Capítulo 15: Veganos conspiranoicos

En başından başla
                                    

Cuando salí de la habitación y llegué al salón, lo primero que llamó mi atención fue la sarta de sábanas y edredones que atiborraban el sillón más grande. Joshua había pasado la noche ahí en lugar de despertarme. Pensé que quizás él era demasiado penoso como para disculparse y prefirió compensarme lo de la otra vez cuidándome.

Así estaríamos a mano, y una vez yo tuviera la disposición de marcharme, volveríamos a ser un maestro de Historia del Arte y un alumno con mala caligrafía.

Fui a la cocina a buscar algo de desayunar; a pasos lentos y desganados, con las manos dentro de los bolsillos de mis vaqueros holgados y la cabeza abajo.

Al entrar, noté un aroma a pan carbonizado. Alcé las comisuras de mis labios al mismo tiempo que el cuello y pensé en que, aparte de volátil, Joshua era un irresponsable. Los platos sucios en el fregadero, las cajas de cereal esparcidas en cada mueble, el bote de leche afuera y el sartén aún sobre la estufa.

«Es todavía un niño», pensé.

De haber tenido más energía, hubiera permitido que el obsesivo de Christian Miller se pusiera a ordenar todas y cada una de las cosas que había ahí y dejar el lugar habitable, pero como no era el caso, solo tomé una manzana y la caja de cereal de chocolate. Ni siquiera me apetecía buscar un plato para comer, me llenaría de hojuelas dulces, manzanas y café expreso.

Cuando estuve a punto de sentarme sobre un mueble para degustar mi desayuno improvisado, el teléfono comenzó a sonar. Yo era esa persona que detestaba —y sigue detestando—, los teléfonos fijos. No les encontraba sentido, si existían los móviles y mensajes de texto.

Pensé que lo menos que podría hacer por Joshua, después de todas sus atenciones, sería contestar la llamada y pasarle el recado. Quizá podría ser algo importante, como la oportunidad de dejar de ser profesor y volver a su fabulosa vida en Nueva York.

De ser así, lo extrañaría y consideraría la idea de fugarme también, porque al parecer me contagió de ese espíritu absurdo de alabar esa ciudad. En un sitio tan grande tendría oportunidad de deshacerme de todo lo que no quería y empezar desde cero.

Convertirme en la persona que siempre quise ser o al menos aparentar que lo soy.

Llevé la caja de cereal conmigo y me puse en marcha hasta donde el odioso teléfono fijo. El mueble en el que estaba se hallaba justo al lado de la repisa metálica, ahí reposaba la foto de los adolescentes Joshua y Charly.

Respiré hondo cuando la vi.

Se veían felices juntos, tal vez esa era una de las tantas caras del amor juvenil. Ese que no siempre dura, pero que deja marca. Aquel que experimenté de la manera más caótica y trágica con Harry.

Tomé el teléfono y me senté en el suelo, con la caja de cereal al lado.

—¿Diga? —le pregunté a la bocina.

¿Joshua? —cuestionó una voz femenina.

No quise hacer teorías sobre quién era y preferí meter un par de hojuelas a mi boca.

—No se encuentra —respondí después de tragar—, salió a trabajar, ¿quiere dejarle un recado?

¿Quién eres? —resopló.

—Solo un amigo de Joshua. —Era la respuesta más sencilla, aunque supiera que ambos estábamos muy lejos de ser considerados como tal—. ¿Quiere que le avise que llamó?

La mujer suspiró largo. Fue uno de esos sonidos que puedes ver porque la imaginé sosteniendo el tabique de su nariz.

Solo no cometas un error —aconsejó—. Es un juego y ya.

El retrato de un joven lúcido | ✅ |Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin