2. Caótica

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Al hospital northwestern de Chicago entraron siete ambulancias por un accidente múltiple, son demasiados heridos de gravedad por tal tontería como es un conductor ebrio. A Danielle le pidieron que entrara en la ambulancia mientras intentaba evitar que a un tipo le diera un shock por su pierna básicamente desgarrada entre la silla y la puerta del auto, yo la seguí en taxi pero justo ahora en medio del pasillo observando un montón de gente atareada caminando de un lado a otro y varios gritos de fondo creo que fue una mala idea.

Estas cosas me dan mucho terror, siempre ha sido así, cuestionarme lo frágil que es la vida es mi mayor miedo, pero también le tengo un apego curioso al tema.

Ya han pasado dos horas y Danielle aún está ahí, tranquilizando a otro de los que iba en el auto pero sin traumatismos graves.

- No quiero verla, no puedo... No está aquí, por favor, dime que no está aquí... - me sobresalto al escuchar a alguien a mi espalda.

Es un adolescente, como de diecisiete años y los mismos aires que yo de no tener ninguna utilidad en este lugar, pero está sentado con el móvil en la oreja y dice en voz alta frases cortas que también se podrían decir llorando y gritando.

Me quedo viéndole, se ve como un chico básico cualquiera, pero sigue hablando "No me digas eso... Yo no podré... No quiero verla, no es verdad... " y el rostro se le desfigura lentamente hasta que cae en un llanto sordo, de niñato, apenas y le quedan fuerzas para sostener el teléfono porque le bajan las lágrimas por la cara y todo rojo empieza a soltar quejidos.

Me volteo para dejar de verlo, es desastroso todo este lugar... Vuelvo entonces a buscar a Danielle con la mirada... Está allí aún sosteniendo la mano de ese hombre.

De repente pienso en otro tema, en algo que no debería ser trascendental en este escenario... Rose Huffman, Rose Huffman... Rose... Su nombre siempre ha tenido un gran impacto cuando lo pronuncio, al menos eso no ha cambiado... Vuelvo a tocar con la punta de los dedos la carta dentro de mi bolsillo, ya hasta memoricé la textura del papel, grueso y con marcas de una escritura ruda.

Rose Huffman... Rose Huffman... Rose... Huffman... Es tan inesperada como el hecho de estar un viernes por la noche en la sala de espera de un hospital... No importa cuantas veces repita ese nombre, tiene las consonantes y vocales tan bien ubicadas que asfixian el paladar... Saco lentamente la carta...

- Rose Huffman, siempre parece que me sobrara el tiempo para escuchar lo que tienes que decirme... Aunque no sea nada, absolutamente nada - hablo en voz baja, dios que loca.

Pero entonces vuelvo a caer en cuenta que estaba mirando a Danielle Vaughan, un nombre más centrado, más puntual, sin tantos enredos ni americanismos de mierda.

A mi no me atraían las castañas pero ella es otro tema... Tiene un tatuaje en el antebrazo, es una caja y dentro de ella está el rostro de un gato que al haberse fragmentado parece medio vivo y medio muerto.

El gato de Schrödinger, fue lo primero en lo que me fijé antes de siquiera verle el rostro, eso llamó tanto mi atención como muy pocas cosas lo hacían en ese entonces, hace tal vez ocho meses cuando repentinamente los departamentos en mi piso dejaron de estar vacíos.

Danielle Vaughan estudió una carrera de biomedicina en la Universidad de Massachusetts pero estoy casi segura que no es de Estados Unidos, se mudó a Chicago en Septiembre del año pasado por trabajo, justo al departamento frente al mío, y aunque en un principio el único interés que me generaba provenía de ese tatuaje en su antebrazo, o tal vez de su risa acalorada en la madrugada y la molesta música a las tantas de la noche... Las cosas entre nosotras cambiaron un poco.

En ese entonces todo rastro de deseo desbordante por la vida en mí estaba más que extinto, a mis veinticinco años sin casi ninguna (o en realidad demasiadas) secuelas de la adolescencia me había convertido en una persona muy centrada y sin ningún interés particular, tal vez porque creía que había llegado a ese momento en la vida donde todos simplemente estamos esperando a que pase el tiempo... Pero de repente apareció como una cachetada cósmica en la cara alguien incluso mayor que yo y sin ningún rastro de desesperanza.

LIVING IN SIN © LesbianWhere stories live. Discover now