice un poco de café.

Henry me deja una de las tazas humeantes, me guía hasta una banca montada sobre troncos, toma asiento a mi lado y mira a su alrededor.

—Sentí cuando te levantaste —dice.

—Creí que estabas muy dormido cuando me levanté.

—Lo estaba —asiente lentamente, mira un poco a su alrededor y se centra en mí— pero fue fácil distinguir entre el calor de las sabanas y la calidad de tu cuerpo.

Intento no ponerme boba antes sus palabras, pero siendo sincera, aun no me recupero de la bomba que dejó estallar hoy por la madrugada.

—Confieso que eres un buen compañero de cama —digo. Henry sonríe y se acerca a mí.

Besa mis labios por unos segundos y luego regresa a su lugar.

—Es un lugar muy agradable —comento.

—El atardecer siempre será hermoso desde estas vistas.

Me cruzo de piezas sobre la banca, lo cual ocasiona que la camisa de Henry que llevo puesta se suba hasta mi cintura, exponiéndome por completo. En otras circunstancias me sentiría expuesta o buscaría la manera de que nadie notara que llevo únicamente una camisa de hombre sobre mi ropa interior. Pero, haciendo recuento de todo lo sucedido hoy en la mañana, el cubrirme sería algo tonto.

Hasta el Final #1 ✅Where stories live. Discover now