10. Hijo Perdido

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Realmente la única razón por la que traje a Thomas es que no quería venir sola, no me ha hecho casi ninguna pregunta pero está reacio a salir de aquí sin que le den una buena respuesta.

El hombre bajito le está colocando alcohol en la mejilla al alto de la cortada, Rose y el otro alto están en los sofás frente a nosotros.

La casa entera tiene un penetrante olor a jabón caro de hombre.

- No tengo ni idea de quién es ese Lil Anthony - responde Thomas - ¿Porqué viven tantos aquí?

El chico habla como un niño caprichoso y debo admitir que me gusta bastante.

- Es temporal, lo alquiló el dueño de la marca para la que trabajamos los modelos - responde el alto.

- ¿Por qué no se hospedan por separado? - sigue preguntando.

- Son días intensos, todo el tiempo debemos estar disponibles.

- ¿De dónde son ustedes?

- Bueno, mi hermano y yo de Australia, el de allá es Patrick de Connecticut, ella se llama Rose y creo que...

Los dos comienzan a tener una conversación que dejo de escuchar porque francamente desde el día del evento Rose Huffman me tiene sofocada.

Ella lleva la mirada desde la navaja en su mano hasta mis ojos y se queda así un rato, yo no hago el ademán de apartarle la vista ¿Qué hacía? ¿Afeitar a tres hombres con eso?

Me acomodo el escote apretado de mi vestido blanco y con encajes, ella sostiene su mejilla con la mano.

Encuentro espléndido su rostro sin maquillaje y con un centenar de pecas en las mejillas, todo lo que trae encima debe costar arriba de trecientos dólares, desde el pendiente con una cruz larga en su oreja hasta los malditos calcetines rojos.

Me da una sonrisa ligera, casi invisible y deja caer su cabeza en el espaldar, madre mía esa mandíbula, respiro hondo.

Pasan varios minutos, ellos continúan hablando, son como un zumbido en el oído, no tengo ni siquiera la intención de opinar nada, toda mi atención está centrada en verme bien y a la vez disimular que estoy clavada en los gestos de ella, debo aceptar que quiero que me mire, que también le interese lo que traigo en las manos o saber qué estaba haciendo justo antes de venir aquí.

De repente tira la navaja en el sofá, se levanta y acerca un paso hacia mí.

- Delgado es una perra - estira una de sus manos - ¿Quieres que te enseñe el lugar?

Se me hace una sonrisa en el rostro, me levanto también y le tomo la mano por puro reflejo, está tibia a pesar del frío que siempre alberga Chicago

Pero la suelto porque me espanta un poco el gesto, ella camina a paso rápido hacia las escaleras que llevan a una inesperada segunda planta, ni siquiera reparo en Thomas.

Mientras sube las escaleras da miradas rápidas hacia atrás.

- Nunca jamás dejarás de vestirte como niña pija - murmura.

- Y tú como tu hermano tampoco.

Abre la primera puerta y encuentro dentro un salón repleto de camas individuales con colchas gruesas.

- Son quince modelos, pero nunca he visto que todos lleguen a dormir, en realidad, casi nadie llega a dormir.

Luego abre otra puerta corrediza donde hay duchas y a la derecha un cuarto para hacer Yoga, también hay otra habitación a la que no le cabe una percha de ropa más, y en el pasillo se sitúan una fila de tocadores ordenados.

LIVING IN SIN © LesbianWhere stories live. Discover now