12. Di Que Sí

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« Y es que hay cosas que no necesitan ser pasadas de boca en boca
Como el cuento de la niña
Que escapó sin decir porqué o a dónde iba»

Un mal rimado chico de literatura me escribió un poema cuando tenía dieciocho años, en aquél momento no encontraba nada más delicioso que Rose Huffman me recogiera en su moto y todos observaran que ella era mi novia.

Salí del edificio y ella estaba ahí de pie, se le hizo una sonrisa al verme.

Me dio miedo, incluso terror subir en esa moto estando totalmente sobria, la miro, no entiendo su ropa, una blusa corta, negra, apretada y pequeña, con los hombros descubiertos, el mismo pantalón de mezclilla de la tarde y un collar plateado que sobresale, además tiene el pelo suelto, liso y con ondas.

— ¿Vienes de una cita?

Ella me pasa un casco y se coloca el suyo.

— No — piensa un segundo — bueno, contigo.

Ese pequeño y firme empujón que dan las motos altas, cada vez que acelera, que frena aunque sea suavemente, cuando va rápido y parece que fueses a salir disparado.

Ella enciende las luces del vehículo cuando cae el atardecer, me gusta abrazarla por la espalda porque la experiencia es mejor, más fresca, ella conduce desde que es una niña y lo hace muy bien, sabe que velocidad llevar en cada momento, los cambios, la dirección.

No me sentía preparada para salir más temprano pero tampoco contaba con que la noche iba a caer en Avondale cuando íbamos por la ruta 90 camino a Norridge.

No conozco profundamente Chicago, sólo sé que es frío y todo a su alrededor también lo es. Cuándo cumplí veinte Rose y yo viajamos a Bombay, y en otra ocasión pasamos una navidad en Texas dónde trabajaba Adam antes de salir del país.

De repente llegamos una bencinera en medio de una zona suburbana pero Rose no se detiene allí sino dos estructuras más adelante, en un restaurante-bar retro junto a un 7 eleven, se quita el casco y mueve el dorso un poco para verme, sus piernas largas no le dejan perder la estabilidad.

— ¿Un chili dog? — sube y baja las ceja.

— Me gustaría llegar hoy — respondo cruzando los brazos.

Aunque debo admitir que sí me gustaría.

— Le dije a Thomas que se adelantara — La chica baja de la moto y a la vez se pone una chaqueta deportiva.

— ¿De qué diablos hablas? — no me pone atención.

En dos pasos entra al lugar, yo doy un salto y corro tras ella. La noche en este sitio es más cálida de lo normal, el letrero enorme del lugar dice muchas cosas a la vez en neones y el ruido del interior no indica que es un restaurante corriente.

Entro más rápido de lo que debería, lo que ocasiona que repentinamente unas luces rosa y azul me envuelvan, hay un montón de gente vestida de traje y al instante descubro que es la celebración de « ¡PROM Martin Luther high School for Science! » dice entre globos y spray de pintura por todas partes en esta típica cafetería de los 80's con música Indie de fondo. Busco a Rose con la mirada.

Veo a la chica en una esquina hablando con dos muchachos, madre mía, la descuidas un segundo...

Me acerco.

— ¿Grey? ¡Hola! — una chica morena de estatura promedio me habla.

La miro varias veces hasta que logro reconocerla, claro, es la medio hermana de Howard Porter, hace años no la veo, y creció como dos centímetros nada más.

LIVING IN SIN © LesbianWhere stories live. Discover now